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La simpatía ácrata por Octubre

Por Paulo Menotti.- Andreas Doeswijk analiza en su libro las causas que llevaron a los anarquistas rioplatenses a abrazar a la Revolución Rusa.


cultura

La Revolución de Octubre en Rusia, en 1917, conmovió al mundo. Incluso en Argentina resonaron los ecos con agitaciones obreras aunque la historia no supo unificar esa efervescencia social. Acontecimientos como la Semana Trágica, los sucesos de la Patagonia Trágica y La Forestal no fueron hilvanados por la historia. Al mismo tiempo, muchos protagonistas borraron su participación y se olvidaron de contar la simpatía que despertó el Soviet ruso. Diego Abad de Santillán, el gran dirigente anarquista que escribió la Enciclopedia de Santa Fe, soslayó en sus relatos históricos que los libertarios hayan sido, en un primer momento, fervientes admiradores de las jornadas revolucionarias de Petrogrado, por ejemplo. Andreas Doeswijk, un holandés emigrado a la Argentina de joven, estudió la militancia ácrata a favor de la Rusia revolucionaria. En su libro Los anarco-bolcheviques (1917-1930) analiza la corriente que surgió en ese contexto, así como sus producciones escritas, sus organizaciones sindicales, y sus recorridos políticos. En una entrevista con El Ciudadano, el autor examina algunos rasgos generales de su obra, un trabajo que permite observar a la vez la experiencia de un grupo político y social, como también la manera en que se articulan los planos internacionales con el regional, el rioplatense.
—¿Por qué los anarquistas simpatizaron con la Revolución rusa?
—Los anarquistas eran revolucionarios y, según sus escritos, interpretaron que la Revolución Rusa era “la Revolución Social” que esperaban. Así hasta mediados de 1921 prácticamente todos adhirieron al “hecho ruso”. Como entre ellos (como entre los socialistas de la época y los comunistas después) había también militantes de procedencia rusa, la Revolución era explicada como obra de toda la izquierda. Inclusive los anarquistas tenían esa idea, si no pensemos en los compañeros de Piotr Kropotkin, por ejemplo. Estaban parcialmente errados pero, de hecho, en la Revolución hubo participación de social revolucionarios, mencheviques y pequeños grupos de anarquistas, entre otros. En el Río de la Plata la línea divisoria de la aceptación pasaba por ser revolucionario y militante, o no. De esa manera los anarquistas, los jóvenes socialistas de “izquierda” o sindicalistas revolucionarios adherían en primera instancia a la Revolución del 17.
—¡Los anarquistas lideraron el ciclo de huelgas que usted denomina “El Trienio Rojo”?
—En España se habla de un Trienio Rojo que va de 1918 a 1920. Mientras que en Italia y en Alemania también hay un período de gran efervescencia social a partir de noviembre de 1918. En el Río de la Plata las causas me parece que deben ser buscadas en la recuperación de la crisis económica de 1917, cuando los salarios se van atrasando con respecto a los precios, a la depresión del dumping de 1920. Pero no se puede reducir todo a lo económico, porque un nuevo despertar de los proyectos democráticos y socialistas después de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, también influyeron en el imaginario de los actores de la época, especialmente en la militancia de la izquierda.
—¿Por qué es necesario pensar al ciclo de huelgas de fin de la Primera Guerra Mundial, en conjunto?
—En la historia social se suele enfatizar los conflictos del comienzo y del fin, como, respectivamente, la Semana Trágica y la Huelga Patagónica. Sin embargo, entre enero de 1919 y diciembre de 1921 estallan numerosos conflictos que muchas veces rebasan lo estrictamente gremial. Por ejemplo, huelgas en La Forestal, el Verano Rojo, la huelga de los maestros de Mendoza, la huelga de los policías agremiados en sindicatos anarquistas en Rosario y en Buenos Aires, la huelga de los marítimos, la huelga de las Bombas. Buenos Aires, Montevideo y Rosario, entre otras ciudades, no son comparables a Turín, Barcelona o Berlín pero igual estamos en presencia de un trienio con mucha protesta social.
