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Reflexiones

Scioli explota furcios y Macri apunta a nervios

Daniel Scioli apostó a exprimir, en el sprint último de la campaña, su espadeo por TV con Mauricio Macri.


Daniel Scioli apostó a exprimir, en el sprint último de la campaña, su espadeo por TV con Mauricio Macri. El exceso de porteñismo y de “pose canchera”, el tono ofensivo que no sintoniza con la promesa de felicidad macrista y, sobre todo, la ausencia de definiciones –por la positiva o por la negativa–, inyectó al sciolismo una dosis de expectativa y lo animó a salir a explotar tres ejes: uno global, sobre la admisión de un ajuste en la economía, y dos frases, una propia y otra ajena.

“A pesar de que Scioli lo acusó siete veces de que hará un ajuste, Macri jamás negó que vaya a ajustar. ¿Se necesitan más pruebas?”, se daba confianza, este lunes, un operador del PJ que integra el staff de Scioli y apuesta a que el votante de Sergio Massa migre hacia el FpV. El ítem ajuste y “megadevaluación”, sobre el que Scioli giró insistentemente, constituye una novedad de la comunicación política: que Macri no lo haya negado, ni siquiera indirectamente, asienta un episodio de honestidad brutal del candidato pocas veces visto si no se computan furcios y gaffes.

El sciolismo hurgará, hasta el domingo, sobre ese surco discursivo –o no discursivo– de Macri que, por el contrario, no es visto como una debilidad por los estrategas macristas que definieron, con más efectismo que Scioli, la táctica del debate: Macri planeó golpes de efecto, sonrió oportunamente y hasta cumplió con el ritual del beso con su mujer, Juliana Awada, que apareció presurosa sobre el escenario.

El inconveniente “me rindo”

Jaime Durán Barba, Marcos Peña y Miguel del Godoy, los artífices de la táctica del candidato, fijaron un libreto preciso que se detuvo más en los detalles que en el fondo.

Apenas, en el equipo de Macri, asumen un error: el “me rindo” que dijo a modo de reproche por la no respuesta de Scioli y que el sciolismo tomó, desde ese instante, como un sello.

El lunes hubo mensajes con esa frase y hasta camisetas amarillas con la leyenda “me rindo” mientras que el FpV lanzó, en redes sociales, el comentario “Yo no me rindo” con la imagen de Scioli. Ese traspié de Macri formó parte de los elementos que el sciolismo quiere aprovechar pos- debate, que se completa con la frase más taquillera del entrevero: “Si no pudiste arreglar el problema de los trapitos ¿vas a solucionar el narcotráfico?” lo apuró Scioli y Macri no respondió.

El sciolismo se abrazó a esos tres elementos para decir que salió mejor parado y, a la vez, se detuvo en observar que más allá de las observaciones del macrismo sobre los nervios de Scioli y su falta de respuestas, no encontró terminado el debate un elemento específico como síntesis.

Nervios, tranquilidad y más

El macrismo se detuvo en una mirada global sobre un Scioli que entendieron nervioso, incómodo y sin habilidad para desmarcarse de Cristina de Kirchner. Pero sobre todo, se afianzó en la idea de que Macri se mostró más tranquilo y seguro, durante el debate y administró con más habilitad el trámite. El efecto sorpresa tuvo un riesgo adicional: Macri fue más agresivo que lo habitual, por momentos incluso irrespetuoso, lo que pudo producir algún malestar en sectores indecisos.

Locos por la imagen

Macri se enfocó, más que en lo que debía decir, en cómo mostrarse y en cómo lucir: parecer ganador es más eficaz, en televisión, que pronunciar frases de ganador. De hecho, no solo evitó decir que no ante las imputaciones de Scioli sino que, además, tampoco se esforzó por enunciar algún tipo de propuestas o compromisos públicos.

El debate explicitó las dificultades de ambos. Scioli para tratar de inyectar encanto a un sistema desgastado y que generó saturación; Macri, al prometer un futuro luminoso pero sin dar detalles o pistas sobre cómo se llega o cómo es ese paraíso. El comentario de un dirigente según el cual “el kirchnerismo te lleva al paraíso a patadas en el culo” vale, como espejo, para Macri que con buenas formas invita con una imprecisa promesa de unión y felicidad.

Balances y confianza

El macrismo quedó, pasadas las horas, conforme con el desempeño de su candidato. No hay, en ninguna mesa del PRO, la idea de una posible derrota: los números propios y de consultoras cercanas los invitan a estimar, incluso, una diferencia de hasta 12 puntos.

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