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Panorama Político

Siete días que conmovieron al socialismo

El partido socialista transcurrió los siete días más difíciles desde que en 1989 llegó al poder en la Municipalidad de Rosario.


El partido socialista transcurrió los siete días más difíciles desde que en 1989 llegó al poder en la Municipalidad de Rosario. Empezó con el magro resultado electoral en la provincia, al que en Rosario se agregó una corriente de voto castigo, siguió con la bola de nieve que se armó en torno de los serios problemas que mostró el escrutinio provisorio y termina con chisporroteos públicos entre el candidato oficialista y el gobierno. Desde el martes pasado se iniciaron las reuniones con distintos sectores de la UCR, se conformó el nuevo comité de campaña y el candidato a vicegobernador Carlos Fascendini fue el encargado de establecer contacto con los candidatos radicales surgidos de la lista.

Una reunión institucional entre el ministro de Gobierno Rubén Galassi y José Corral tuvo un aparte para la política. No trascendió qué dijo el intendente de Santa Fe, que quedó a un paso de la reelección, pero no hay dudas de que de ahora en más es el interlocutor de ese sector en reemplazo de Barletta, vencido por segunda vez (ahora 70/30) y promotor de un desafío al gobernador que le costó la senaduría de La Capital.

Hay también dentro del Frente sectores minoritarios que amagan con cruzar la puerta que les habilita el acuerdo nacional entre Sanz y Macri. Habrá que ver si sólo se trata de la construcción de una posición de fuerza para negociar condiciones internas o si hay voluntad de intentar el triple salto mortal sin escalas desde el discurso progresista a las filas del macrismo.

Enojo y replanteos

El pobre desempeño electoral primero y la instalación de un escenario de sospechas por el pésimo escrutinio provisorio luego, dejaron tildado al gobierno provincial y lo llevaron a ceder la iniciativa, rápidamente apropiada por opositores de todo color y pertenencia.

Esta situación desesperó a Miguel Lifschitz y lo llevó a fusilar públicamente a un funcionario técnico al que no mencionó pero que todos inducen de quién se trata. “Si Bonfatti no lo hace renunciar lo voy a hacer yo”, pareciera haber razonado el candidato, demandante de que el gobierno saliera a frenar la bola de nieve que se armó detrás del escrutinio provisorio.

Más allá de los traspiés y el manejo de la crisis, todo indica que en las próximas horas el gobernador ordenará renuncias y cambios. Sólo él conoce a esta hora los alcances.

Pero Lifschitz es un político experimentado. Sabe distinguir entre una crisis circunstancial como la de esta semana y el problema de fondo, que es que no alcanzó el primer escalón de votos que se había propuesto.

Esta situación abrió un fuerte debate interno sobre la dirección que deberían tomar las campañas en provincia y Rosario, con nuevas miradas, tanto en lo comunicacional como en lo político. Lifschitz tiene todavía alto nivel de desconocimiento en importantes sectores de la provincia y está incompleto el proceso de asociación a la figura del gobernador.

Mónica Fein no tiene el desafío de la falta de conocimiento, pero su camino hacia el 14 de junio necesariamente será apuntalado con el de Horacio Ghirardi, el otro socialista que además de ganar la interna fue el más votado en la categoría concejal. Le ayudará la cuota de protagonismo de María Eugenia Schmuck, que lo secundará en la lista y ahora en la elección fue la radical mejor posicionada de la ciudad con el sello UCR.

Una tercera pata es Pablo Javkin, derrotado por Fein. Como parte del voto castigo en el centro de la ciudad se canalizó a través de Javkin, ahora el interrogante es si sólo se trató de una advertencia o si son votantes definitivamente divorciados de la intendenta.

El presidente de la CC-ARI ya dio señales de que hará valer caro su respaldo, si es que lo da. La puerta abierta que tienen para él Mauricio Macri y Elisa Carrió levanta su cotización.

Seguridad y agenda de cambio

El dispar resultado entre Bonfatti y Lifschitz tiene una complejidad difícil de abordar. Sólo parecieran estar claro dos cosas: que la inseguridad caló hondo y que es imprescindible que también el oficialismo presente una agenda de cambios. Quedó establecido que Lifschitz no va a ganar caminando por ser el continuador de Bonfatti y Binner. Ambas son personalidades que concitan respaldo electoral, pero su campaña necesita montar propuestas con identidad propia y afines a una inocultable demanda insatisfecha que expresaron las urnas.

Unos se blindan, otros de pesca

Mientras el oficialismo navega en aguas convulsionadas, el PRO flota rumbo al 14 de junio. La potente primaria de hoy en Capital Federal donde Gabriela Michetti y Horacio Rodríguez Larreta disputan la sucesión de Macri contribuye a la instalación del PRO como la fuerza de moda para enfrentar al kirchnerismo.

En Santa Fe, la misión es ensancharle los márgenes de voto que Miguel del Sel logró en la primaria, apenas por encima que los de 2013 para diputado.

Irá a pescar al mismo río que el Frente Progresista: los miles que no fueron a votar, los radicales que el oficialismo intenta fidelizar, el pucho de votos que se repartieron Eduardo Buzzi y Oscar Martínez y, por supuesto, los votantes del Frente Justicialista para la Victoria.

Este es el desafío de Omar Perotti, que sabe que haber hecho una buena elección primaria no lo inmuniza de la fuga de votos que esa fuerza sufrió en anteriores comicios: es un hecho que el PRO y el Frente Progresista van a ir por sus votos como lobos hambrientos que disputan una presa. También Roberto Sukerman, candidato a intendente de Rosario, corre el riesgo de ser víctima del llamado al voto útil de unos y otros.

Ambos tienen que blindarse ante la estrategia de los que salieron adelante que ellos. Los problemas con el escrutinio provisorio y el silencio oficial durante las 72 horas posteriores al comicio fueron una oportunidad para que Perotti sacara cabeza por encima del golpeado candidato del oficialismo. No será tan fácil cuando el Frente Progresista se reordene y eche a rodar toda la maquinaria una vez más.

Sukerman, por su parte, también encaminó su campaña sin demoras. La foto con el primer candidato a concejal Eduardo Toniolli (surgido de una lista diferente), Ramos y Perotti retrató una estrategia común alejada de los conflictos que caracterizaron al peronismo local en elecciones pasadas.

Ahora falta ver los movimientos de la Casa Rosada.

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