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Reflexiones

Máximo: téster local y efecto último minuto

Dos rondas en 24 horas, las dos fuera de Río Gallegos, su pago chico, de Máximo Kirchner bastaron para volver a alborotar el planeta K y ponerle combustible a la maquinaria de decodificar supuestos y ensayar traducciones.


Dos rondas en 24 horas, las dos fuera de Río Gallegos, su pago chico, de Máximo Kirchner bastaron para volver a alborotar el planeta K y ponerle combustible a la maquinaria de decodificar supuestos y ensayar traducciones.

El martes último, Máximo K se apareció por Comandante Piedra Buena, una pequeña localidad cercana a Río Gallegos, y un día después estiró su gira exprés a Puerto Santa Cruz. Las dos fueron sin preaviso a los referentes locales, un recurso del hijo presidencial para evitar que le armen una bienvenida rosa. “Fue a recorrer, a charlar con la gente y los compañeros”, dijeron desde La Cámpora, que junto a Kolina, de Alicia Kirchner, fueron las agrupaciones que escoltaron a Máximo K.

Tuvo una excusa más terrenal. Los sitios que visitó conforman el circuito que se verá impactado, se supone que positivamente, por la construcción de las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic. Máximo fue hasta allí, con un grupo de amigos y dirigentes, a semblantear cómo está el clima social y político en esos dominios.

Las salidas de Río Gallegos, ciudad que se le atribuye querer gobernar, detonaron una lectura obvia: empezó sobriamente a caminar la provincia de Santa Cruz lo que, según el lenguaje convencional, debe leerse como que empezó a moverse como candidato a diputado por esa provincia.

En el pankirchnerismo, esa confederación de clanes donde conviven los ultra-K con el peronismo ortodoxo, se da por hecho que Máximo será candidato en octubre próximo.

Es, en el dialecto del neocamporismo, “irreversible”.

En los bordes, unos lo celebran como el imaginario de una herencia política del clan patagónico. Otros, como una necesidad electoral de, sin Cristina en la boleta, imprimir el apellido Kirchner.

“No hay definición, ni habrá definición por ahora”, reza la indicación que cae de Casa Rosada. La razón es sencilla: aprendiz de su padre, Máximo conoce el valor del efecto sorpresa y de no mostrar, hasta último momento, sus cartas.

Sobre otros protagonistas cuenta con la ventaja de no tener que instalarse –la marca Kirchner, con sus luces y sombras, es conocida– y no está necesitado de negociar, en la previa, figuraciones y acuerdos. En criollo, si Cristina de Kirchner quiere poner a su hijo como candidato, difícilmente algún sector o dirigente se amotine contra esa voluntad.

Resueltos los factores “conocimiento” y “definición política”, la micromesa de los Kirchner, la que ocupan Cristina y Máximo, puede demorar hasta la misma medianoche del 20 de junio el misterio sobre dónde y a qué será –o no– candidato el hijo de la presidenta.

La doble ronda del jefe de La Cámpora alimentó la versión, extendida, de que buscará una banca por Santa Cruz. Este miércoles, sin embargo, desde otras usinas híper K se interpretó que esa apuesta es electoralmente riesgosa y políticamente de menos impacto que si Máximo encabeza la boleta de legisladores nacionales por Buenos Aires, la provincia donde nació el 16 de febrero de 1977.

“Si la intención es hacer jugar el apellido, lo mejor es que Máximo sea candidato por la provincia” de Buenos Aires, interpretó un operador K. Esa aparece como la variable más seductora, pero desde La Cámpora transmiten, como única indicación a su tropa, “estar tranquilos”. Como ocurrió en 2007 entre “pingüino o pingüina”, ahora el interrogante que deslizan dirigentes K es “Máximo santacruceño o Máximo bonaerense”.

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