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Ciencia y Tecnología

Paso clave de la Física para la comprensión de la materia

El premio Nobel recayó en científicos que, tras muchos años de investigación, aportaron información sobre los neutrinos.


El premio Nobel de Física de este año, que fue anunciado en Estocolmo el martes, les correspondió a dos grupos de investigadores de dos países: los líderes de ambos, Takaaki Kajita y Arthur Mc Donald, japonés y canadiense respectivamente, pudieron resolver el rompecabezas de los neutrinos, un tema en el que se lleva investigando por décadas.

Los neutrinos son partículas que se mueven por el Universo a la velocidad de la luz, oscilan y cambian de identidad, lo que demuestra que tienen masa. Conocer más sobre ellos permitirá comprender el funcionamiento de la materia y agregar conocimiento sobre el Universo.

Para poder desarrollar la hipótesis e intentar comprobarla, Japón construyó el Super-Kamiokande, un observatorio de neutrinos localizado a 1.000 metros bajo tierra, en la mina de Mozumi, ubicada en la ciudad de Hida (antiguamente conocida como Kamioka).

El mismo consiste en un tanque de 50.000 toneladas de agua pura rodeadas por cerca de 11.000 tubos fotomultiplicadores. La estructura cilíndrica tiene 40 metros de alto por igual medida de ancho.

El grupo de investigadores canadienses liderado por Mc Donald demostró que los neutrinos del sol no desaparecían en su camino hacia la tierra y que podían ser captados con una identidad diferente al llegar al observatorio de neutrinos de Sudbury, localizado en Ontario. El detector, diseñado para observar neutrinos solares en su interacción con un gran tanque de pesada agua, fue activado en de mayo de 1999. El observatorio obtuvo datos concluyentes al demostrar el cambio de identidad de los neutrinos, el 18 de junio de 2001.

El trabajo de los dos científicos ha sido posible gracias a dos enormes instalaciones construidas bajo tierra, el detector Super-Kamiokande de Japón, y el Sudbury Neutrino Observatory (SNO) de Canadá. Ambos Estados priorizaron invertir en la generación de conocimiento a través de la investigación científica.

“Fue un juego de equipo. Los japoneses detectaron la anomalía y los canadienses la explicaron”, se comentó luego de conocerse la noticia del Nobel.

El Ciudadano fue en busca de la opinión de Ariel Dobry, doctor en Física, investigador del Conicet, investigador y docente de la UNR, e integrante del Instituto de Física Rosario (Ifir), quien para facilitar la comprensión del tema recurrió a la historia de los progresos en física: “En la física de partículas todo es muy delicado y difícil de medir.

Hace muchos años, en la década del 40, Pauli (Wolfgang) predijo la existencia de una partícula que nunca se iba a poder detectar, lo cual le causaba una gran angustia. Él explicaba que después de un ‘decaimiento’ radiactivo no se restablecía la misma energía del momento anterior a ‘ese decaimiento’, lo que le hacía suponer la existencia de una partícula imposible de detectar. Su hipótesis fue tomando cuerpo hasta que años después se conocieron los neutrinos (término que en italiano significa ‘pequeños neutrones’, inventado por el científico italiano Enrico Fermi); se trata de partículas subatómicas.

Desde hace unos años se sabe, en contra de lo que se pensaba, que estas partículas tienen masa, pero muy pequeña; además, se trata de una partícula muy elusiva. Tan elusivos son los neutrinos que atraviesan toda la Tierra y se detectan, recién, tiempo después. Ambos grupos premiados con el Nobel lograron perfeccionar sus detectores y lograron identificarlos. Este procedimiento y sus conclusiones son los que acaban de ser distinguido con el Nobel de Física”, afirma Dobry.

“El mundo ha vivido equivocado”, diría Fontanarrosa, y parece una sentencia tan popular como acertada, a tal punto que durante muchos siglos la Humanidad fue construyendo su cosmovisión y su pensar cotidiano, creyendo que el Sol giraba alrededor de la Tierra; aún hoy se dice “el sol sale” o “se pone” a determinada hora.

