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Historias de boxeo

Prada-Gatica, una rivalidad sin fin


La primavera comenzaba a instalarse. La noche del martes 29 de setiembre de 1942 no fue una más. En la Federación Argentina de Box se había programado una cartelera de boxeo amateur.

Livio Sosa estaba anotado en la categoría pluma para combatir, pero faltó a la cita. Quizás de no haberlo hecho la historia del boxeo argentino se habría perdido uno de sus capítulos más apasionantes. Buscaron un reemplazante. “Pibe, queres pelear, hay diez pesos para vos”. La propuesta iba dirigida a un chico de ojos verdes y mirada penetrante. Lustrabotas del barrio de Constitución, sabía merodear por el estadio los días de festivales. Le prestaron un pantalón, las botas y el protector bucal. Ese pibe era José María Gatica. Su rival era campeón de novicios, título ganado en el mismo escenario un año antes. Se llamaba  Alfredo Prada.

La pelea fue intensa, vibrante. La gente de pie tomó partido por uno u otro. Una izquierda de Prada mandó a la lona a Gatica. La discusión explotó. La controversia se instaló por primera vez entre ambos. ¿Fue un golpe al hígado? ¿Fue un golpe bajo? El fallo de las autoridades encendió aún más la polémica. Prada fue descalificado. Ganó Gatica, el lustrabotas con mirada desafiante. Se encontraron a la salida. Discutieron y se fueron a las piñas nuevamente. Finalmente Prada se perdió por Castro Barros hacia la avenida Rivadavia. Gatica con los puños cerrados y los diez mangos en el bolsillo. Esa noche nació el duelo  más apasionante del boxeo nacional. A partir de ese momento sus vidas, sus destinos, quedaron encadenados. Fueron eslabones de una cadena con carrera diferentes, finales opuestos, enfrentamientos inolvidables. Dividieron la opinión del país. Estabas con Prada o estabas con Gatica.

José María Gatica era el clásico chico de la calle. De vida dura, con privaciones desde el primer día. Nació en Villa Mercedes, San Luis un 25 de mayo de 1925. De padre desconocido, llegó a Buenos Aires con su madre y dos hermanas. Vendía caramelos, diarios, lustraba zapatos. Todo servía para ganarse unos pesos.  Su parada estaba en el bar “El Ancla”, en Paseo Colón y San Juan, cerca de la “Misión de los Marineros”, un lugar frecuentado por embarcados en barcos ingleses. Allí comenzó a pelear y se llevaba las monedas que le tiraban. Un día un peluquero de la zona, lo llevó a entrenar a un club de Barracas. Le consiguió un laburo de ayudante de albañil por cinco pesos diarios. El peluquero, llamado Lázaro Koczi, descubrió a Pascual Pérez y al legendario Karadagián. Con el tiempo también pudo decir: “Yo descubrí a Gatica”.

Alfredo Prada nació en Rosario el 10 de marzo de 1924. Algunos dicen que fue en Villa Constitución. Su documento lo acreditó como rosarino. A los cuatro años de edad un desprendimiento de la cabeza del fémur en la cavidad cotiledónea lo tuvo internado en el Hospital Español de Rosario. Cuando recibió el alta médica, su pierna derecha tenía seis centímetros menos que la izquierda. De carácter introvertido. Callado. Lo apodaron “Pata de Catre”.

Quince días después de la pelea en la Federación llegó la revancha. El martes 13 de octubre de 1942 les pagaron veinte pesos a cada uno. Ganó Prada por puntos, luego de derribarlo tres veces a su rival. La rivalidad estaba instalada.

Prada se formó en el histórico Almagro Boxing Club con Prudencio Melero y Manuel Valcarce como entrenadores. Tras 55 peleas como amateur se hizo profesional el 4 de enero de 1943. José María Gatica, luego de ser campeón latino americano en Lima (1944) y Guantes de Oro (1945), ingresó al campo rentado el 7 de diciembre de 1945. Sus carreras transitaron vertiginosos caminos paralelos. Prada ganaba por puntos. Gatica noqueaba a sus rivales.

