Ciudad

Maestro de la vida

“Siempre hice lo que me gustó”

Cristián Hernández Larguía es cofundador y sostenedor de dos entidades que pasan el medio siglo de vida como el Conjunto Pro Música de Rosario y el Coro Estable. Pronto cumplirá 94 años y sigue firme en su tarea artística.


El maestro Cristián Hernández Larguía nació el 6 de octubre de 1921 en Buenos Aires pero desde los dos años vive con su familia en Rosario. Es hijo del reconocido arquitecto Hilarión Hernández Larguía y de Lucía Correa Morales, y hermano del historiador Iván Hernández Larguía. Cristián es además socio cofundador del Coro Estable de Rosario, hincha confeso de Rosario Central, y fundador –en 1962– del Conjunto Pro Música de Rosario, que todavía, más de medio siglo después, dirige artísticamente.

Hernández Larguía comenzó su actividad en la década del 30 y trabajó con Pablo Casals, Robert Shaw y Juan José Castro, entre otros reconocidos artistas. En los últimos 53 años logró una larga lista de premios y reconocimientos.

Desde su más tierna edad, a Cristián le circularon notas musicales por su sangre. Ahora saborea el dulce de ser profeta en su tierra. Próximo a cumplir 94 años, Cristián se caracteriza por la humildad de los grandes y el sentido del humor. “La pasé bomba. La macana que me hicieron hablar tanto que no me pude tomar el whisky”, bromeó al finalizar la entrevista.

—¿Cómo fue su infancia?

—Fui feliz. Tengo los mejores recuerdos porque tuve unos padres excepcionales. Con mi hermano Iván, al que le llevo un año y tres meses, fuimos muy compañeros. Mi padre había establecido en casa que los niños tenían que tener infancia, tenían que divertirse y ser chicos. Al momento de ir al colegio decidió que teníamos que empezar la escuela primaria juntos y quiso dos cosas más: que fuera una buena institución y con alumnado mixto. Uno de los pocos colegios mixtos era el Alemán, y tuve que esperar a mi hermano para empezar. Aprendí a leer con el diario, con las noticias. Cuando entré al colegio ya sabía leer. A la secundaria, fuimos al Nacional Nº 1.

—¿Y qué recuerdos tiene de esa infancia?

—Fantásticos. En mi casa no había radio ni televisión. La única radio que había estaba en el estudio de mi padre. En la mesa nunca se hablaba de cosas malas. Sólo de buenas noticias o algo sobre la familia. Y de sobremesa cantábamos las canciones que nos enseñaban en el colegio. También criaba gusanos de seda, palomas de raza, fabricaba radios a galena y se las vendía a mis vecinos. Cantábamos canciones folclóricas alemanas y obras de compositores como Mozart y Weber. Hacíamos juegos con golpes de manos en la mesa, imaginando por ejemplo la Quinta Sinfonía de Beethoven y había que adivinar de qué obra se trataba.

—¿Qué estudios tiene?

—Estudié tres años arquitectura. En ésa época éramos veinte alumnos. Todos nos enterábamos de todo; había unión. Un día el profesor me dijo que tenía que elegir entre el coro y la arquitectura, porque en ese momento había empezado a dirigir el Coro Estable, a mediados de 1945. Le comuniqué a mi papá que iba a dejar Arquitectura y no me dijo nada. Hace quince años me encontré con un alumno de él, un arquitecto conocido, que me contó lo que significó para mi padre que dejara la carrera: nunca me enteré que le había caído mal la noticia. Mi hermano estudió Derecho y dejó. Se dedicó a la Historia en general y como arquitecto fue profesor en la facultad de Arquitectura y en la de Humanidades.

—¿Era estudioso?

—Mi hermano era más estudioso y más inteligente. Hasta tercer grado estuve mejor que él: después era Iván el que me llevaba ventaja.

—¿Quién eligió su nombre?

—Me pusieron Cristián porque mi padre decía que nuestro apellido era común, y una forma de distinguirnos sería a través de los nombres.

—¿Cuál es su bebida preferida?

—Me gustan las bebidas alcohólicas en general, y el whisky en particular.

—¿Le gustan los autos?

—No. Lo que sí me interesaba era aprender a manejar. A los 8 años mi papá me puso unos tacos de madera en los pedales del coche y me enseñó a conducir los domingos en el puerto.

—¿Cómo empezó su gusto por la música?

—Fue alrededor de los 3 años. Mi padre siempre tuvo el estudio de arquitectura en mi casa, fui muy compañero con él y me pasaba todo el día allí. Uno de los dibujantes tenía que encargarse de que siempre se escuchara música. Cada cuatro minutos tenía que darle cuerda a la vitrola, que como era alta para mí, mi padre hizo hacer una tarima con una escalera para que pudiera alcanzarla.