Costó años, luchas y hogueras aceptar la contribución de Copérnico, y “ese giro copernicano hizo que se introdujeran nuevos paradigmas”, agrega Dobry.

Al tomar estado público este nuevo conocimiento, la pregunta es ¿qué le reporta a la humanidad?

“No sólo ayuda a resolver ese tramo de ignorancia, sino que hace que sentemos las bases de una nueva manera de pensar”, sostiene Dobry.

Es una invitación a pensar de otra manera, abre a la humanidad nuevos horizontes mentales. La humanidad ha experimentado que la aventura de pensar de otra manera genera en el hombre miedo porque lo que se puede avizorar es verdaderamente revolucionario. Los grandes giros del pensamiento, y no sólo en la física, son esos cambios de visión de algo que parecía natural y sufrió un quiebre.

En principio, estos cambios de paradigma han trasladado al hombre en un lugar de mayor humildad, desplazándolo de un centro tan mágico como ilusorio.

“Los humanos necesitamos reiterar cotidianamente la creencia de que tenemos el control de la naturaleza, aunque ya sepamos que no es así. Entonces es natural que el hombre por miedo evite arriesgarse hacia ciertas zonas que pueden significarle nuevas angustias. Es necesario cierto control ciertas seguridades: llegar a casa y saber que estará allí, como la dejamos al salir. Pero cuando esas seguridades se transforman en una forma de vida completa no nos permiten esa dosis necesaria de creatividad. Tanto la ciencia como el arte se basan en dejar abierta una ventana a la incertidumbre. Debemos aprender a vivir con cierto nivel de incertidumbre”, concluye Dobry.

El desafío que enfrentan los países como Estado y como comunidad es alfabetizar científicamente a la población y favorecer los canales de la divulgación científica.

Marcelino Cereijido es un investigador argentino que reside en México. En uno de sus recientes trabajos de divulgación científica* invitaba a pensar: “Es casi perogrullesco afirmar que quien sabe es aún más poderoso cuando el otro no sabe y no puede…”; “un pueblo no es necesariamente dependiente por deber dinero, sino cuando no interpreta mejor que nadie su propia realidad o, peor aún, cuando es forzado a autointerpretarse como al dominador le convenga”.

Hacer ciencia

“Uno de los ejes de la política para la ciencia (…) debe girar alrededor de su difusión y su valor educativo”, sostiene Sara Rietti, quien fue jefa de Gabinete del doctor Manuel Sadovsky en la Secretaría de Ciencia y Tecnología creada por el gobierno de Raúl Alfonsín, en la reinstalación de la democracia en el país.

Para Rietti, “hacer ciencia, que es una forma de aprender y enseñar, significa el modo más valioso de pensar, se trata de salir del oscurantismo para entender y desarrollar qué es lo que necesitamos como sociedad, eligiendo qué es lo que nos conviene en un mundo signado por la impronta científico-técnica”.

La democratización del conocimiento fue uno de los núcleos del Pensamiento Latinoamericano sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad, que encuentra su origen superada la mitad del siglo XIX para expandirse en los 60 y 70 del siglo XX. Se trató de una visión autóctona al rescate de “un modo de pensarse” antes de “ser pensados”.

En nuestro país, intelectuales de la talla de Oscar Varsavsky, Amílcar Herrera y Jorge Sábato, fueron, entre otros, quienes apuntalaron este patrimonio cultural para el manejo autónomo de la sociedad, en temas vinculados a la ciencia, la tecnología y la sociedad.

Cereijido, por otra parte, sostiene que “hoy, por necesidad de sobrevivencia, la humanidad se ha tornado una especie ciencia-dependiente y lo refleja con una sentencia que se tornará útil para reflexionar: con el actual número de habitantes, la ciencia y la tecnología ya no se necesitan cultivar por mero amor al conocimiento, sino como las únicas herramientas con que podemos contar para mantenernos vivos”.

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