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Páginas abiertas para todos

La Biblioteca Popular Gastón Gori es, además de un espacio de estudio y de consulta, un punto de unión entre los vecinos de los distintos barrios de la zona de Fisherton. Y sigue sumando adeptos.

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Luciana Sosa

En el corazón de Fisherton cientos de libros de todos los autores y para todos los gustos aguardan a los lectores en la biblioteca popular Gastón Gori, de Juan José Paso 7990. Allí, entre páginas blancas y otras amarronadas por el paso del tiempo están las historias y artículos que día a día consultan los socios del lugar. La biblioteca abrió su puerta el 30 de noviembre de 2002 y surgió de una seguidilla de asambleas barriales. “Fue increíble enterarse de que en sus 130 años la zona de Fisherton no había tenido una biblioteca popular, y hoy, después de tanto trabajo y la constante colaboración de los vecinos, tenemos un pulmón literario y de consulta para los siete barrios que se fusionan en este lado de la ciudad”, expresó Mariela Aviani, integrante de la comisión directiva de la institución.

Mariela señaló que estos días el lugar estará abierto de 15.30 a 19 hasta el miércoles inclusive, para luego cerrar sus puertas al público hasta febrero, cuando se retomen las actividades, entre ellas la de cine a cielo abierto. 

“En 2001 se realizaron asambleas barriales y en medio de la bronca por la situación del país veíamos muchas noticias sobre el aumento del dólar y la crisis financiera y política de la Argentina. Mientras tanto, nuestros chicos seguían sin tener acceso a los libros y por eso notamos la urgencia de esta necesidad. Cada tanto se van sumando más vecinos para colaborar y cada vez más socios y eso hace crecer este proyecto día a día”, comentó Aviani sobre el origen del lugar que hoy reúne decenas de repisas con libros de todo tipo, de ediciones añejas, otras actuales, textos de ficción, otros poéticos, otros periodísticos y muchos infantiles.

—¿Quiénes impulsaron la creación de una biblioteca popular en la zona y cómo obtienen el material?

—La idea surgió de las asambleas realizadas en la plaza Fausto, en la escuela Manuel Puig, y de la plaza Victoria. Entre las tres reuniones notamos la necesidad de una biblioteca popular en el barrio. Fue por ese motivo que constituimos una comisión y organizamos guitarreadas, recitales, de todo un poco para unir fuerzas y juntar fondos para equipar el espacio que aún no teníamos. Una vez que la gente nos fue acercando sus donaciones, la Municipalidad nos prestó el lugar que ocupamos hoy. Así comenzamos el 30 de noviembre de 2002 con la biblioteca popular, que es una entidad autónoma.

—¿Reciben material de lectura o estudio desde algún organismo?

—La gran mayoría del material llegó por donaciones de los vecinos. Hay bibliotecas enteras que la gente trajo porque su dueño falleció, o bien libros para chicos que esos chicos ya no leen porque crecieron. Hay de todo un poco, inclusive algunas rarezas. Paralelamente, recibimos una vez por año la ayuda de la Comisión Nacional Protectora de Biblioteca Populares (Conabip) y de la Comisión Provincial de Bibliotecas Populares de Santa Fe (Cobipsa).

—¿Quiénes son los usuales visitantes de la biblioteca?

—Tenemos un público variado porque hay material para todos. Inclusive hay diversidad de edades según los cursos que se ofrecieron (guitarra, poesía, ajedrez, macramé y dibujo, entre otros). Además, aquí se asocian por grupo familiar y sólo pagan, en conjunto, 4 pesos por mes, entonces es más fácil que casi todos los integrantes de la familia se acerquen. También hay muchos chicos que vienen a estudiar porque en sus casas no tienen las comodidades suficientes y entonces traen sus cuadernos y libros para estudiar en este lugar. Aquí no damos apoyo escolar, sí les ayudamos a los chicos a buscar material, en caso de que lo necesiten, de los libros y revistas que tenemos. Por otra parte, hay muchos socios y no socios que pasan la tarde leyendo un libro. Es un lugar de contención.

—¿Qué tipo de colaboración reciben de los vecinos?

—Hay señoras que ayudan a ingresar los libros que vamos recibiendo. Todo el equipo que trabaja en la biblioteca es voluntario y entre sus componentes se cuenta don Alfio, que con sus 86 años montó entre las repisas un taller para restaurar los libros del lugar. Las integrantes del equipo fijo somos unas quince personas, entre ellas docentes, jubilados, amas de casa, y también hay metalúrgicos y guardavidas. Somos los encargados de mantener en buen estado las instalaciones y el fondo bibliográfico.

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