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Descartables

Las investigaciones en ciencias sociales que el gobierno descontinuará en 2018

Son parte de los 20 científicos y científicas que aprobaron el ingreso a la carrera y ahora les proponen que sólo se dediquen a dar clases. Recuperamos sus investigaciones


Saber cómo mejorar la producción de una empresa o el bienestar de un trabajador que estaría más contento con un trato digno que con un aumento de salario. Saber cómo cambia a la seguridad el patrullaje diario de 445 policías que dan su teléfono celular a los vecinos en 20 barrios de Rosario para que los llamen. Saber cómo los que hacen cultura tienen mecanismos de laboratorio para emocionarnos y alientan el sexismo o la violencia. Saber cómo luchar contra el desarraigo y ver que la identidad nacional ya no pasa sólo por lo que dicen los medios de comunicación. Los científicos de las ciencias sociales tienen poco prestigio. Son los más afectados en el modelo de ciencia que impulsa el gobierno de Cambiemos porque en 2018 recortarán los ingresos a la carrera de investigador. El Ciudadano recuperó la utilidad y recorrido de quienes tenían que entrar en 2017 y deberán dejar sus investigaciones para ponerse sólo a dar clases.

Lista de “prescindibles”

En Rosario hay 20 científicos y científicas que fueron rechazados por Conicet para entrar al Estado y empezar la carrera de investigador. Esta semana tomaron por segunda vez el edificio del Ministerio de Ciencia en Buenos Aires porque no están de acuerdo con la oferta de que dejen de investigar y sean sólo docentes.

Dejaron entre 6 y 15 años de trabajo entre doctorados, posdoctorados y becas extendidas deseando la estabilidad laboral y crecer haciendo ciencia en Argentina. Tienen arriba de 30 años, hijos, artículos y libros publicados. Van a congresos para mejorar la vida de los argentinos. Cada día trabajan para saber los por qué y cómo sufrimos de desempleo, desigualdad, maltrato a mujeres, Pueblos Originarios y personas del colectivo LGBTI.

Herramienta de empleo

Juan Diego Vaamonde.

Juan Diego Vaamonde nació en la capital santafesina y es doctor en psicología. Le parece curioso que su investigación no le interese al gobierno nacional. “Tienen una mirada empresarial y les importa el rendimiento”, explica a El Ciudadano y cuenta que desde 2008 analizó más de 600 trabajadores en distintas empresas para conocer cómo mejorar su bienestar. Descubrió que perciben 4 tipos de injusticias y no les importa tanto el salario sino sentirse respetados e incluidos en la toma de decisiones. Creó un instrumento para medirlos en una fábrica o una empresa de servicios y ayudar a mejorar productividad, evitar problemas en Recursos Humanos y no depender de un test extranjero que sale al menos 200 dólares. Los que hizo Vaamonde con otros científicos son gratuitos. “Los creamos nosotros o adaptamos a la cultura argentina. No es lo mismo medir en Alemania que acá. Las empresas que toman decisiones en base a instrumentos de afuera corren el riesgo de malgastar la plata”, cuenta el doctor. Los test están online o pueden pedirse sin costo. “Surgieron con nuestra educación que estuvo bancada con fondos públicos”, dijo.

Al igual que otros rechazados de Conicet, Vaamonde está preocupado. Teme que el conflicto restrinja su actividad a la docencia y corte con  10 años de investigación.

Para el doctor, que también estudió el sexismo en los lugares de trabajo, invertir en ciencia, ya sea básica o aplicada, es importante porque antes o después mejora la vida de las personas. Hace 60 años una investigación dio con el ADN y los científicos no sabían que más tarde podía llevar a hacer test de filiación o resolver crímenes”, recordó y ejemplificó: “Criticaron una investigación sobre las películas de Disney. Generacionalmente todos estamos empapados con esos relatos. Tienen valores sexistas contra las mujeres. Así construimos una mirada conciente o inconciente que lleva a la violencia. Es una forma de reconocer que el Ni Una Menos tienen raíces culturales que tenemos que revisar”.

Herramienta cultural

María Julia Sabena.