—¿Qué tipo de música escuchaba?

— A mi padre le gustaban los coros rusos. Un año estuve juntando monedas para comprarme un disco de Bach y le pedí al empleado de la disquería que lo escondiera y esperara a que juntara el dinero. Me lo guardó. Mi disco preferido era de un coro de los cosacos del río Ural, cantado en ruso.

—¿Le gusta la música antigua?

—Me interesa todo. Me hice cargo del Coro Estable a los 25 años y comencé con un repertorio que usé como modelo: música del Renacimiento, barroco, romanticismo, y algo del siglo XX, que no fuera complicado. Me interesaba todo, pero seguía con la idea de la música antigua.

—¿Cómo nació el Pro Música?

—Era profesor de la escuela de música. Tenía muchos amigos-alumnos y formamos un grupo que inicialmente fue el coro de Cámara de la Escuela de Música. El requisito fue que teníamos que ensayar en la escuela y los ensayos eran de noche, en la Siberia. Si ahora ese lugar es problemático imaginate en esa época. Los padres de las chicas no las dejaban quedarse, así que nos tuvimos que ir y de esa manera nació el Pro Música. Comenzamos con voces y los instrumentos eran dos chinchines, guitarras, un tambor de lata bien hecho. Con eso empezamos. El Pro Música desarrolla sus actividades a nivel vocacional, no es un grupo profesional. Los integrantes del Pro Música pagan una cuota societaria; somos pocos. Apenas alcanza si se rompe un vidrio, pero tenemos aportes de empresas. En este momento tenemos aporte de la Municipalidad, de la provincia y de la Nación.

—¿Cuáles fueron los referentes a lo largo de su carrera?

—Pablo Casals, uno de los músicos españoles más destacados del siglo XX, y Juan José Castro, compositor, pianista, violinista y director de orquesta, pero lamentablemente en este país a la gente se la olvida. ¡Y eso que Castro fue reconocido a nivel mundial!

—¿Cómo se lleva con la tecnología?

—Tengo una página en facebook donde me dedico a escribir sobre política. La gente a la que le interesa me lee, me contesta y le respondo. También uso correo electrónico y leo algo por la web.

—¿Qué le gusta de una mujer?

—Todo. Que sea mujer.

—¿Cuál es su comida preferida?

—Me gustan las mollejas, las rabas bien hechas, el pescado y los canelones de verdura, con manteca y queso.

—¿Viajó por muchos lugares?

—Con el Coro Estable fuimos a Alemania, Italia, Chile, con el Pro Música viajamos a Estados Unidos, Inglaterra, España, Italia, Panamá, y casi todos los países de Latinoamérica. La política cultural del país cambió. Antes existía una Secretaría de Relaciones Culturales, donde se organizaban viajes, y si le entregábamos la gira organizada la Cancillería se hacía cargo. Ahora no, todo es a pulmón y es imposible.

—¿Qué le dio la profesión?

—La vida. Soy un privilegiado. Nunca estudié, soy autodidacta. Nunca trabajé porque hago lo que me gusta. Nunca fui a un concierto o a un ensayo mal predispuesto, al contrario. Mi desgracia es que todo me interesa.

Ayuda de la provincia

El gobierno provincial entregó una semana atrás un aporte económico al Conjunto Pro Música. La ministra de Innovación y Cultura, María de los Ángeles González, entregó a la institución una ayuda de 190 mil pesos para afrontar deudas contraídas por la legendaria entidad, que la habían dejado literalmente al borde de la desaparición. En medio del acuciante panorama, un mes y medio atrás se realizó una subasta de obras de artistas rosarinos que las donaron para apoyar al Conjunto. En el remate, que se realizó en el teatro El Círculo, se logró recaudar una cifra casi similar al subsidio provincial, gracias a más de 40 obras de Miguel Ballesteros, Oscar Comba, Rubén Echagüe, Indiana García Guala, Chachi Verona, Oscar Herrero Miranda, José María Lavarello, Matha Magnani, Rodolfo Pérez González, Ricardo Supisiche, Julián Usandizaga y Jorge Vila Ortiz, entre otros.

Coro Estable de Rosario

El Coro Estable de Rosario es una Asociación Civil sin fines de lucro, de carácter vocacional, que no percibe subvenciones, oficiales ni privadas. Es también una entidad declarada de Bien Público Nacional y Municipal.

