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Sociedad

Problemas de aprendizajes con las condiciones sociales de hoy

La psicóloga Marta Hernández analiza los factores que influyen en las dificultades de los alumnos en las aulas.


Las escuelas son mucho más que un espacio teórico, los procesos pedagógicos involucran a personas que establecen vínculos entre sí y con su contexto. En esta definición, un alumno es un conjunto de instituciones (familia, barrio, club, etcétera) interactuando dentro del aula.

El ámbito áulico se ve atravesado por situaciones endógenas, generadas por la propia dinámica escolar; y exógena, donde la vida social es relevante para las conductas personales. En este marco, realidades que parecieran propias de la escuela, como las dificultades en el aprendizaje, están ancladas en procesos del orden social.

Es frecuente escuchar a los docentes reclamar por el bajo rendimiento escolar de los estudiantes; en este sentido, el informe Pisa (Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes), que analiza el rendimiento de los alumnos de 15 años, pareciera dar cuenta de ello. Los resultados del último año (diciembre de 2013) dieron saldo negativo para nuestro país al ubicarlo en el 59º puesto entre 65 países evaluados. La situación no fue distinta para las naciones de Latinoamérica, que en general se encontraron en los últimos lugares.

Estos datos por sí mismos no dan cuenta de la complejidad del bajo rendimiento y el déficit de atención. Muchas de las causas de estas problemáticas están asociadas a leves alteraciones cognitivas o emocionales que no llegan a transformarse en patologías, salvo cuando se presentan con intensidad o se prolonga en el tiempo.

Gladys Jadue, docente en la Universidad Austral de Chile, sostiene que “cada estudiante presenta características cognitivo-afectivas y conductuales distintas, y las escuelas, en general, otorgan una enseñanza destinada a niños “normales” o “promedio” que prácticamente no presentan diferencias entre sí y que no muestran alteración, desviación, déficit o lentitud en ningún aspecto de su desarrollo. Esto provoca que todos los niños que por alguna razón se desvían o alejan de este “promedio” están en riesgo de bajo rendimiento y de fracaso escolar”.

Las dificultades en el aprendizaje tienen distintas causas, y allí las condiciones socio ambientales juegan un papel importante. Los procesos de riesgo a los que están sometidos los jóvenes se pueden transformar en algunos casos en profundos padecimientos que provocan el empobrecimiento psíquico y el deterioro de los procesos de pensamiento.

El bajo rendimiento y los problemas de aprendizaje son más profundos en las escuelas de zonas periféricas, donde las causas están asociadas generalmente a la mala alimentación, violencia familiar y social, entre otras. Todas estas situaciones influyen en la falta de concentración. Tal es la multideterminación de estas afecciones que las aulas superpobladas, las inhibiciones, la baja autoestima y hasta las parasitosis que provocan trastorno del sueño, hiperactividad y nerviosismo, atentan contra la posibilidad de desarrollar un aprendizaje en condiciones propicias.

Marta Hernández es psicóloga, egresada de la UNR y psicóloga Social. Cursa una maestría en “Psicología Social, grupos e instituciones” en la Facultad de Psicología de la UNT (Universidad Nacional de Tucumán). Es directora de la Escuela Rosarina de Psicología Social “Dr. Enrique Pichon-Rivière” y hasta diciembre de 2012 coordinó el Equipo Interdisciplinario de Apoyo Escolar de la localidad de Chabás.

“En primer lugar, no podemos pensar en factores aislados, ni tampoco en sumatoria de factores. Los fenómenos y procesos que se dan en la institución escolar se entrelazan e influencian dialécticamente con los procesos del conjunto de las instituciones, grupos y vínculos existentes en el orden socio-histórico. La sostenida y profunda crisis social, económica y política que venimos padeciendo desde hace décadas en nuestro país, opera de distinta manera, produciendo resquebrajamientos, fragmentación y vulnerabilización de vínculos y relaciones. La escuela no puede abstraerse de esas condiciones generales de vida”, sostiene Hernández.

—¿Cómo se expresan los trastornos de ansiedad en los jóvenes?

—Los trastornos de ansiedad se han incrementado notablemente en la población, en general en los últimos años y, desde ya, ese incremento debe ser comprendido como “emergente” de las condiciones en que se encuentran las relaciones sociales actuales en las cuales los niños están involucrados. Desde ya que esas condiciones sociales más generales, más amplias, se deben articular con lo que Enrique Pichon-Riviere llama “verticalidad”, es decir, la particular manera de funcionamiento psíquico, en este caso del alumno afectado. En él interjuegan influyéndose mutuamente, lo heredado, lo constitucional, las primeras experiencias vinculares-familiares de las que ha formado parte y por sobre todo, un factor social desencadenante que pone en juego un conjunto de conductas estereotipadas, inadecuadas, productoras de padecimiento. Ese padecimiento subjetivo va constituyendo un obstáculo cognitivo y emocional que operará como traba en el necesitado intercambio con el medio escolar, en este caso. Otras de las problemáticas asociadas a los problemas de aprendizajes son las fobias sociales. El doctor Alfredo Cía sostiene que la fobia es un miedo persistente, excesivo y desproporcionado a determinados objetos o situaciones que se acompaña con una marcada tendencia a evitarlos. Estas fobias se pueden asociar al ámbito escolar.

—¿Cuáles son los síntomas de la fobia social?

—Los síntomas más frecuentes son taquicardia, sudoración, temblores, dificultades para respirar, tensión muscular, deseo urgente de orinar, molestias gastrointestinales, miedo a bloquearse, tartamudeo, temor a la evaluación negativa de los demás, evitación de vínculos y encuentros sociales, miedo al ridículo, ansiedad intensa ante lo grupal, etcétera.

—¿Las escuelas están en condiciones de enfrentar estas alteraciones?

—En la mayoría de los casos, las escuelas no cuenta con recursos que le permitan descifrar y atender oportunamente los signos de emergencia de esa “fobia escolar”, y por supuesto que no podrá colaborar en la comprensión de la problemática ni tampoco podrá ser parte de la resolución del conflicto. Es más, efectivamente puede generar iatrogenia. Por otra parte, es sabido que las poblaciones vulnerables están más predispuestas a sufrir mayor padecimiento.

—¿La escuela de psicología social puede atender éstas problemáticas?

—Por supuesto que desde la psicología social, en tanto entendemos que la salud mental es una construcción colectiva, cuenta con recursos para detectar situaciones, elaborar diagnósticos y efectuar los abordajes que se requieran, movilizando para ello el protagonismo de los sectores involucrados. De hecho, la Escuela Rosarina de Psicología Social “Dr. Enrique Pichon-Rivière” asiste distintos requerimientos de instituciones escolares, entre ellos lo que hoy se designa como “fobia escolar”.
Marta Hernández cita a la psicóloga Mirta Videla cuando sostiene: “Una persona se enferma siendo parte de la comunidad donde vive… Una comunidad es parte de la aparición, desarrollo y término del padecer de una persona, del enfermar y del curar. También su forma de morir… Los indicadores de salud muestran a las claras que los individuos menos favorecidos socialmente están más expuestos a enfermar y en tanto las sociedades posean más dañado el tejido social que genera la pertenencia y solidaridad, más sujetas están a ser cuna de patologías diversas…”.

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