Ciudad

Crisol

Las mil y una noches rosarinas bajo el color de tres herencias

El Ciudadano recorrió la 4a edición de la Noche de las Colectividades. Catalanes, griegos y brasileños dan su testimonio.


La Noche de las Colectividades realizó su cuarta edición este fin de semana con una propuesta gastronómica, cultural y de espectáculos característicos en más de 50 centros de comunidades de familias inmigrantes arraigadas en la ciudad.

La propuesta fue producto de una articulación entre la Municipalidad a través de la Dirección General de Relaciones Internacionales, con el apoyo de la Secretaría de Cultura y Educación y la Secretaría de Turismo, junto a la Asociación de Colectividades Extranjeras y los centros de colectividades.

Entre las celebraciones, El Ciudadano recorrió el Centre Catalá, la Colectividad Helénica, y el Club Argentino Brasileño.

El centro catalán

La entidad ubicada en Entre Ríos 761, fue fundada el 23 de febrero de 1902 por Marcel Giró y un grupo de inmigrantes catalanes. Es una de las colectividades fuera de Catalunya más antiguas del mundo, y mantiene su nombre de origen y la continuidad jurídica e institucional. La finalidad del Centro es enaltecer Catalunya y fortalecer los vínculos de fraternidad con la Argentina.

Silvia Aleart hace 25 años que participa de las actividades del centro. Sus abuelos, y los de su marido, eran catalanes.

“Una vez al mes hacemos paella –desde marzo hasta octubre inclusive– los segundos domingos del mes al mediodía. Puede venir cualquier persona, siempre y cuando se haga previamente la reserva”, detalló Silvia.

Además de la paella, las comidas típicas que los catalanes dejaron como herencia en Rosario son las tapas; la cazuela de butifarra; el pan con tomate, jamón crudo y aceite de oliva, y las rabas con alioli, una especie de mayonesa en base a ajo. En lo dulce se destacan los carquiñolis, que son una especie de pasta seca realizada con la técnica del biscote: un pan tostado dulce, con almendras y “crema catalana”, que se prepara con fécula de maíz, huevo, canela, limón y azúcar. Es un postre criollo, con ingredientes americanos y españoles, y lo pueden comer los celíacos.

El centro cuenta con una gran variedad de actividades: un taller de arte que trabaja con distintos artistas catalanes, se enseña el idioma, cuenta con un taller de memoria para los adultos mayores, hay cursos de conversación para los que ya saben la lengua, clases y muestras de pintura y fotografía, y también se hace la fiesta de la repostería catalana.

“Venir acá significa haber encontrado mis raíces. A pesar de que soy rosarina y amo Argentina, a Barcelona la siento como mi segunda ciudad. Catalunya está peleando por su independencia por aspectos económicos, políticos y culturales. Desde el Centro realizamos una «telada», que es una bandera independentista catalana con la técnica de Gaudí, que son azulejos de colores, rotos: cada persona tenía que pegar un mosaico como símbolo para que se cumpla la independencia tan deseada”, concluyó la mujer.

Monserrat y Sofía son descendientes de catalanes y profesoras de danzas del centro, y enseñan los bailes típicos catalanes. “Puede venir cualquier chico a partir de los cuatro años hasta los diez. Nos juntamos una vez por semana, ensayamos e intercalamos con un taller de arte”, explicaron.

De Grecia con amor

La Colectividad Helénica está ubicada en Salta 1746 y realiza, desde 1984, actividades relacionadas con la difusión de la cultura, las tradiciones, el idioma griego y su antigua religión, entre otras, y son abiertas a toda la comunidad.

La danza griega significa –dicen– sentimientos puros. Algunos de sus bailes típicos son el kalamatianos y el tsamikos.

Basiliquí Moulá llegó –¿o regresó?– hace ocho años a la Argentina. Su padre es griego, pero su mamá es criolla: se conocieron, se casaron y se fueron a vivir a Grecia, a un pequeño pueblo llamado Aliveri, que está a dos horas de Atenas. La joven nació en Grecia, y conoció la Argentina cuando ya tenía 11 años. La segunda vez fue la definitiva: hace siete años que integra uno de los grupos de baile, el mayor de todos, el Olympia.

“Hay cuatro grupos de baile: el de los más chicos, el intermedio, el mayor y el que integro. Nos llaman para hacer presentaciones en Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires, en escuelas y teatros y por supuesto, todos los años en las Colectividades”, explicó.

La joven contó que extraña mucho a su familia paterna –que sigue viviendo en Grecia–, a sus amigos, y a los vecinos del pueblo donde nació y se crió. Pero no se arrepiente de haber elegido la costa del Paraná.

Herencia portuguesa

El Club Argentino Brasileño es más bien reciente: fue creado en diciembre de 1985 y hoy ocupa la planta alta de Mendoza 1047. Es una asociación civil, y su objetivo enunciado consiste en difundir la cultura y la historia brasileñas. Allí se realizan diferentes actividades como clases de danzas, idioma, percusión, capoeira, talleres especiales de danzas afro, entre otras.

