Espectáculos

Lucho Guedes, entre Carver y Pimpinela

Lucho Guedes describe las particularidades de “Soy una tarada”, donde envuelve imágenes de realismo sucio local en duetos de voces exaltadas. Junto a Fandermole, Juancho Perone y Analuz Blanco, en Distrito 7.


Soy una tarada es el segundo disco de Lucho Guedes, compositor, guitarrista y cantante y, a juzgar por la lírica empleada en las canciones que componen el disco, un poeta contemporáneo, en el sentido de poder dar cuenta de aquel paisaje de relaciones y situaciones cotidianas. Un poco a la manera de Raymond Carver –a quien Guedes menciona a propósito de un tema– describiendo las rispideces de una pareja en un patio de San Telmo o Berazategui. Pero además Soy una tarada cuenta con un seleccionado de “grandes” voces, o, podría decirse, de voces de “grandes” músicos. En efecto, desde Liliana Herrero, hasta Soledad Villamil, pasando por Juan Quintero y Fandermole, para citar algunos, conforman los duetos que prestan climas y esencia a las canciones de Guedes. El contexto musical puede vestirse de milonga, de tango o folclore, ritmos que envuelven a personajes marcados por el bajón y la duda, la incerteza o la nostalgia, tránsito obligado del transcurrir temporal.
Soy una tarada se presenta esta noche, a las 21, en el Distrito 7 (O. Lagos 790) junto a Jorge Fandermole, Juancho Perone y, quien estará a cargo de los duetos del disco ya que según Guedes, cada vez que muestra el disco debe “encontrar una tarada (en alusión al título)”, la cantante Analuz Blanco. Además de los temas de Soy una tarada, Guedes adelantará canciones de su próximo trabajo, en el que adapta textos de novelas argentinas de los últimos años.
En relación a qué va primero, si las letras o la música, Guedes explica: “Primero encuentro una temática y un argumento, luego escribo el relato con un formato de estrofas en forma tradicional , con una métrica, una rítmica y una musicalidad propia de la palabra, una vez terminado el relato, la música va en función de los climas que quiero generar, si el relato necesita una zamba, va para ese lado, una milonga igual, y si necesito una deformidad, también”.

Influencia y recursos

Todo es muy vivencial en las letras de Guedes, situaciones concretas con una mirada minimalista, afincada en actitudes o conductas. “Tengo influencias de ámbitos distintos, me doy la libertad de robar recursos, ideas o formas muy diversas y una de las cosas que me marcó mucho es la literatura contemporánea argentina del noventa, pero también me conecté con la literatura francesa del siglo XIX que es clave para lo que es la historia del realismo en general, y de los escritores argentinos siempre me gustó Manuel Puig; pero fundamentalmente escritores del noventa como (Miguel) Vitagliano y (Fabián) Casas, una literatura que me sirvió para animarme a abordar ciertas temáticas a las que en general los cancionistas le escapan y a tratar los temas como hago en “Soy una tarada” o “Qué boludos”.

El desenfado

A la vez frescas y desenfadadas sin esquivarle a los improperios subidos, las letras de Guedes causan un fuerte efecto disruptivo. “Siempre digo que el contenido te define la forma que necesitás porque en esos temas que nombré hay un encuentro entre (Raymond) Carver y Pimpinella; ese tono me sirvió para abordar esa temática que no podría haber abordado desde otra estética. Igual hay temas como “Las naranjas” o “Las medias y la cordura” donde hay una poética vinculada a la tradición folclórica argentina, desde Leguizamón y Castilla, hasta Jaime Dávalos, pero el efecto está en el cruce de esa poética con un contenido actual y cercano, en ese choque se genera algo interesante”.

Todas las voces todas

Un panorama diverso de tímbricas es el que tejen las voces que pueblan el disco, ensayando el humor, el drama y el equívoco según desprendan las letras. A esa selección se refiere Guedes cuando dice: “Acá decidí trabajar con producción artística, lo que no había pasado en mi primer disco, me pregunté cómo hacía para que todas estas canciones que tienen en sí mismas un criterio muy polifónico en el sentido de que cada canción ficcionaliza una voz, un narrador o un personaje, al tratar de llevar eso al plano sonoro faltaba encontrar para cada voz ficcional, una voz real distinta, que cada narrador fuera un cantante distinto y que cada relato tuviera una orquestación específica, adecuada para ese relato. Creo que estos cantantes tienen en común que son gente que tiene un trabajo muy consciente del repertorio, que selecciona muy cuidadosamente qué cantar y que tienen un trabajo de la interpretación muy vinculado a la palabra”.

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