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De lujo

Las búsquedas de un músico de raza

Daniel “Pipi” Piazzolla llega en formato de trío con nuevo disco de jazz. Presentación de “Trasmutación”, a las 21.30 en Teatro Pichincha.


Lleva el ADN artístico en sus venas y las búsquedas –a las que concede un papel central en su genio creativo– en el espíritu. Su rama es la percusión y la composición, se desempeña como baterista y es líder de varias formaciones; integra el Fernández 4, Pájaro de Fuego, dirige Escalandrum con la que hace unos años homenajeó a su abuelo y un trío con el que hoy se presentará en Rosario. Músico de raza, Daniel “Pipi” Piazzolla llegará esta noche, a las 21.30, al Teatro Pichincha (Vera Mujica 214) para dar a conocer Trasmutación, segundo álbum con dicha formación.

Nieto del gran Ástor Piazzolla, el músico, acompañado por Lucio Balduini en guitarra eléctrica y Damián Fogiel en saxo tenor y soprano, mostrará todos los temas del disco.

Vértigo, profundidad y velocidad son características de este disco que tiene un decir enigmático y parece querer dejar enunciadas curiosas preguntas ante que certeras respuestas.

Con un sonido híbrido que viaja entre géneros y rítmicas pero con el jazz como punto de apoyo, en el disco Piazzolla traza un mapa donde la libertad es su única preocupación. Es así como, a lo largo de una decena de canciones, logra configurar –también en sentido semántico– una transmutación; “tocar una base de una manera distinta a la que debería ser tocada: como si hubiera trasmutado pero sin perder el alma de la base original”, definió en diálogo con El Ciudadano.

—¿Cómo nace este material?

—Pusimos el foco en hacer canciones con buenas melodías para experimentar toda la parte de improvisación o rítmica por detrás sin que pierda fuerza, que no se vaya mucho de la idea principal. Tratamos de hacer algo complejo o experimental pero sin perder el hilo conductor.

—“VLA” es uno de los temas paradigmáticos del álbum, ya que allí aparece una yuxtaposición de sonidos y rítmicas como en el disco pero juntos en una sola canción…

—Es un tema que quedó lindo y donde los músicos tocaron de forma increíble. Pero en general la búsqueda del disco es la transmutación. Y se titula así por el hecho de tocar una base de una manera distinta a la que debería ser tocada: como si hubiera trasmutado pero sin perder el alma de la base original.

—Hace años reversionaste a tu abuelo con un disco. Para subvertir un género o una obra es vital primero conocerla en su más honda profundidad…

—Yo soy un tipo que cambia mucho: todos los discos que saco trato de que sean bien diferentes entre sí. Me la paso trabajando ideas nuevas constantemente. Y, acá, esa también era la idea. Cuando sacamos el disco Piazzolla por Piazzolla (2011) traté, junto a Nicolás (Guerschberg) –pianista de Escalandrum–, de que no sea igual a lo que hizo mi abuelo pero a su vez que no pierda la esencia. Así voy para adelante con ideas nuevas. En este caso hay temas míos y de los integrantes del grupo, pero la exploración, por mi lado, es más rítmica, buscando cosas que trabajé y estudié en alguna época con el baterista de Frank Zappa. Trato que lo que expongo suene natural y fluido.

—¿Cómo es el vivo en relación con el disco físico?

—Puede llegar a pasar cualquier cosa. No tengo ningún patrón establecido así que vamos viendo qué nos va diciendo la música. Por supuesto que hay una estructura, una métrica e ideas que tienen que ser respetadas pero con variaciones, por supuesto.

—Si tuvieras que definir el decir del disco, ¿cómo lo harías?

—Como una nueva búsqueda personal o un disco de jazz contemporáneo si lo querés rotular.

—Suena mejor búsqueda porque tiene un comienzo pero no necesariamente un final…

—El cierto, es una búsqueda continua. Y ya estamos craneando nuevos repertorios con todos los grupos donde estoy. Esto siempre sigue.

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