Lo que más salió en la Noche de las Colectividades, contaron, fue la feijoada, plato típico por antonomasia de los antiguos esclavos africanos en el Nuevo Mundo. Feijó es un poroto negro, que se cocinaba en un guiso con abundantes y diferentes tipos de carnes: lo que los amos de las “fazendas” despreciaban, como las achuras de ganado vacuno.

Igual la vedette no ocupaba plato sino vaso: fue la caipirinha, el cóctel perfecto para paliar el calor, y si se quiere, el frío también.

Y los laureles se los llevaron las bailarinas, al ritmo del axé, que transpiraron las camisetas con el ritmo que levanta hasta los muertos.

Un vecino con influencia acorde a su tamaño

Elsa Rosito es la presidenta del Club Argentino Brasileño desde hace 12 años, y afirmó que “es un orgullo” para la colectdividad la Noche de las Colectividades, que la encontró al frente de la institución por cuarta vez. “Yo nací en Argentina, pero mi corazón es brasileño –dice–. Es muy importante no sólo para mí sino para toda la institución. Se presentaron todos los grupos de danza que vienen trabajando. Tenemos cinco profesores de danza, y más de 25 alumnos por grupo. Nos invitan de todos los lugares del país: Córdoba, San Luis, Buenos Aires, San Pedro, entre otras. Estoy feliz y disfruto de este momento”, explicó.

Detrás de ella estaban Paula Abou, Solana Ramallo y Agustina Piro. Son algunas de las tantas integrantes del grupo de baile del Club. Las tres contaron que ensayan dos veces por semana y se hicieron muy amigas con todas las del grupo.

“Bailamos axé, nuestro grupo no tiene nombre, y somos 15 integrantes. Nadie de las personas que vienen a bailar son descendientes de brasileños. La danza es muy divertida, los movimientos son muy alegres y recomendamos que vengan a bailarlo”, advirtió Paula.

Muy cerca estaba también uno de los grandes referentes de los empresarios y comerciantes rosarinos. Se trata de Ricardo Diab, titular de la Asociación Empresaria, pero desde antes y hasta ahora cónsul honorario de Brasil en la provincia de Santa Fe.

Diab detalló que el evento es un hecho importante, ya que se muestra la cultura, la indumentaria y el esfuerzo de todo el año. “Dentro de lo que significan las Colectividades, Brasil no se queda atrás de ninguna. Está al frente con su optimismo, sus comidas, su baile, me siento orgulloso de la gente que está acá, vinieron muchas familias y fue un acierto incentivar este tipo de cultura. El lugar no da para más, podría haber más gente”, detalló Diab.

Para el cónsul brasileño la Noche de las Colectividades representa un hito dentro de las actividades del consulado. “Mi obligación primaria es la asistencia del ciudadano brasileño, también de lo social, cultural y económico”, concluyó.

La memoria es un eterno presente

Spiro Christou tiene 81 años, es hijo de griegos, de la isla de Lesbos, y contó que sus padres fueron los que le contagiaron el amor por la tierra.

“Esta locura comenzó en 1984 sólo con siete colectividades. La Asociación Helénica es mi segunda casa, fui presidente durante muchos años. Tenía un taller metalúrgico y acá hay muchas cosas hechas por mis propias manos: bandejas, coladores, espumaderas, espátulas, entre otras”, expresó Spiro.

Christou detalló que su familia estaba compuesta por sus padres y sus cinco hermanos, ahora sólo le quedaron tres. Sus progenitores tenían un restaurante en barrio Saladillo que se llamaba Centro Marino, y él, junto con ellos, ayudaba a preparar las mesas.

“El fuerte de nuestra comida es el brochette de carne, que se cocina con nueve clases de hierbas, el busacá, que es una tarta de berenjenas gratinada en el horno con salsa bechamel –la hacemos con maizena para que la puedan comer los celíacos–, también tenemos el pasticho, que es un pastel que tiene fideos. Y las empanadas con variedades de queso, y de espinaca y ricota. En la parte dulce tenemos el curambié, que es un alfajor a base de manteca y se aromatiza en el centro con un clavo de olor”, describió Christou.

Spiro afirmó que la eclosión de su amor por Grecia fue en 1995, cuando viajó por primera vez, la tierra de sus padres.

“Viajé en otras tres oportunidades y cuando estuve ahí, sentí que viví allí desde siempre, fueron muchas historias que me contaron mis padres. En el último viaje estuve durmiendo en la habitación donde dormían ellos, es la casa de mi abuela materna que todavía se conserva, tiene casi 200 años”.

Y concluyó: “Son muchos los que hablan de la colectividad, pero hay que estar para poder mantener los ladrillos, hay que poner la espalda”.

Comentarios