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Reflexiones

Papa balotaje: lean mis labios

El papa Bergoglio, que jura que no hace política y que por eso suspendió las audiencias a candidatos criollos y de otras latitudes, estuvo el miércoles más jesuita que nunca.


El papa Bergoglio, que jura que no hace política y que por eso suspendió las audiencias a candidatos criollos y de otras latitudes, estuvo el miércoles más jesuita que nunca. Se acercó al micrófono de un colega de una agencia y le respondió con esta reflexión sobre el balotaje del domingo: “Voten a conciencia, ustedes saben lo que pienso”. Una especie del “read my lips” (lea mis labios), de George Bush padre cuando le preguntaron, siendo candidato, si iba a subir los impuestos si ganaba. Un cañonazo dialéctico a cuatro días de las elecciones que nadie olvidará.

Entre todas las ventanas que abrió la Iglesia a lo largo de los años hacia la modernidad, nunca ha figurado el libre examen de los dictámenes sagrados. Siempre Roma conservó para sí la interpretación de las escrituras y también de los dichos proféticos como el que ensayó Francisco en la vigiladísima Plaza de San Pedro. Esto, como todo lo que dice Roma, nunca es literal y debe quedar abierto a las interpretaciones.

Ese dictamen cumplió su efecto porque hizo sonreír a todos: Francisco te ama, pensaron en el gobierno, que cree tenerlo consigo por su pasado y también por su presente.

Prefiere olvidar los tiempos del arzobispado de Buenos Aires, cuando Néstor Kirchner decía que el verdadero jefe de la oposición era el cardenal Bergoglio. Esas sonrisas que aparecieron en el rostro de la línea pía del gobierno no sólo son una presunción o fruto de la hermenéutica. Los contertulios secretos del Papa son, en su mayoría, hombres del peronismo que guardan el contenido de sus charlas en Santa Marta como secreto de confesión.

El último que estuvo con él esta semana es el electo mercodiputado Eduardo Valdés, embajador vaticano que ayer descendió sobre la tierra (viene a votar) con un mensaje personal para Cristina de Kirchner. El Papa entendió que la suspensión de la visita que le iba a hacer la semana pasada en Roma (en escala rumbo a Turquía) no fue por las elecciones sino para acompañar a su hijo Máximo, que estaba internado. De ese contacto entre Valdés y Francisco no sale ninguna letra, pero sí mucha música. Por ejemplo, del recuerdo que tuvo el Papa de la figura de Daniel Scioli, ligada al accidente que sufrió el gobernador en 1989: “Nunca me olvido lo que dijo a quienes lo socorrían y buscaban el miembro accidentado: «Háganme un torniquete que me voy a desangrar». Es un gesto de fortaleza en medio de una tragedia”, suele recordar Francisco.

El resto de la charla se fue en un análisis del atentado de París, sobre su posición crítica a las acciones de Occidente hacia Siria –cuya ocupación desbarató a poco de asumir el papado con un llamado a Vladimir Putin y a otros jefes de Estado–. También confirmó que no escuchará las advertencias de quienes le han recomendado que suspenda el viaje de fin de mes a la República Centroafricana. Le han advertido que él es un blanco del terrorismo. “Voy igual”, dijo, “y mi único temor es que pueda haber alguna manifestación. En una de esas hago actos dentro de la catedral y no en la calle”.

Este mensaje se escuchó en Santa Marta pero el miércoles lo replicó por mail el Papa a algunos de sus corresponsales habituales que se comunicaron con él para solidarizarse por las noticias que advertían sobre peligros en la audiencia que se negó a suspender. Y más, prolongó casi una hora su recorrida entre los peregrinos, entre ellos muchos argentinos.

Otro que estuvo en Santa Marta es el gobernador saliente del Chaco, Jorge Capitanich, quien estuvo el viernes casi cuatro horas a solas con Francisco. El secreto de lo hablado es total. Secreto de confesión, pero esa entrevista fue a pedido del Papa, quien le dijo que viajase pero también que guardase silencio sobre lo charlado. No le pidió lo mismo la semana anterior a otra visitante, a la que quiso ver en Santa Marta: Graciela Fernández Meijide, a quien le autorizó a publicar una nota sobre esa conversación.