María Julia Sabena es de Rafaela. Es doctora en Humanidades y Artes. Hace 10 años estudia literatura y tiene un promedio casi perfecto. Con 38 años reparte sus días enseñando en la Universidad Autónoma de Entre Ríos y la investigación que llevó a entrar en Conicet: rescatar poemas del siglo XVII y ver cómo cambiaron la identidad americana entre los virreinatos en Perú. Muchos nunca fueron impresos y pocos digitalizados. Los recuperó en viajes y a través de otros científicos. Desde 2008 los analiza no como arte espontánea de un genio creativo loco e inspirado. Sabena encuentra en autores como Juan de Espinosa Medrano y Carlos de Sigüenza que hay disciplina, trabajo, oficio y saber enciclopédico atado a la tradición de Luis de Góngora. “Son ideas que no muchas personas tienen sobre el quehacer poético. Aun el que se hace hoy. Encontramos método, recursos, decisiones parecidas a las que tienen las ciencias exactas, pero que no son apreciadas por la gente en las ciencias sociales”, dijo Sabena a El Ciudadano. Para la doctora dejar su investigación actual significa descontinuar años de trabajo para entender cómo la literatura americana tomó las influencias occidentales y las adoptó para hablar de los problemas en la antesala de la emancipación colonial. “Historizar nos permite entender de dónde venimos. Es un ejercicio social. El ser pensante es mucho más difícil de engañar”, opinó la escritora de más de 20 artículos, un libro y otras 6 contribuciones a otros textos publicados desde 2008. Desde 2004 participó en la edición de la editorial Serapis, de Rosario. Fue evaluadora para la revista Cuadernos de la Universidad Nacional de Jujuy. Y parte del Proyecto de Investigación y Desarrollo Americanismo y barroco en América Latina. Sabena siente la frustración de pasar las evaluaciones de Conicet sólo para ser rechazada un año después. Más preocupante, sabe que para ser parte del proyecto de ciencia nacional deberán crearle un cargo, algo que no abunda en la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR.

Herramienta de seguridad

Marco Iazzettta.

Hay 445 policías que recorren a pie 20 barrios de Rosario. De 7 a 21 patrullan y ofrecen su teléfono celular a los vecinos para que los llamen si los necesitan. También les pueden mandar mails y pasarles denuncias en la puerta de la casa. Son parte de la Policía Comunitaria, una fuerza que no llega a 3 años de vida, y también está en la capital santafesina y Villa Gobernador Gálvez. No hay muchas experiencias como estas en Argentina. Hay sólo un puñado en América Latina. Marco Iazzetta es doctor en Ciencias Políticas y desde 2007 está preocupado por la escalada de violencia en Rosario. Con lo que aprendió estudiando violencia en la década del 70, hoy investiga qué cambió con la llegada del la Comunitaria.

¿Hubo más denuncias?¿De qué tipo?¿Cómo impacta en la seguridad? Son algunas de las preguntas que no tendrán respuesta si Iazzetta deja la investigación para ponerse sólo a dar clases. “Tener miradas críticas y no vinculadas al Estado ayuda a mejorar las políticas públicas. Quizás es un momento político donde no hay interés en este tipo de policía”, dijo a El Ciudadano.

Acostumbrado a compartir las palabras de los filósofos del siglo XVIII como docente de Teoría Política en la UNR, Iazzetta sabe que las investigaciones en ciencias sociales no tienen un impacto inmediato. Hay pocos “eurekas” porque los problemas que tratan son culturales, atados a muchas causas y en constante cambio. “Hace décadas que sabemos que el sistema carcelario es ineficiente, costoso y no cumple su objetivo. Hubo pensadores que lo estudiaron y mucho tiempo después vinieron nuevas ideas para reformularlo. No es instantáneo, pero no significa que no sea valioso”, contó Iazzetta, quien hizo parte de su doctorado en Francia y Brasil. Participó de tres libros y publicó artículos sobre cómo eran señalados los integrantes del ERP y PRT por la sociedad.

Herramienta de identidad

Mariana Patricia Busso.

“Nuestros principales problemas son sociales –la desocupación, el desarraigo, la pérdida de derechos– y aun así no se valoran a las científicos que los estudian. No es menor. Sin estudiarlos no puede haber nuevas ideas y soluciones”, opinó Mariana Patricia Busso, doctora en Comunicación Social de 37 años y que desde 2012 estudia cómo influyen los medios de comunicación y las redes sociales en las migraciones y la identidad. En más de 15 artículos, aportes a libros y congresos, Busso encontró que la imagen del país y de los migrantes estaba atada no sólo a lo que los medios de comunicación decían de ellos. Tampoco del lugar donde iban o de lo que supuestamente escapaban. La identidad nacional empezó a pasar por la vida virtual. Primero foros y blogs y después las redes sociales como Facebook, son los lugares donde la doctora analiza el discurso de los argentinos en el exterior. Usa las publicaciones, la vida privada exhibida a los amigos, para relativizar cómo son presentados los migrantes por la televisión y los diarios. “La voz estaba siempre mediada por el periodista que hacía un recorte. Hoy hay una expresión íntima en grupos de migrantes en Facebook mucho más complejos de lo que se retrata en una noticia. Permite un conocimiento totalmente distinto de las migraciones”, contó Busso.

Para la doctora pasar a la universidad sólo a dar clases pone en riesgo los 7 años de antigüedad entre el doctorado y posdoctorado. “No sabemos si anulará toda posibilidad de seguir investigando. Depende de cómo se haga la inserción”, dijo Busso, pero aclaró que el principal problema será la autonomía de las casas de estudio.

Busso opinó que la situación no es fácil. “No somos ajenos. Compartimos espacios académicos”, dijo Busso sobre los docentes que esperan conseguir los cargos y verán cómo por decisión de Nación los investigadores los retrasarán al menos dos años.