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Reflexiones

Supervivientes relatan las matanzas de Boko Haram

Echado sobre un costado, Musa Zira muestra el impacto de bala recibido en el muslo la noche en que los islamistas de Boko Haram exterminaron a 12 personas de su pueblo en el noreste de Nigeria, a principios de enero.


Echado sobre un costado, Musa Zira muestra el impacto de bala recibido en el muslo la noche en que los islamistas de Boko Haram exterminaron a 12 personas de su pueblo en el noreste de Nigeria, a principios de enero.

Gravemente herido, se hizo pasar por muerto antes de huir en piragua al vecino Chad, hasta el campamento de refugiados de Baga Sola, en la otra orilla del lago.

“Los Boko Haram llegaron a las cuatro de la mañana y entraron en cada casa buscaban a los hombres. Nos saludaron y luego nos dijeron que los siguiéramos a la maleza, que ya nos explicarían” relata.

Los islamistas tomaron en total a 14 personas, “un hombre por cada casa”, en los alrededores de la ciudad nigeriana de Baga. “Dejaron irse a un viejo. Luego caminamos hasta el campo y nos dijeron que nos echáramos, mirando hacia el suelo”.

“Tras haber disparado una vez al aire, empezaron a hacerlo contra nosotros”, a bocajarro, prosigue. En ese momento, Musa Zira creyó que le había llegado el final:

“Poco después comprendí que la bala no me había afectado la cabeza, sino el brazo y el muslo. A mi alrededor, todos estaban muertos”.

Escondido entre cadáveres

Para que Boko Haram no lo “rematase”, el hombre quedó agazapado entre cadáveres a la espera de que los yihadistas se fueran, y luego reptó entre las altas hierbas durante horas, antes de cruzarse con un motociclista que lo ayudó a huir hacia el lago.

El pastor

El pastor Yacubu Musa, de 43 años, es uno de los escasos cristianos sobrevivientes del ataque de Boko Haram contra Baga. Cuando llegaron la noche del 3 de enero, la ciudad aún dormía.

“Empezaron a disparar contra todo el mundo, sin distinción. Hombres, mujeres, niños, incluso viejos”, relata. Los atacantes eran “miles de hombres” –una cifra imposible de verificar–, pero el pastor sí está seguro de que “había cadáveres por todas partes en las calles”, cuando pudo huir.

Dos días más tarde, Yacubu Musa intentó regresar para recoger algunas de sus cosas.

Escondido en la maleza, vio “cuerpos flotando en el agua”. “El olor era tan insoportable que se percibía desde muy lejos”, asegura.

Y de la ciudad sólo quedaban las cenizas: “Lo habían quemado todo, nuestras casas, nuestras tiendas, las motos también”, describió el pastor.

Un bebé llamado Idris Deby

Desde principios de enero, más de 14.000 personas han atravesado la frontera para huir de los sangrientos ataques de Boko Haram en torno de Baga, según Mamadu Dian Balde, representante del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) en Chad.

“Llegan con historias muy duras. El otro día un hombre […] no hacía más que llorar: los Boko Haram lanzaron una granada en su casa, y su mujer y sus tres hijos murieron en el acto”, cuenta Idris Dezeh, de la Comisión Nacional de Acogida de Refugiados.

Algunos tienen la suerte de llegar al campo de refugiados con su familia.
Sentada ante una tienda blanca, Aisha Aladji Garb da de mamar a un minúsculo bebé.

Hace dos semanas, dio a luz en una piragua en la que huía, según relata.

Al llegar a Chad, se encontró con una patrulla de soldados chadianos: “Me cuidaron, me hicieron subir a su camión y me llevaron directamente al campo de refugiados, donde recibí ayuda”.

“Gracias a ellos mi bebé sigue vivo”, dice, con una gran sonrisa, “entonces lo he llamado Idris Deby”, el nombre del presidente chadiano.

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