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vidriera negra

Mujeres y varones, acoso sexual sin distinciones en el mundo artístico

En la vidriera que tanto le gusta preparar a Hollywood de cara a su avanzada de estrenos simultáneos en el mundo no exhibe por estos días ni una estrella exclusiva protagonista de un tanque, ni ninguna primera actriz o actor en ascenso.


A esta altura ya no hay dudas de que el “caso Wainstein” prendió el ventilador. En la vidriera que tanto le gusta preparar a Hollywood de cara a su avanzada de estrenos simultáneos en el mundo no exhibe por estos días ni una estrella exclusiva protagonista de un tanque, ni ninguna primera actriz o actor en ascenso. Lo que corroe todo el andamiaje promocional en las señales televisivas de las grandes productoras y en las redes sociales no es otra cosa que los escándalos provocados por el ejercicio de poder de algunos miembros sobre otros en ese gigantesco universo de productores, agentes, directores, actores, actrices y todos aquellos ligados a esa expresión artística.

En principio podría hablarse de que la mayoría de los acusados por acoso y violación son hombres que ejercen presión de distinto tipo sobre mujeres que por alguna razón están bajo ciertas formas de tutela, fundamentalmente profesional, económica y sentimental. Hombres pertenecientes a la industria, reconocidos y con predicamento en el área donde se desempeñan y que pese a trabajar con cierta materia sensible como las emociones, van tornando oscuro y perverso el fuera de cámara, los momentos que debieran ser de fraternidad o compañerismo, la práctica de una sociabilidad mínima.

Evidentemente los abusos en ese ámbito existieron desde su mismo inicio y es probable que hayan sido sepultados generación tras generación con algunos pocos momentos de exposición pública. Y las mujeres sobre todo parecen haber sido las principales víctima; pero no las exclusivas a juzgar por lo que en estos últimos días eclipsó el “caso Wainstein”, que ya lleva la friolera de 93 víctimas –trece de ellas por violación y el resto por distintos tipos de acoso, según una lista publicada por la actriz Asia Argento, una de las primeras en denunciarlo– y que sin muchas vueltas podría denominarse “caso Spacey”, por el actor Kevin Spacey, y porque día a día se va develando que el protagonista de House of Cards, una de las series más taquilleras de la historia, acosó a algún joven. El primero en denunciarlo fue el actor Anthony Rapp, hoy de 46 años, a quien Spacey intentó agredir sexualmente cuando apenas tenía 14. La denuncia forzó a Spacey a afirmar que no recuerda ese incidente, pero que si tuvo lugar le debía a Rapp “una sincera disculpa”. Spacey aclaró: “No recuerdo el encuentro. Pero si me comporté como él describe, le debo la más sincera disculpa por lo que habría sido un comportamiento ebrio e inapropiado”, dijo el veterano actor en un comunicado a través de su cuenta de Twitter.

Tardía salida del armario

La denuncia pública hizo que Spacey resolviera hablar de aspectos de su vida que mantuvo ocultos hasta ahora. “Como algunas personas saben, a lo largo de mi vida mantuve relaciones tanto con hombres como con mujeres”, reconoció el denunciado actor. “Amé a hombres y tuve encuentros románticos con ellos durante toda mi vida, y ahora elijo vivir como homosexual”, afirmó  el protagonista de la exitosa serie de Netflix, la que, a raíz de esta situación, terminaría definitivamente al finalizar la sexta temporada, mucho antes de lo que se pensaba. Frente a la denuncia de Rapp y las explicaciones de Spacey, varias voces de Hollywood se hicieron oír, la mayoría en contra del actor. La actriz Rose McGowan, quien fue una de las primeras en decir que fue violada por Harvey Weinstein y que tomó la bandera de la lucha contra las agresiones sexuales, se burló de Spacey en Twitter: “Adiós, Spacey, adiós, es tu turno para llorar”. Otros también acusaron al protagonista de Belleza Americana, nominado este año como el mejor actor en los Emmy Awards y dos veces oscarizado, de tratar de desviar la atención de la agresión al revelar ahora su homosexualidad. El periodista y activista Glenn Greenwald, consideró que el momento de la “revelación” de Spacey estaba fuera de lugar: “Todas esas veces que Kevin Spacey tuvo para salir del armario y ser un modelo para otros no lo hizo, hasta que se vio implicado en agresiones a un adolescente”, cuestionó. Las críticas se multiplicaron.

En Londres también pasó

En Londres, donde Spacey fue durante once años director artístico del prestigioso teatro Old Vic, alguna gente vinculada al mundo artístico del cine, el teatro y la tevé sugirieron que el actor podría enfrentar otras acusaciones. “Muchas personas del mundo del teatro y de la creación conocían las historias de algunos actores y directores desde hace años y Kevin Spacey sería uno sobre los que la gente tenía dudas”, declaró a la BBC, Vicky Featherstone, directora artística del Royal Court Theatre. Un ex empleado del Old Vic se sumó ahora a las recientes denuncias de acoso sexual contra Spacey y acusó al establecimiento de haber hecho la vista gorda. “Lo vi manosear a hombres en varias ocasiones en todo tipo de situaciones en su piso de North Lambeth, e incluso en el Old Vic y en su pub favorito”, declaró este ex empleado bajo anonimato al diario británico The Guardian. “Se aprovechaba del hecho de ser una gran estrella. Tocaba a hombres en la entrepierna, haciéndolo rápidamente para que no pudieran apartarse de su camino”, explicó. “Lo que me enfada es la hipocresía de lugares como el Old Vic que afirman ahora que no sabían nada”, prosiguió.

Rebecca Gooden, becaria en el Old Vic en 2010, contó a The Guardian que el comportamiento de Spacey, de 58 años, era muy conocido en el teatro. Según le contaron, la administración del lugar rechazó candidaturas de varios jóvenes “hermosos” para algún puesto, después de que tuvieran incidentes relacionados con Spacey.

Probablemente la chispa encendida no se apague y vaya habiendo más luz cada vez sobre nuevos casos de abuso sexual que, como se ve, no hace distingos de sexo. Al mismo tiempo pone sobre el tapete la decisión de los grandes centros productores de barrer bajo la alfombra los delitos cometidos bajo su órbita durante muchísimo tiempo en lo que el efecto síndrome de Estocolmo pareció funcionar a la perfección. No fuera a ser que se obturen los flujos económicos que llenan sus arcas y se oscurezcan sus estrellas.