—¿Quiénes lideraron esas huelgas?
—Con excepciones como la huelga de la Federación Obrera Marítima (FOM) que tenía dirigentes sindicalistas revolucionarios (aunque provienen del sindicalismo) y algún protagonismo de los socialistas, se puede decir que fueron los anarquistas y los anarco-bolcheviques los que lideraron esas huelgas. Considerando además que hasta mediados de 1921 no se había tratado la línea divisoria entre ambos grupos, es importante destacar ese liderazgo ahora. Al mismo tiempo, lo que resulta más difícil de sostener es que también las bases eran anarquistas. La cuestión pasa por preguntarse por qué esas bases seguían a los líderes anarquistas.
—¿Qué importancia tuvieron en ese escenario los anarquistas rosarinos?
— Cierto es que en la “Barcelona Argentina” estalló la primera huelga general del país, en 1901, y que se trataba de una ciudad nueva con industrias y un proletariado inmigrante. También los anarco-bolcheviques del periódico La Rebelión eran oriundos de Rosario. En general había muchos inmigrantes italianos, españoles y rusos, entre otros de otros orígenes, lo que explica en parte la presencia de todas las ideologías de izquierda. Pero no sabría caracterizar algo así como la “peculiaridad rosarina” en el mundo libertario y socialista.
—¿Los anarquistas fueron perdiendo hegemonía por las disputas internas?
—Es verdad que después de 1921 hubo muchas disputas internas en el anarquismo rioplatense. Los protestistas, los antorchistas, los anarco-bolcheviques, los anarco-expropiadores, los foristas opuestos al protestismo (a los reunidos en el diario La Protesta); todos se fueron distanciando entre ellos. En ese sentido la actuación crítica con respecto a los compañeros de Diego Abad de Santillán y Emilio López Arango me pareció bastante funesta. No sólo de ellos, tampoco la actuación de Severino di Giovanni y su grupo logró construir un anarquismo renovado. Los anarquistas pasaron a ser ideólogos recluidos en cenáculos cada vez más estrechos. Pero este fenómeno no es exclusivo del movimiento libertario vernáculo con la gran y gloriosa excepción de España donde fueron derrotados y masacrados militarmente. En las causas de esa declinación los marxistas suelen priorizar el pasaje de una sociedad artesanal a una industrializada de masas, menos acorde a la cosmovisión anarquista. Seguramente que la “Revolución Comprobada” de Rusia, influyó negativamente en el movimiento ácrata. Habría que añadir que, si bien el anarquismo entró en declive a partir de la década del 20, también es cierto que un neo-anarquismo, bastante informal y desestructurado, emergió a partir de fines de 1960 de forma que el pensamiento libertario no quedó tan mal posicionado con referencia a las otras corrientes socialistas.

Holandés en Neuquén

Andreas Doeswijk nació en Holanda y emigró de joven con su familia a la Argentina. Estudió en la Universidad de La Plata y posteriormente en la Universidad de Campinas, Brasil. Durante dos periodos investigó en el Instituto de Historia Social de Amsterdam sobre el movimiento anarquista latinoamericano. En ese sitio se encuentra el archivo de historia del movimiento obrero más grande del mundo, donde sobrevive un gran caudal de material producido por organizaciones obreras y políticas argentinas. Doeswijk, quien desde 1992 ocupa la cátedra de Historia Americana (siglos XIX y XX) de la Universidad Nacional del Comahue, ofrece una visión global de los acontecimientos del ciclo de agitaciones contemporáneo a la Revolución Rusa. Atrapado en su hogar por el temporal que asoló Neuquén en estos últimos días,  Doeswijk tuvo buen humor y dedicación para responder las preguntas de El Ciudadano.

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