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Pellegrini y Camilo Aldao

Lo nombran jefe de la barra y a los pocos minutos lo matan

Maxi La Rocca fue ascendido anteanoche luego de que asesinaran al Cuatrerito. Lo ultimaron cuando salía de una farmacia. Fue ejecutado de seis tiros después de cenar en los parrilleros de la sede de Newell’s.


A Maxi La Rocca le dolía la cabeza. Acababa de cenar en los parrilleros que están a los pies de estadio de Newell’s con algunos integrantes de la barra brava leprosa y allegados a la nueva comisión directiva del club, dijo un vocero del caso. Allí, tal vez compartiendo una cerveza, los referentes del Parque de la Independencia acordaron que el Cabezón –como le decían al muchacho– fuese el nuevo capo de la pesada rojinegra, el máximo casillero que puede ocupar un barra.

No era su primer golpe de suerte. Al menos según lo que declaró ante la Justicia, Maxi se había salvado de milagro a principio de mes cuando los sicarios que acababan de asesinar a su compañero Matías “Cuatrerito” Franchetti intentaron dispararle y se quedaron sin balas. Siempre de acuerdo con lo que dijo al ser entrevistado por la Fiscalía, el martes 7 de junio pasado estuvo parte de la tarde en el predio de Newell’s con los otros dos máximos referentes de la pesada leprosa. A eso de las 16.30, junto con Nelson “Chivo” Saravia y el Cuatrerito se fueron. Cuando salía del estadio escuchó tiros y observó a dos muchachos en una moto roja acercarse y dispararle. Pero los matadores se habían gastado las balas con Franchetti y Maxi pudo escapar sin ser lesionado. Sin embargo, algunos investigadores desconfían de este relato.

Anteanoche, tal vez como consecuencia de la noticia de esa especie de asunción formal como nuevo líder del paravalanchas, mientras volvía a su casa de barrio Belgrano con Marcela, su novia, el cabezón paró en una farmacia de Pellegrini y Camilo Aldao para comprar un blíster de analgésicos. Su pareja contó que estacionó el Volkswagen Gol Trend 1.6 negro unos metros antes del local, que está ubicado sobre la mano sur de la avenida. Bajó, entró al negocio e hizo su pedido. Lo atendió un pelado, que le vendió una tableta color amarilla con pastillas blancas. Eran las 22.45 del lunes.

Pudo detentar el lugar que supo ser de Roberto “Pimpi” Caminos y Diego “Panadero” Ochoa sólo un rato; tal vez unos pocos minutos. Porque mientras La Rocca subía a su auto con la tableta de pastillas en la mano se le puso a la par un vehículo color rojo –testigos señalan que era un Fiat Palio o un Siena– con dos ocupantes. El Cabezón no había cerrado la puerta del coche cuando uno de los recién llegados sacó un arma desde la ventanilla del acompañante y le disparó al menos seis tiros. Eran las 22.50 de anteayer.

Momentos después, cuando llegó la ayuda médica a la escena del crimen, Maximiliano Ezequiel “Cabezón” La Rocca, de 26 años, ya no tenía pulso. Según evaluó el médico legista antes de la autopsia, su cuerpo presentaba siete orificios de bala en el torso.

El esclarecimiento del hecho quedó a cargo del fiscal de Homicidios Dolosos Ademar Bianchini. En el lugar de la balacera los pesquisas secuestraron vainas calibre 9 milímetros. La pesquisa enfoca su hipótesis principal en una venganza inscripta en la pelea por el liderazgo. Y algunos creen ver un vuelto por el crimen del Cuatrerito. De los tres máximos referentes que tenía el paravalanchas leproso hace tres semanas, dos fueron asesinados. Del Chivo Saravia nadie sabe nada.

Abreviado

En mayo, el Cabezón fue condenado a 4 años y tres meses de cárcel. Se le unificaron dos condenas: una por golpear y robar las camisetas a dos hinchas de Rosario Central en la noche del 12 de mayo de 2013 en la esquina de avenida Francia y Presidente Perón, junto con dos cómplices. La otra, por portar un arma que le habían robado a un prefecto en Ramallo en 2011. Tras la firma del abreviado, mutó la prisión domiciliaria con salidas laborales a una libertad condicional. En esa condición estaba anoche cuando lo acribillaron.

Nombrado

La Rocca fue relacionado con un homicidio, aunque nunca fue citado a declarar. Según allegados a la víctima, él pudo ser la persona que baleó a Luciano Jara en la puerta de un boliche de Pichincha el 10 de mayo de 2015, en medio de una pelea callejera.

El muchacho, que tenía 22 años, agonizó durante 12 días en el hospital Centenario y murió por las heridas que le provocó un plomo que se le incrustó en el sector izquierdo del tórax.

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