Alfredo Prada estudiaba en las Academias Pitman, dactilografía, contabilidad e inglés. Después de cada pelea se refugiaba en su casa. Relajaba sus músculos con baños de inmersión. José María Gatica se vestía a la moda y llamando la atención. Festejaba sus victorias en cabarets y clubes nocturnos famosos.

La noche del 31 de agosto de 1946 se produjo el primer enfrentamiento profesional entre los dos. Fue en el Luna Park y  se recaudaron 43.708. La pelea fue tremenda. Áspera. Picante. Sangrienta. Se atacaron con furia escalofriante. En el primer round Prada tenía el ojo izquierdo cerrado. En el cuarto sufrió doble fractura del maxilar inferior. La bronca acumulada se desató en el ring. Prada con una derecha al mentón hizo arrodillar a Gatica, quien se recuperó y ganó por puntos, sacándole el invicto al rosarino. La revancha quedó en el aire. El 12 de abril de 1947 el Luna Park era un fuego encendido. Fue la más vehemente y dramática de todas las peleas entre ambos. El tema empezó unos días antes cuando Gatica a la salida del gimnasio encontró a Prada en la esquina. Sin mediar palabra le escupió los zapatos al rosarino. Se trenzaron en una pelea callejera, rápidamente concluida por terceros. La recaudación trepó los 63.204 pesos. El choque fue brutal. Encarnizado con ribetes de inhumano. Ganó Prada por nocaut técnico en el sexto capítulo. Gatica perdió el invicto y sufrió fractura del maxilar.

Volvieron a encontrarse cara a cara el 18 de setiembre de 1948. Alfredo Prada era campeón argentino de los livianos. José María Gatica, luego de siete meses inactivo, volvió con doce peleas ganadas y once nocauts. Esa noche Eva Perón y su hermano Juan Duarte se ubicaron en primera fila. La recaudación ascendió a 156.471 pesos. Cuando los boxeadores subieron al ring, el estadio tembló de emoción. La pelea fue pareja, como todas. Prada visitó la lona en el noveno. Ganó Gatica por puntos. No volvieron a encontrarse hasta casi cinco años después. Prada, el boxeador favorito de Juan Perón, en 1949 viajó a Estados Unidos e hizo cinco peleas. Eva Duarte y su familia apoyaban a Gatica.

El cuarto choque llegó el 16 de setiembre de 1953. Otro tope de recaudación: 754.435 pesos. Se disputó el título argentino liviano que tenía el rosarino. En el sexto round una izquierda cruzada mando al piso a Gatica. Se levantó. Siguió. Fue inútil. Sin fuerzas y tocado por otra derecha volvió a caer. Se incorporó tomándose de las cuerdas. La mirada perdida observó el final. Ganó por nocaut Prada. Por primera vez, Gatica bajó silbado del cuadrilátero.

Prada se retiró en 1956, luego de ganar la corona sudamericana ante el chileno Andrés Osorio. Trabajó en el Senado de la Nación hasta jubilarse. Abrió un restaurante llamado “KO”, en donde Gatica trabajó haciendo relaciones públicas, para mejorar su apremiante situación económica.

José María Gatica cayó en desgracia. Abandonado por los amigos del éxito. En la miseria. Se retiró en julio de 1954, cuando le quitaron la licencia. Murió tras caer bajo las ruedas de un colectivo de la línea 295, luego de un partido Independiente-River. Tenía 38 años. Velado en la Federación Argentina ante una multitud. El mismo escenario donde los dos guerreros comenzaron la historia. Prada permaneció largo tiempo al lado del cajón. La historia dio paso a la leyenda.

Alfredo Prada, El Gallego o El Cabezón, fue un ejemplo de superación como deportista. Encontró en el boxeo una profesión que honró hasta el último minuto. Nunca se preocupó por los elogios o la ostentosa frivolidad del éxito.

José María Gatica. Ídolo de la popular. Carismático, de perfil excéntrico y personal. Mito y leyenda. Nunca ganó un título. Fue el campeón del pueblo. Hace poco sus restos volvieron a su San Luis natal.

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