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De colección

La tierra en las imágenes del cine

Coordinado por Sergio Fuster, un colectivo de autores escribió “Cine y tierra”, libro que echa una mirada a películas de distintos autores que tienen a esa temática como eje de sus relatos y trata de develar sus principales implicancias.


“La tierra parece ser un concepto demasiado general, comprensivo de temas y enfoques muy distintos. El del acceso a la propiedad, resulta ser sin duda uno de ellos, pero no el único. Desde nuestra perspectiva de análisis queremos rescatar fundamentalmente tres abordajes: la tierra como fuente de vida, como fuente de identidad cultural y como un recurso”, expresan a modo de manifiesto Sergio Fuster y Miguel Catalá en el prólogo del libro Cine y tierra, que será presentado hoy, a las 20.25, en el bar cultural Arturo Jauretche (Córdoba 862). El texto –que forma parte de una extensa colección dirigida por Fuster– es fruto de la iniciativa de un grupo de cinéfilos que se reunieron y analizan diferentes películas a partir de una temática, en este caso la tierra. Para ello se juntaron, además de los ya nombrados, Sergio Torres Surbette, Eber Molina, Osvaldo Di Prinzio, Martín Perisset, Miriam Stivala, Néstor Farini, Eliana Velásquez, Soledad Fontana y Pablo Suárez. En una entrevista con El Ciudadano, parte del colectivo dio sus argumentos de por qué construyeron este texto y por qué habían elegido determinado film y de qué manera se abordaba el tema de la tierra.

Acerca del por qué del título, Miguel Catalá señaló: “Me parece que Cine y tierra era algo que faltaba en la colección que dirige Sergio Fuster y hacemos entre todos. No es una asignatura pendiente porque no tiene nada pendiente, porque es una colección que crece y va incorporando problemas a lo largo de su existencia. A 20 títulos de la colección, nos pareció que era un buen tema para abordar. También porque hace poco fue el centenario del Grito de Alcorta, y que en nuestro país se ha estado discutiendo mucho el uso y la tenencia de la tierra. Desde el conflicto de 2008, que lo puso en el tapete, venimos de una seguidilla de años donde se presenta como necesario y oportuno construir un libro donde se reflexiona sobre la tierra en todas sus acepciones, desde la mirada del cine. En este libro, me ocupo de analizar una película que no trata específicamente de los arrendatarios, sin explicitar si lo son porque también podrían ser pequeños propietarios,  que para el caso es lo mismo, se llama Kilómetro 111. En ese film se muestra un claro problema entre los productores de trigo con los acopiadores, el transporte, etc. También, la película Viñas de ira aborda el problema de los arrendatarios pero en Estados Unidos”.

Sobre cómo abordó el cine a la problemática de la tierra  y  sobre la figura del gaucho, Catalá explicó lo siguiente.  “Yo buceo en lo gauchesco para ver también la cuestión de la tierra. Por ejemplo el personaje Juan Moreira era una víctima del latifundio. No porque fuera un peón que quisiera disputar una parcela al sistema. El latifundio es mucho más que una relación de propiedad, es una relación social donde se ponen en juego la ciudadanía, los derechos laborales. Hay una dinámica específica de cómo deben conducirse los actores sociales. Afuera del latifundio, que es el lugar que ocupa Moreira, que es un carrero del Bajo Flores. Para la época en que estamos hablando, mediados del siglo XIX, es un momento en el que se está estructurando ese régimen de tenencia de la tierra. Por fuera de eso está lo marginal”.

