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Ciencia y Tecnología

Silla de ruedas que se mueve con la mente cumple un año

El móvil permite a personas con afecciones neurológicas invalidantes recuperar espacios de autonomía.


Como adelantara hace un año El Ciudadano, producto de un convenio entre una empresa que diseña software, “Interactive Dinamic”, y la Fundación Rosarina de Neuro Rehabilitación, institución sin fines de lucro; la silla de ruedas “inteligente” permite, a personas con afecciones neurológicas invalidantes, recuperar espacios de autonomía.

Seguramente el escriba babilonio Ebih-Il, quién concibió la genial idea de la silla al añadir unas patas y un respaldo a una sencilla tabla de madera, no llegó a imaginar los beneficios que la humanidad recibiría, ni debe haber osado pensar que más de cinco mil años después de su original invención los pacientes cuadripléjicos dispondrían de una silla movilizada por su actividad cerebral.

El estar sentados, aparte de la comodidad, predispone al encuentro, a la pausa, al diálogo, a la discusión, a la construcción de conocimientos, a la observación detallada; a la reflexión creativa…

Cierta mitología médica moderna sostiene que Gregorio Marañón, al ser interrogado sobre cuál había sido la innovación más destacada de la medicina, respondió: la silla. La misma que ocupa el médico y en la que se sienta el paciente. Ambos van construyendo saber a partir de la historia que el paciente, cómodamente sentado, narra al médico quien, sentado también, va hilvanando, con aquel relato, el historial clínico. Como si el acto médico se redujera a dos personas sentadas dispuestas a ayudarse.

Fueron, seguramente, personas sentadas las que pergeñaron, recurriendo a los avances de la informática y el saber médico socializado, una silla que puede ser guiada tan sólo (¿tan sólo?) usando la actividad eléctrica del cerebro y la de ciertos músculos, movida por el pensamiento y la imaginería. “Se trata de una silla de ruedas motorizada que mediante una adaptación, es capaz de asistir a personas cuadripléjicas. La sugerimos a pacientes que no pueden mover manos ni piernas y que estén incapacitados para accionar mecanismos y tener cierto espacio de autonomía para controlar una silla de ruedas por sus propios medios”, afirma el doctor Carlos Ballario, médico neurólogo y neurifisiólogo, uno de los responsables del proyecto.

Esta tecnología, llamada interface cerebro computadora, es aplicada para diferentes posibilidades; en este caso es para comandar la silla de ruedas; en otros casos también se está aplicando para tratar de conducir la plasticidad neuronal para el aprendizaje cerebral en enfermos neurológicos.

La silla inteligente surgió de un convenio entre una empresa que diseña software, Interactive Dinamic, y la Fundación Rosarina de Neurorehabilitación, institución sin fines de lucro que lleva adelante tres tipos de tareas; la asistencia al paciente neurológico, aportándole una atención integral interdisciplinaria por medio de kinesiólogos, fonoaudiólogos, fisiatras, psicólogos, neurólogos desde una mirada holística; por otro lado, la tarea docente; organiza cursos a la comunidad y cursos científicos para profesionales de distintas disciplinas interesados en el tema de la rehabilitación y, además, la tarea de investigación, tanto sea como centro para trabajos de investigación multicéntricos destinados a trabajar sobre nuevas moléculas para las afecciones neurológicas, como desarrollando líneas de investigación propia, solos o asociados a otras instituciones, como en el caso de la silla inteligente.

—¿Qué perfil debe tener el paciente como para poder recibir los beneficios de esta silla?

—Es para pacientes con cuadriplejia, pero que tienen cierta capacidad cognitiva preservada. Pacientes capaces de comprender algunas consignas mínimas para poder ejecutarlas. Deben poder pensar y estar en condiciones de repetir ese pensamiento, para cuando necesite determinado movimiento de la silla. Debe tener cierta capacidad visual preservada porque, por medio de una notebook adherida a la silla, se le pide si, realmente, está pensando lo que debe pensar, para obtener la actividad eléctrica que hará que la silla realice el movimiento correspondiente al deseo del paciente. Es una actividad eléctrica que siempre se repetirá siguiendo los mismos patrones; por eso, capacidad mental y capacidad visual deberán estar preservadas”, sostiene Ballario.

De esa forma, con cierta actividad eléctrica cerebral, el paciente puede decidir si quiere avanzar, retroceder, o desplazarse hacia los costados. La silla, además, responde a otros estímulos, ya que no siempre es factible entrenar a un paciente con enfermedad neurológica para dotarlo de una capacidad para comandar una silla con sus cinco movimientos básicos: adelante, atrás, a ambos costados, y detenerse; es así que la silla se puede movilizar por medio de alguna mínima actividad motora, como ser un guiño, levantar las cejas, pequeños movimientos de cabeza laterales, fruncir la frente, apretar los dientes, etc. Movimientos, estos, que se traducen en una señal eléctrica capaz de constituirse en comandos para accionar el desplazamiento de la silla.

En la Fundación Rosarina de Neurorehabilitación se ha capacitado a la neuro kinesióloga Camila López, que además maneja con mucha soltura el soporte tecnológico y va modificando el programa de acuerdo a las capacidades de cada paciente. “No nos debemos olvidar que el cerebro tiene mucha movilidad y mucha funcionalidad. Como cualquier persona, el paciente neurológico estimulado va modificando su estructura cerebral con su pensamiento y en el proceso de aprendizaje. La actividad eléctrica también se modifica, por lo cual el programa debe adaptarse para captar esta actividad eléctrica especial o singular de ese paciente”, explica Ballario.

—¿Qué le dejó esta experiencia que ha tenido tanta repercusión?

—Creo que es el inicio de una ciencia en expansión que va a seguir superándose. Creo que esto motiva, sobre todo, si uno piensa que podemos asistir a muchas personas que están fuertemente condicionadas por su enfermedad neurológica.

Potenciales eléctricos de la actividad cerebral

Camila López es kinesióloga especializada en neurorehabilitación; es la persona capacitada para inducir a los pacientes seleccionados por el cuerpo médico, en el uso de la silla mediante la comprensión del sistema y su posterior manejo. “La silla funciona con diferentes componentes; uno de ellos es el casco convertido en un comando multimodal: está compuesto de sensores que son los encargados de captar la actividad eléctrica del cerebro y también de algunos músculos y tiene además un giroscopio que al moverse hace las funciones de un comando extra”, explica.

El casco envía señales inalámbricas a una computadora, la que va adosada a la silla y, mediante una entrada a un puerto USB trasmite los comandos que le fueron asignados al motor eléctrico que moviliza la silla de ruedas.

La asignación de los comandos se realiza por medio de un entrenamiento y de acuerdo a las características del paciente, con lo que la silla puede ir hacia adelante a partir de un comando que responda a un movimiento muscular como levantar las cejas e incluso “a un pensamiento”, sostiene López. “Hacer que la silla doble para uno u otro lado, se puede alcanzar moviendo hacia un lado u otro la cabeza”, continúa. Para ello, marca que un entrenamiento previo permite a los pacientes el manejo integral del equipo.

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