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Panorama Político

Ofensiva de PRO irradia sobre toda la política santafesina

Miguel Lifschitz aportó un gesto de distensión al evitar que la silla de Santa Fe quedase vacía el próximo martes, cuando el presidente de la Nación reúna a todos los mandatarios en Buenos Aires para iniciar la discusión de una nueva ley de coparticipación.


Miguel Lifschitz aportó un gesto de distensión al evitar que la silla de Santa Fe quedase vacía el próximo martes, cuando el presidente de la Nación reúna a todos los mandatarios en Buenos Aires para iniciar la discusión de una nueva ley de coparticipación.

En su lugar irán el vicegobernador Carlos Fascendini y el ministro de Economía Gonzalo Saglione. No dejar la silla vacía evita que la espuma de la pelea siga subiendo, aunque las cosas ya no volverán a ser como fueron los primeros siete meses del año. La luna de miel se terminó.

Seguramente a Mauricio Macri no le gustan las críticas que irradian los socialistas y algunos radicales, pero difícilmente eso explique el cuestionamiento crudo y personal que hizo a la figura del gobernador.

A primera vista el mensaje está dirigido al gobernador, pero el destinatario final es el radicalismo santafesino. Macri y quienes lo asesoran apuestan a que la polarización (tan criticada al kirchnerismo) es el mejor camino para terminar con el problema Santa Fe.

El problema Santa Fe

La lógica de partir aguas para forzar que los radicales definan si están con el Frente Progresista o con Cambiemos por el momento no prosperó.

Los radicales en general están muy cómodos como están: tienen la puerta abierta para abrazar Cambiemos cuando les convenga, pero mientras tanto están de romance con el socialismo. Lifschitz les habilitó seis ministerios, incontables oficinas de segunda y tercera línea, les presta oído a legisladores y un aceptable flujo de obras y salvavidas financieros para jefes comunales.

Previsor, el socialismo tendió una malla de contención que por ahora resiste los embates (el siguiente será la conformación de la mesa Cambiemos de Santa Fe el 9 de agosto). Una mezcla de muñeca política y recursos económicos para que los socios aceiten sus gobiernos locales y hagan política.

Miguel Lifschitz y Antonio Bonfatti no siempre conviven armónicamente, pero a la hora de preservar el Frente Progresista no exhiben fisuras.

Enojo e incomodidad

Para el PRO, los socialistas son el adversario político. Y los radicales el blanco de su enojo. Les molesta que coqueteen con Cambiemos a nivel nacional y se pongan la camiseta del Frente Progresista en la provincia. La excepción es el Grupo Universidad del intendente de Santa Fe, José Corral.

Surge la pregunta de cajón:  ¿por qué, si ya se hicieron con el pase del dirigente radical con mejor proyección electoral para Cambiemos, siguen enojados? Respuesta: porque no alcanza.

Así como están las cosas hoy Corral es, más que una solución, un desafío para el complejo mosaico interno del Cambiemos santafesino. Algo así como el huevo y la gallina: ¿El PRO suma a Corral para debilitar el Frente o Corral se sirve de Cambiemos para no repetir el camino de derrotas de su antecesor Mario Barletta en la interna con los socialistas?

En realidad ocurren ambas al mismo tiempo, porque se trata de dos espacios políticos que circunstancialmente están haciendo confluir sus intereses. Si uno de ellos viera que el otro no deja espacios para sus intereses, la sociedad se diluirá.

El problema es que los tiempos de uno y otro no coinciden. Corral piensa en la candidatura a gobernador de 2019. El PRO ya está en la cuenta regresiva de 2017. Incorporó a la UCR como socia en casi todo el país menos en Santa Fe, una provincia con demasiado peso electoral como para repartir porotos con el peronismo y los progresistas.

¿Qué pasaría con esa sociedad si desde la Casa Rosada le piden a Corral que además de sacarse fotos le ponga el cuerpo a la boleta de diputados nacionales en 2017? Un sacrificio enorme: ser candidato testigo o renunciar al mandato de intendente. ¿Y si no le va bien? Demasiado riesgo personal.

Según fuentes del PRO –aunque en estricto off the récord–, se resolvió contactar a los desamparados jefes comunales peronistas, abrirles puertas, bajarles presencia de organismos del Estado nacional como Ansés. A cambio se les pedirá que aporten estructura territorial de la que Cambiemos carece en Santa Fe porque los radicales no dan el salto. El tiempo dirá qué tan lejos puede ir este plan alternativo pergeñado a la sombra de la desbandada del PJ.

Sin embargo, hay moros en la costa: el gobierno provincial no es aliado de los intendentes peronistas, pero tampoco se los va a regalar al PRO.

Salto de Corral

José Corral no deja dudas sobre la decisión de que Cambiemos sea su herramienta para intentar llegar al gobierno provincial, a pesar de que guarda las formalidades. Como político de raza que es, sabe que la clave es el manejo de los tiempos y no adelantar peleas, por ejemplo con el gobierno provincial.

Lo dejó claro el miércoles pasado en ocasión de participar en un ciclo de charlas en un hotel de calle Corrientes. El anfitrión es uno de los primeros socios no radicales que se la juegan por Corral: el diputado provincial de Cambiemos Germán Mastrocola, de extracción peronista e hijo del histórico dirigente sindical de los plásticos.

Corral desplegó allí una encendida defensa de Macri y montó muchos de los clichés discursivos del gobierno nacional.

Dijo que es el momento más difícil, con muchos problemas por resolver. Calificó el presente como una “compleja transición” que “si va bien promete un futuro muy promisorio para los santafesinos” y que “la provincia recuperará el rol de nave insignia del país”. Luego tiró un palazo a Lifschitz: “Seríamos muy ingratos si discutimos con el presidente que tomó decisiones tan valientes”, entre las que mencionó: “Nos envía sin discutir el 15% de coparticipación” (en realidad es una orden de la Corte Suprema). Cuestionó a quienes sostienen que Macri tomó decisiones para favorecer a grandes corporaciones empresarias, defendió el aumento tarifario en el transporte porque busca equidad territorial y calificó de “desprolijo” el de gas.

La antipolítica bajo disputa

Lo que impacta de Corral es el corrimiento discursivo que introdujo, no en términos partidarios, que es muy habitual, sino de lo político. Por estos días es palpable cómo le disputa el mensaje de la  antipolítica al PRO puro, mofándose de “los que hablan de izquierda y derecha”, con consejos del estilo: “Le decimos a los políticos que etiquetan que piensen más en la gente”. O, refiriéndose a la reforma constitucional, demonizando cualquier posibilidad de reelección: “Es lo que nadie pone sobre la mesa pero en lo que todos piensan. Es lo peor: políticos pidiendo más tiempo en el poder”.

Corral milita desde adolescente, cuando abrazó la causa alfonsinista, hace tres décadas. Ha pasado por todo tipo de cargos dirigenciales en la escuela, la universidad y la política y acumuló experiencia y formación.

Con el objetivo de pelear por la Casa Gris escuchó a consultores y aceptó resignificarse con estilo de comunicación muy moderno y PRO que tiene como punto de origen un dato de la realidad: que una mayoría de ciudadanos no privilegia la distinción izquierda/derecha a la hora de elegir.

Es un hecho concreto que  obliga a los candidatos a tener que afinar cada vez más sus mensajes. Pero que nadie se engañe: no significa que lo político se esfumó y sólo exista el partido de la gente.

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