Espectáculos

Narrar desde un impulso sincero

El director Ricardo Arias habla de “Aprovechar el tiempo”, obra en la que actúan David Edery y Claudia Schujman y en la que se desandan algunos entretelones de la relación de un hombre de 80 años con una mujer 30 años menor. Este viernes, en el nuevo Espacio Bravo.


 

Un encuentro, el abrazo, los cuerpos. La edad es apenas una circunstancia cuando la vida ofrece la oportunidad de “aprovechar el tiempo”. Con esa lógica, el actor, director y docente rosarino Ricardo Arias trabajó con dos actores cuya presencia escénica trasciende todo lo demás. Se trata de David Edery y Claudia Schujman, precisamente, los protagonistas de Aprovechar el tiempo, obra que esta noche, a las 21, se conocerá en el nuevo Espacio Bravo (Santiago 150).

“La relación de un hombre de 80 años con una mujer 30 años menor”, adelanta el escueto parte de prensa que agrega: “Hay sólo una cama de una plaza, espacio onírico en el cual el público es cómplice. No hay personajes, sólo actores que actúan en una obra donde se trata, ante todo, de no mentir ni engañar; la acción narra desde un impulso sincero”.

“La verdad es que es un gusto trabajar con estos dos grandes actores; es la segunda obra consecutiva en la que trabajamos juntos. Antes los dirigí como parte del elenco de Las hijas del Rey Lear donde, de algún modo, confluyen como actores, se conocen en esa instancia de trabajo y crean un vínculo. Y a partir de la relación que se establece en esa obra previa, surge la idea, y hasta podría asegurar que la necesidad, de volver a trabajar juntos en esta propuesta que es Aprovechar el tiempo”, adelantó Arias respecto de este trabajo en el que un hombre y una mujer juegan su juego de seducción en la búsqueda de algo que de sentido y significación al estar en escena. “Algo que me haga existir para el otro”, die Arias, que agrega: “Un actor y una actriz se encuentran. Sin nombre propio, podrían ser cualquiera y acontece esta obra de un modo tal que es irremediable”. Y se cuestiona: “¿Cuánto rejuvenece el amor?”.

“Este proyecto surge del trabajo con los actores a partir de situaciones, partiendo, fundamentalmente, de la relación de un hombre de 80 años con una mujer de algo más de 40. Y a partir de esa diferencia de edad y de modos de vida, planteamos lugares para pensar cómo se establece esa relación, cómo transcurren la cotidianeidad, el amor, y cómo se resuelve todo eso.  Todo planteado a partir de las distintas situaciones por las que fuimos transitando para poder construir la dramaturgia, como un modo de ir estructurando y montando la obra”, comentó el director.

Arias vuelve aquí a su lógica habitual de trabajo en la que la realidad de los actores con los que se involucra se vuelve permeable en el espacio escénico; actores muy vivos y presentes en escena, una instancia de sus propuestas dramáticas que invitan a preguntarse cuánto de real y cuánto de ficcional convive en el montaje. “Yo podría asegurar que casi todo el trabajo está teñido de esa lógica en la que los actores están muy presentes, porque en realidad, nosotros nos construimos a partir de nuestras propias fantasías, de nuestros deseos, y eso es lo que está puesto en este trabajo. De todos modos, eso no pretende afirmar que la obra sea autobiográfica, porque además nuestra propia autobiografía tiene mucho de imaginario si nos ponemos a hablar de nosotros. Más allá de que no es una obra autorreferencial, hay cosas que sí pueden aparecer de las propias historias de los actores, pero de todos modos la construcción de la dramaturgia surge de la interrelación de los actores en escena y en situación”, expresó Arias, al tiempo que agregó: “De algún modo, y es algo sobre lo que yo vengo trabajando hace bastante tiempo y cada vez lo profundizo más, voy por un intento de poder distinguir la teatralidad de la actuación; que aparezca claramente esa distinción, porque el teatro es lo que contiene a la actuación; la teatralidad es un entorno ficcional que contiene algo que, de algún modo, puede llegar a ser verdadero, sincero”.

Edery y Schujman, él un actor de una presencia infrecuente, inquietante, con más de cincuenta años de teatro, y ella, claramente, una de las mejores actrices de su generación, fueron padre e hija (Lear y Cordelia) en Las hijas del Rey Lear, la recordada versión de Arias del clásico de Shakespeare. Aquí vuelven a entablar un vínculo que los pone en tensión y los desafía desde la más rotunda intimidad. “Es un trabajo interesante para mí, porque son dos grandes actores que, por un lado, resuelven y hacen fáciles las cosas y por otro, la cosa también se complica. Todos sabemos de la eficacia de la actuación de ambos, de su presencia, pero también hay que buscar la manera de que esos actores se puedan correr de esos lugares de eficacia y sobre eso trabajamos, sobre la relación, sobre el vínculo, y me refiero también al modo en el que un director se relaciona con los actores, de cómo nos comunicamos y nos percibimos, del afecto, de cómo los ves cada día que vienen a un ensayo. Y no sé si se trata de contenerlos, pero sí de generar el ámbito que les posibilite la actuación,   porque aquí se abisman a una gran exposición y en escena no estoy yo, sólo se tienen el uno al otro”.

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