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Sociedad

Mezclados en un mismo caldo

El autor cuestiona a los “gurúes” de la autosalvación que “ocupan cada vez más espacio inocentemente”, con una misma consigna: “No juzgo, luego no intervengo y que sostiene una clara «orientalización» de la cultura occidental”.


Aristóteles, el Dalai Lama, Confusio, Buda, Gandhi, Budismo Zen, Hinduismo Milenario, Paulo Coelho, mezclados con hadas, ángeles y seres de luz llenan las llamadas “redes sociales”. Parafraseando al tango, en un mismo caldo, todos mezclaos; todas las propuestas de autosalvación son válidas. Y esto es lo hay que tener en cuenta: 1. son propuestas, 2. de autosalvación.

El fundamento de tal mezcla y repetición al infinito es fácil entenderlo. Es la filosofía de la resignación y la distancia indiferente que cada vez más ocupa espacios casi despreocupada e inocentemente. Y todos proponen casi lo mismo: “No juzgo, luego no intervengo” (interpretando al filósofo).

Posibles razones

Si es cierto que el ser humano necesita creer, creer en salidas, creer que hay soluciones posibles (vengan de donde vengan), es absolutamente comprensible esta propagación. Y no es difícil darse cuenta de la razón de su éxito y masificación: basta con mirar alrededor. Desigualdades cada vez más marcadas, cambios inalcanzables, descreimiento y ansiedad generalizadas, abusos que generan pánico, impotencias acumuladas hasta rabiar, tomadas por idiota que exacerban; entre otras cotidianidades.

En este contexto, la autosalvación supersticiosa y mágica, calza justo en tamaño abismo (en realidad es el equivalente del Quini 6 pero con significados mas centrales y nodales para la supervivencia). Además no es un invento nuevo: tiene milenios de existencia y millones de seguidores. Excluyo intencionalmente aquí sus resultados.

En una mirada macro podríamos afirmar, casi sin equivocarnos, que la “orientalización” de la cultura occidental es evidente. El avance del Islamismo y el poderío casi imperialista de China lo acompañan. El individualismo y la competencia cruel para sobrevivir ya no son creíbles (ni sostenibles) como valores dados los efectos logrados en su desarrollo y apogeo. Fin de una etapa, transición o cambio de dueño; todo está por confirmarse con el paso del tiempo.

Es que creer para el ser humano, es tan importante como el oxígeno y el agua. La historia de las religiones de los últimos seis mil años, la variedad de sectas y la frecuencia con que se mitifica a estafadores y mentirosos así lo demuestra. El viejo “culto a la personalidad” nunca cayó en desuso. Creer es objeto de primera necesidad. Y las creencias se renuevan (no así los métodos para crear creyentes).

Finalmente, deconstruyendo la propuesta se hace evidente una cuestión a reflexionar. Si la propuesta es observar, no juzgar, hasta que todo tenga el mismo valor (ninguno) es obvio que el “no intervenir” viene por añadidura. ¿Será, la impotencia generalizada la que genera como salida el más absoluto desinterés, resignación y desapego por el mundo?

Si no puedes vencer a tu enemigo, logra que no haya amigos ni enemigos y lograrás que nada te importe. Esa es la propuesta. Esta milenaria versión oriental y puerta de entrada a su misticismo es un “sálvese quien pueda y como pueda”. Y, además, “autosalvación”.

“Salváte sola/o logrando que nada tenga valor porque no hay nadie con quien contar. Y mejor quitarle valor a las cosas porque, de todas maneras, nunca las tendrás. Resígnate” (frases en las que se escuchan las conclusiones de la inamovible división en castas).

¿Y si no?

La vieja ilusión de irse a una isla lejos de los seres humanos, ya es una antigüedad. Porque si esa isla alguna vez existió, hoy está llena de turistas descansando en hoteles cinco estrellas. ¿Acaso se presentan en el horizonte propuestas más creíbles o superadoras, que no sean el fanatismo en todas sus formas por un lado y el individualismo por el otro? Esta indiferencia buscada es actualmente la “tercera posición”.

Si no se cree en las instituciones ni en las personas que las manejan esta posición es, paradójicamente, la más sana. En síntesis: “La indiferencia es salud” (quizás por eso algunos afirman que sana, no que cura; lo que ya es una nueva larga discusión, entre otras). Porque la no indiferencia, osea las diferencias, no se vislumbran en el horizonte.

¿O acaso alguien inventará a algún/a nuevo/a salvador/a?. ¿“El show deberá continuar”?.

En síntesis: la autosalvación ante la imposibilidad de la construcción colectiva.

Que la inocencia te…

La transmisión inocente de estas propuestas no parece, finalmente, tan inocente. No porque haya una doble intención, sino porque contextualizada no es cualquier propuesta.

Si las modas llevan a la homogeneidad, esta es una más de ellas. Pensar las propuestas sin contextualizarlas, es como suponer que cualquier caída de agua es agua bebible. Y proponer soluciones sin saber de sus fundamentos es un acto, como mínimo, de necedad u omnipotencia. ¡¡Que algo o alguien nos proteja !!

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