Capitanich sigue siendo un hombre importante en el gobierno y asumió, desde el 25 de octubre, la carga de la campaña del oficialismo en el interior, especialmente en el NE del país. El oficialismo cree que allí están los votos para que Scioli descuente diferencias ante Mauricio Macri, así como éste supone que esa diferencia de su favor está en el NOA, donde ayer cerró su campaña.

Capitanich llegó a Roma después de pasar largas horas con Cristina de Kirchner en Olivos analizando encuestas, escenarios, y tácticas de última hora. Después, recibió en Resistencia a Daniel Scioli, con quien discutió el tramo final de su campaña para el domingo. Lo escucharon con atención cuando recordó su insistencia de años para que el oficialismo se ocupase de mantener poder territorial. “La entrada de la oposición al peronismo –suele decir– es siempre por el control de las grandes ciudades. Después del 25 de octubre hemos perdido muchas, y eso es el camino al fortalecimiento de nuestros adversarios”.

También sonrieron en la oposición ante el “read my lips” papal. El diputado y asesor de campaña de Macri, Iván Petrella, aventuró una frase más hermética que la del Papa: “Si Francisco fuera Bergoglio, votaría a Mauricio Macri”. Petrella tiene crédito y experiencia como hermeneuta; es doctor en Teología con un agregado que potencia más su perfil clerical: se declara ateo. Se acerca en esto a los sacerdotes católicos, que son solteros y célibes pero dictan doctrina sobre matrimonio y sexo. Rizando el rizo, Petrella se aventuró en la hipótesis que afirma que Francisco no es Bergoglio porque, al convertirse en Papa, se transfiguró en otra persona. Una audacia interpretativa que niegan quienes creen que Bergoglio papa es (en términos sciolísticos) más Bergoglio que nunca.

Esta afirmación merece revisión porque el macrismo tiene derecho a sonreír cuando recuerda la asociación política del entonces arzobispo de Buenos Aires con el jefe de Gobierno. Desde la oficina de Bergoglio salieron nombres de candidatos a legisladores porteños que indicó el obispo. También fue más que operativa la relación entre los dos cuando fraguaron la destitución de Aníbal Ibarra por la tragedia de Cromañón. El frepasista había tocado el nervio más sensible de Bergoglio al defender la exposición de León Ferrari en una sala de la Ciudad, algo que se consideró en la Iglesia un gesto de impiedad imperdonable. En esa destitución actuaron políticos ligados a Bergoglio. La salida de Ibarra la consideró Kirchner un daño a su gestión porque el destituido era un hombre ya del kirchnerismo y en su defensa actuó todo el gobierno.

Las relaciones Bergoglio-Macri se enfriaron en 2009 cuando el gobierno porteño no apeló un fallo y permitió que se realizase una boda del mismo sexo en la Capital. La leyenda dice que Gabriela Michetti le prometió a Bergoglio que Macri apelaría. Éste no lo hizo y eso motivó alguna reunión ríspida en donde se escuchó la acusación de “frívolo”.

Nunca el Papa perdió la compostura, pese a esa frialdad en las relaciones: cuando asumió, caminó hasta la vip en donde estaba Macri, que no integró la delegación que encabezó Cristina de Kirchner, y lo saludó con sonrisas. También ha contado con hombres del macrismo para algunas operaciones, como la candidatura del abogado Roberto Carlés a la Corte Suprema de Justicia, por quien pidió apoyo a Esteban Bullrich, un viajero frecuente al Vaticano. Esas relaciones se han reforzado en el último tiempo, y en el triunfo de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires hay quienes dicen que actuó de manera decisiva una red eclesial que responde a Bergoglio. Claro que nunca lo admitirán.

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