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Alejandro Grimson habla de su nuevo libro

Lo que hay que saber sobre el sexo


ENSAYO. Mitomanía de los sexos. Las ideas del siglo XX sobre el amor, el deseo y el poder que necesitamos desechar para vivir en el siglo XXI Eleonor Faur y Alejandro Grimson Siglo XXI / 2017 304 páginas

En los 90 se leyó mucho un libro que trató de justificar la diferencia sexual cuyo título fue Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus, y daba explicaciones sobre las distintas actitudes entre varones y mujeres. A esta “mitomanía” se le pueden sumar muchísimas más, como que “las mujeres son inferiores a los hombres”, que “el sexo es una actividad biológica orientada a la reproducción de la especie”, que “hay más gerentes varones porque están más preparados”, o que “los homosexuales son enfermos”.

Estos y muchos otros mitos sociales, frases que “son falsas pero que tienen consecuencias en la sociedad”, son las que abordaron Eleonor Faur y Alejandro Grimson en su libro Mitomanía de los sexos. Las ideas del siglo XX sobre el amor, el deseo y el poder que necesitamos desechar para vivir en el siglo XXI. Luego de presentar el libro en Rosario, Grimson dejó su impresión sobre los temas que aborda en su libro. “Me parece que hay una invitación con nuestro libro que dice que podemos volver a pensar por qué tenemos tanto placer por simplificar”, apuntó Grimson al dar razones sobre su libro y afirmó que se trata de un instrumento que ayude a reflexionar de modo crítico la realidad a partir de conocimientos de especialistas. En particular, Grimson señaló que hay un mito que debemos destruir que es el que plantea que hay hombres que tienen derecho sobre el cuerpo de la mujer solamente por la condición de “estar enamorados”.

—Ustedes dicen que se están cayendo viejas acepciones y se ganan derechos. Los femicidios, ¿ponen eso en cuestión?

—Yo veo que hay distintos hechos y hay hipótesis. Nosotros tratamos de separar lo que tenemos certeza, de aquello de lo que no tenemos. Es obvio para cualquiera que hoy hay una gran movilización, hay mucho debate sobre la cuestión de género. Eso no es de ahora sino que la desigualdad de género se inició hace muchísimos años, y lo que tenemos ahora es un hartazgo después de un siglo donde hubo muchas transformaciones. Sin embargo, esas transformaciones no terminaron de resolver el problema de desigualdad. Porque hace cien años las mujeres no podían votar, no podían estudiar, no podían trabajar, no podían conducir automóviles, no podían fumar, no podían ponerse pantalones, y un siglo después sí. Entonces tenemos un cambio gigantesco pero ese cambio no terminó porque seguimos teniendo mucha desigualdad entre varones y mujeres. Esas desigualdades tocan un punto crítico cuando los varones piensan que tienen un derecho sobre el cuerpo de la mujer. Piensan que les pertenece porque ellos las aman y el amor les da un derecho de propiedad. Hasta que nosotros no logremos entender que son ideas culturales que no tienen nada de biológico, no vamos a poder reducir la violencia de género. Por eso necesitamos movilizaciones, intervenciones jurídicas y otras formas sociales. Este libro es un intento de sistematización del conocimiento sobre las formas de la desigualdad, y todas las formas de diferencia cultural para que podamos tener una mirada reflexiva y crítica, y podamos contribuir a ese debate. Estamos en un momento de transición porque nosotros vemos que las relaciones de género que había entre nuestros abuelos y nuestros padres, entre nosotros y nuestros hijos, están cambiando. Pero, las mitomanías no son algo que están afuera de nosotros sino que nos atraviesan.

—¿Qué son exactamente las mitomanías?