Respecto a qué pasa entonces en el cine latinoamericano,  Eber Molina, otro de los participantes del texto, apuntó: “Yo analizo el cine del director brasileño Glauber Rocha. Este cineasta enfoca un ángulo más telúrico. Trabaja la sobrevivencia en el sertao brasileño, lo que conforma una personalidad alienada en los campesinos pobres. No es solamente la explotación, ni lo económico, ni siquiera lo social, sino que también es lo psicológico lo que influye en la gente de ese lugar, que vive de una manera muy particular. La masa de campesinos errantes que se ve en la película, que deambulan por esa región del Brasil; esos hombres se alienan y llegan a formular fantasías del tipo que el mismo Rocha menciona en Dios y el diablo en la tierra del sol (otra de las películas analizadas en el texto) y los cito textualmente. Es decir, habrá un momento en que desde el mar aparecerá un Mesías proveyendo un milagro. Rocha lo vio desde ese punto de vista, se puede decir un tanto místico, a pesar de que él estuvo preocupado por la política brasileña de su época, en los 60. Esta mirada tiene que ver con las consecuencias que produce en el ser humano las terribles condiciones de vida, como la sequía, el calor, que soportan. Este cineasta pone en imágenes esto de una manera vanguardista y de un modo que nadie lo ha hecho”.

El también colaborador Osvaldo Di Prinzio agregó: “Yo me centré en un corto de Raimundo Gleyzer, La tierra quema, que filma en 1964 en Brasil y que gana en Venecia como mejor corto y es un film al que se le corta el final en esa competencia. Este dato surge de un carteo con Fernando Birri, donde éste le dice a Gleyzer que vio la película pero que el final, con el chiquito con una caja en la mano que decía “Alianza para el progreso”. Entonces Gleyzer le confirma que sí, que ese no era el final. El premio se lo dan igual pero le censuraron el final. Ese final cortado me pareció lo más central de la película, porque Gleyzer explica que los problemas colectivos no tienen soluciones individuales. Dejar eso en el transporte de una cajita por un chico, era darle una solución individual a un problema colectivo. Recordemos que la película se llama La tierra quema porque refleja una sequía tremenda en el norte brasileño. El problema es que esa sequía, como lo expresa el director, marca la diferencia entre morirse de hambre y tener algo para comer. Esa es la diferencia entre la vida y la muerte, por lo tanto, el es problema colectivo. Los habitantes, por eso, se van desplazando todos a la ciudad. Además de eso, el director realiza la película en un momento muy particular porque se está dando en Brasil el golpe de Estado de 1964. Eso me sirve para comparar este film con el de Glauber Rocha, porque el brasileño, que enfoca su temática en la dictadura, también expresa que no hay soluciones individuales”.

El coordinador del libro, Sergio Fuster escribió sobre el film Tierra, del realizador vasco Julio Medem. “Su visión es ecológica o ética. Tierra como madre naturaleza y también desde lo sexual. Creo que todo eso se une en esta película que no fue bien tratada por la crítica. Sin embargo me parece interesantísima porque bucea en esos temas. Se trata de la historia de un técnico que va a erradicar una plaga en unos viñedos en España. Esa plaga, paradójicamente le daba un sabor particular al vino y era redituable, algo que le caía bien a la gente del lugar. El protagonista, en cambio tiene algo de celestial, de ecológico y piensa distinto. Esta película tiene la característica de que está bañada en la mitología vasca. Incluso este realizador es muy controvertido, principalmente a partir de su film La pelota vasca, que discute el tema de la ETA (la organización armada). A mí me interesó el concepto de la tierra como territorio ecológico. ¿Qué recibimos como respuesta cuando atacamos tanto a la tierra?”.

Foro de cinéfilos

La colección Estación cine, dirigida por Sergio Fuster, ya lleva editados 20 volúmenes. A modo de un foro de cinéfilos que llevan sus reflexiones al papel, el abogado rosarino se dio la tarea de recopilar esos análisis en diferentes libros que desde el cine toman distintos temas. El primer título de la colección se llamó Tierra de los libres / Hogar de los valientes; mientras que el segundo se denominó Identidad. Idioma. Imagen. Seis ensayos sobre el cine vasco. Tras esos tres libros, Fuster y su grupo indagaron en distintos temas como el trabajo, los derechos humanos, la justicia penal, la historia, la problemática del aborto, la cuestión de las inundaciones y el fútbol, entre otros. Además, el colectivo de cinéfilos se preocupó por el estado público del cine El Cairo, por el cine mudo y la animación en Santa Fe, también haciendo pie en la región.

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