El Coro se fundó el 6 de octubre de 1942. Su primer director fue el maestro Ricardo Engelbrecht y a partir de 1946 se hizo cargo de la dirección Cristián Hernández Larguía, hasta octubre de 2011. Su actual directora es la profesora Sandra Álvarez.

En 1955 el Coro Estable de Rosario organizó el Primer Festival de Coros de Rosario y, en años posteriores, festivales provinciales, nacionales e internacionales.

El Grupo de Niños del Coro nació en 1961. Hernández Larguía y Amanda Aliana fueron los directores. Un año más tarde llegó el Grupo Juvenil, dirigido por María Eugenia Barbarich, que completó la formación de una escuela coral para el Grupo de Adultos.

Por recomendación de Juan José Castro el Coro Estable fue seleccionado en 1964 para realizar el oratorio El Pesebre de Pablo Casals, que bajo la dirección de su autor se llevó a cabo en el Teatro Colón de Buenos Aires, junto a la Orquesta Sinfónica Nacional. En 1957 este grupo ya había obtenido el primer premio en el Concurso Nacional de Coros organizado por el Collegium Musicum de Buenos Aires.

La seguidilla de reconocimientos continuó: en 1980 obtuvo el Primer Premio en el Concurso Nacional de Coros organizado por la Subsecretaría de Cultura de la Nación y, en 1981 obtuvo seis premios en el Concurso Internacional de Coros de Arezzo (Italia), resultando, así, el coro más premiado.

A lo largo de su trayectoria presentó numerosas obras sinfónico-corales, tales como la Misa en Si menor, la Pasión según San Mateo, la Pasión según San Juan, Magnificat en Re, Oratorio de Navidad y numerosas cantatas de Johann Sebastian Bach como los oratorios El Mesías, Festín de Alejandro, Oda a Santa Cecilia, La Pasión según San Juan de Brockes y otras obras menores de George Frederick Handel, igual que numerosas misas, cantatas, oratorios y motetes de Vivaldi, Mozart, Haydn, Mendelssohn, Schubert, Beethoven, Kodaly, Strawinsky, entre otros.

También realizó presentaciones en Alemania, Italia, España, Chile y Uruguay y en los principales centros culturales del país, siendo reiteradamente elogiado por la crítica especializada.

Pro Música de Rosario

El Conjunto Pro Música de Rosario está constituido como una Asociación Civil cuya finalidad fundamental es la difusión de la música de la Edad Media, del Renacimiento y del Barroco. El Conjunto se fundó en 1962 por su actual director, Cristián Hernández Larguía, que centró la actividad de los primeros años en la formación especializada y consolidación de un ensamble vocal e instrumental dedicado con exclusividad a la música antigua.

El Pro Música para Niños Rosario nació en 1969. El grupo está compuesto por nueve integrantes del Pro Musica Antiqua que, organizado con el objeto de alentar la formación musical desde la temprana edad, realiza espectáculos didáctico-musicales para niños.

Como consecuencia de esa iniciativa, se creó en 1972 el Instituto Pro Música, organismo dedicado a la educación musical de niños, jóvenes y adultos. Ese mismo año comenzó su actividad el Pro Música Barroca de Rosario, grupo de cámara de cinco integrantes dedicado exclusivamente a la interpretación de la música de los siglos XVII y XVIII en versiones originales.

Entre 1985 y 1987 desarrolló sus actividades la Orquesta de Cámara Pro Música, un grupo estable de jóvenes músicos que conformaron una escuela orquestal única en Rosario. La profesora Mary Barg y Cristián Hernández Larguía se desempeñaron en conjunto al frente de la orquesta. Para apoyar el funcionamiento se instituyeron becas de estudio para alumnos.

En 1986 se creó el Grupo de Danzas Renacentistas del Pro Música. El dictado de un curso específico por la profesora Ana Yepes sirvió de estímulo definitivo. La dirección estuvo a cargo de Marichín Bergallo. Los trajes de época para las cuatro parejas de bailarines fueron diseñados y realizados por Dante Taparelli. El grupo permaneció activo durante diez años.

En 1995, a instancias de Hernández Larguía, se crea el Pro Música Gregoriana, grupo dedicado al estudio e interpretación del primitivo canto cristiano. La dirección del mismo es ejercida por Claudio Morla.

En la obra del conjunto, vuelven a destacar sus mismos integrantes, es de carácter puramente vocacional, por lo que las metas alcanzadas guardan directa relación con el trabajo asumido día a día por sus miembros. En mérito al nivel y magnitud de la obra cultural que desarrolla es que llegaron los reconocimientos de los Estados municipal y nacional.

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