—En la teoría antropológica, el concepto de mito se entiende de tres maneras. Como creencia social, como creencia falsa y como creencia que tiene poder de hacer cosas. En estos tres libros de mitomanías les damos estas acepciones. Las consideramos como creencias colectivas, que son falsas y que tienen consecuencias muy fuertes en la vida de la sociedad. Por ejemplo el racismo es un fenómeno que está mucho más extendido de lo que nosotros creemos en la Argentina y eso lo trabajo en el libro Mitomanías Argentinas. Los argentinos somos más racistas de lo que imaginamos. Una de las cosas que demostró la investigación en el mundo es que el racismo del siglo XXI es un racismo donde ninguno de los racistas cree que es racista. Como ser racista es algo malo, el racismo actual es un racismo sin racistas. Por eso el triunfo de (Donald) Trump, por eso el triunfo del bréxit (salida del Reino Unido de la Unión Europea). Es como si dijéramos que cada vez va a haber más machismo sin machistas. Machistas somos casi todos porque no es un fenómeno que atraviesa solamente a los hombres sino también a las mujeres porque ellas no pueden vivir afuera de esta sociedad, que tiene instituida la desigualdad. Para ser machista no hace falta ser un machista ideológico, uno que desprecia a las mujeres, un violento. Esa es la exacerbación del machismo, una forma que llega al crimen. El femicidio es el crimen por antonomasia. Sin embargo, hay machismo de baja intensidad. Si fuéramos una sociedad más reflexiva, a esos problemas los abordaríamos de distintas maneras. Podríamos construir acuerdos más igualitarios.

—¿Piensa que la transición puede llevarnos a reaccionar?

—Frente a la transición que va hacia un mundo más igualitario, aparece una reacción violenta. En eso no hay certeza, como no hay estadísticas de hace cien años, no sabemos si aumentaron o no los femicidios. Antes se los denominaba crímenes pasionales y eso nos hace imposible contarlos. Lo que sabemos es que Trump ganó las elecciones en ese contexto, y además fue votado en parte por mujeres. También sabemos que al día siguiente de asumir se produjo una de las movilizaciones más masivas de la historia, llamada justamente “La marcha de las mujeres”. Cuando lográs erosionar algunas mitomanías surgen otras. Por ejemplo, hay voces masculinas potentes hablando de datos biológicos, de las diferencias de género. Apoyándose supuestamente en las neurociencias que dicen que las diferencias entre varones y mujeres están inexorablemente inscriptas en el cerebro, que provienen de miles de años atrás y que entonces no se pueden cambiar de manera rápida. Y sin embargo, sabemos que hubo cambios abismales en cien años o menos.

—¿Los argentinos aceptan la homosexualidad?, ¿qué papel cumplió la ley de Matrimonio Igualitario?

—Las leyes impactan mucho en las sociedades porque le dan legitimidad a cosas que no las tenían. En el caso de la ley de Matrimonio igualitario, se puede ver a parejas homosexuales de la mano o dándose un beso. Antes de la ley eso era más difícil. Hay otras taras culturales como que en nuestra sociedad está inhibido que un varón joven forme pareja con una mujer 20 años mayor. Esto es un invento cultural que dice que los hombres pueden ser más grandes que las mujeres pero no puede ser a la inversa. Sin embargo, eso se mostró más persistente que la homosexualidad, al punto que ni siquiera se discute. Por otro lado, hay una diferenciación que se hace por sexo, género y orientación sexual. Porque existen personas que nacieron con genitalidad de machos pero que le gustan los varones con una feminidad muy fuerte o a la inversa. Ahí hay unas complejidades que trascienden mucho los binarismos. El que hay sólo dos sexos, que hay sólo dos orientaciones sexuales, que hay dos géneros. Cuando uno entra a tallar, las propias investigaciones biológicas hacen caer todas las mitomanías. Por ejemplo, la que dice que las mujeres son más sentimentales y lloran. Las mujeres son más débiles y los hombres son más fuertes. Todos esos estereotipos, cuando los biólogos exploran el cerebro, encuentran que el 95 por ciento de las personas tienen combinaciones de elementos femeninos y masculinos en sus cerebros y que únicamente una ínfima minoría podría adscribirse a los estereotipos.

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