Espectáculos

Poesía en movimiento

Evocación de paisajes propios. La bailarina Alejandra Valdés habla acerca de "Semillas del aire", una obra de danza tgeatro dirigida por Alicia Boggian, que se presenta el domingo en La Sonrisa de Beckett


“La partícula cósmica que navega en mi sangre es un mundo infinito de fuerzas siderales, vino a mí tras un largo camino de milenios. Cuando, tal vez, fui arena para los pies del aire”. Así comienza “Tiempos del hombre”, el poema de Atahualpa Yupanqui que sirvió como una de las fuentes de inspiración para crear Semilla del aire, una obra de danzateatro interpretada por la bailarina Alejandra Valdés que, bajo dirección de Alicia Boggian, se presentará este domingo, a las 20, en La Sonrisa de Beckett (Entre Ríos 1051), luego de hacer temporada en la ciudad el año pasado y de pasar por numerosos festivales del país.
“La obra indaga en mi historia, es una búsqueda genealógica, fuimos hilando eso que aparecía a través del movimiento, donde empezaron a generarse imágenes, lugares, personajes. Con eso que aparecía en las improvisaciones fuimos armando un guión; encontramos en algunos poemas de Atahualpa Yupanqui un anclaje que nos sirvió mucho, en especial en «Tiempos del hombre», que habla de las mutaciones y la transformación que es un poco de lo que habla la obra, la transformación constante que pasa por diferentes energías o estados”, describió Alejandra Valdés en diálogo con El Ciudadano.
Oriunda de Santiago del Estero y radicada en Rosario hace diez años, la bailarina trabajó junto con la coreógrafa Alicia Boggian elementos y ritmos propios de su territorio natal para incorporarlos y resignificarlos en esta puesta: “La idea fue evocar esos paisajes propios de mi infancia y adolescencia, traerlos a la escena, y eso lo terminamos de recrear con la escenografía, la luz y la música. Parte del sonido lo grabamos en Santiago, como los atardeceres con chicharras y bombo legüero para la música; buscamos que la obra sea algo integral. Al indagar en la propia poética se torna una obra de la tierra. Es fuerte pensar en lo ancestral pero hay algo de eso, por momentos hay una mujer antigua que viene a decir algo en un idioma inventado que usamos con reminiscencia del quichua. Nos gustaba que sea un lenguaje inventado pero con sonoridades cercanas al quichua para seguir marcando ese lugar. Y a nivel técnico, entrenamos el cuerpo de agua, el cuerpo sonoro; desde ese lugar empezaron a salir voces y le dimos cuerpo y ahí aparece lo más teatral sin buscar la representación”, advirtió Valdés acerca de la obra.
Ganadora del Concurso Coproducciones de la Municipalidad de Rosario en 2013, Semilla del aire invita a “conocer a una mujer danzada por las energías cíclicas de lo humano, lo animal y lo vegetal”, según anuncia la gacetilla de prensa. Y en relación con este aspecto, Valdés remarcó: “Hay una idea de un pasaje de lo vegetal, a lo animal, a lo humano. Todo empieza con el brote de la semilla como idea de origen y, a través de la relación entre el agua, el viento y el Sol, la luz empieza a modificar eso. La obra comienza con una idea vegetal que después se transforma, crece, se convierte en flor, todo de manera abstracta, y de ahí deviene animal y luego deviene humano. Esta idea del devenir es el ser en constante movimiento, tiene ese trasfondo filosófico que uno intenta llevar a la práctica. No es una danza que muestre virtudes del movimiento sino estados de transformación”.
Esos diferentes estados y energías son llevados a escena a partir de elementos tomados de la denominada danza butoh, cuyo origen se remite a Japón tras los ataques sobre Hiroshima y Nagasaki. “Cuando empecé a bailar esta danza, empecé a sentir que me conectaba conmigo, con algo que incluso desconozco de mí, me abría a lo desconocido. Hay un japonés que dice «bailo la danza que mi cuerpo recuerda», eso me llevaba a ir directamente a cuestiones propias, me permitió indagar en mi propia poética, sin salirme de ella ni imitar sino hacerme cargo de la danza que uno tiene adentro y tiene que pulir y descubrir. Además, este estilo de danza nos permite tomar de nuestro folclore nuestra poética para poder danzar, entonces no es querer imitar a una danza japonesa sino atravesar la esencia de eso que, básicamente, propone danzar estados, ser danzados y, a través de esas concepciones, intentamos mostrar transformaciones”, concluyó Valdés.

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