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Sociedad

La secundaria se fue a marzo

Según datos oficiales, el cierre del ciclo lectivo 2014 dejó un saldo negativo: más de un millón de alumnos quedaron con materias adeudadas; en promedio, lo que representa casi un 60 por ciento de los estudiantes de la Argentina.


“No saben cómo estudiar una asignatura”, “son desorganizados”, “pierden mucho tiempo”, “tienen apuntes incompletos”, “no hacen los deberes en su momento”, “no planifican los exámenes”, “no llevan la materia al día”, “no tienen ambición” o “sólo se contentan con aprobar raspando”, son algunas de las expresiones que habitualmente se escuchan sobre fin de año, para justificar la cantidad de materias que los jóvenes reprueban en la secundaria.

Para muchos alumnos, el cierre del ciclo lectivo del año anterior aún no concluyó. Son los estudiantes que no han terminado de rendir las materias que se llevaron a exámenes.

Esta situación de incertidumbre (para algunos todavía no está definido el pase de año) genera angustia y preocupación en estudiantes, padres y docentes.

Según datos oficiales, el cierre del ciclo lectivo 2014 dejó como saldo negativo que más de un millón de alumnos quedaran con materias adeudadas. En promedio, esto representa casi un 60 por ciento de los estudiantes de nuestro país. Las materias más desaprobadas fueron: Matemática y Lengua, pero también Físico Química, Historia, Biología y hasta Informática. En muchos casos, la cantidad de espacios disciplinares desaprobados provocan la pérdida del año. Se estima que en Argentina cerca del 13 por ciento de los alumnos repiten, principalmente, en el ciclo básico de la secundaria (1° y 2°) aunque esta tendencia ya se reproduce en el ciclo superior.

Evidentemente, la obligatoriedad del secundario no ha transformado por sí misma el andamiaje institucional del nivel. Garantiza el ingreso, y hasta el momento la permanencia, pero muchos estudiantes tienen incertidumbre en cuanto a la posibilidad de egresar. Esto da cuenta de que las causas de la repitencia y abandono van mucho más allá de la posibilidad de ingresar a la escuela. El problema de la secundaria no se reduce a su obligatoriedad.

La imposibilidad de aprobar materias (el promedio de asignaturas adeudadas es entre 4 y 5) responde a causas internas y externas a las instituciones. Muchas veces, el análisis queda centrado en las escuelas, el alumno y la familia y descuidan un actor clave en esta problemática: la realidad social. Por otra parte, tanto instituciones como familias, son definidas por cuestiones macro políticas que reducen su posibilidad de autonomía en la toma de decisiones.

“Los jóvenes no se conforman con un bajo rendimiento”, dice la psicopedagoga Nely Juncos, “no hay un conformismo, los adolescentes quieren llegar al éxito en todo contexto. El bajo rendimiento tiene que ver con los contenidos de las materias, qué les ofrecemos a los estudiantes para que se apropien del conocimiento y tengan sus propias exigencias de ir por más”.

Algunos especialistas consideran que las familias han perdido el control sobre sus hijos.

Según estos expertos en educación, sostiene Mayte Rius, “la ausencia de recompensa a tanto esfuerzo a menudo tiene que ver con la desorientación de los padres sobre cuál ha de ser su papel en el aprendizaje de los hijos, lo que les lleva a cometer errores que lastran su educación. En unos casos son conductas que no tienen que ver específicamente con los estudios sino con el estilo educativo de la familia, con comportamientos tan recurrentes a la hora de educar como la sobreprotección, la falta de límites, la negatividad o los malos ejemplos”

Los adolescentes muchas veces están en soledad aunque tengan una familia y no es precisamente por culpa propia, sino de un contexto social que fragmenta y victimiza. La ausencia de los padres, generalmente vinculada a extensas jornadas laborales, condena a los jóvenes a perder lazos afectivos y de contención durante muchas horas del día.

Otras veces, la soledad de los alumnos se da porque sus padres no han pasado por instancias educativas, esto se ve con la extensión de la obligatoriedad del secundario y su relación con los planes sociales, lo que acercó a la escuela a jóvenes cuyos padres tienen una alfabetización básica.

Otros autores centran las responsabilidades de la baja en la calidad educativa de los jóvenes en cuestiones vinculada con las escuelas; en particular con los docentes, en este sentido, el investigador en educación Axel Rivas sostiene “La clave de los cambios de fondo es la docencia. Necesitamos repensar a fondo el sistema de formación, reclutamiento y puesto de trabajo de los docentes. Si no hacemos eso, todo lo demás va a ser superficial o un paliativo. Hay que mejorar y transformar la formación docente…
Necesitamos un modelo de formación de más alta calidad, más riguroso, que tenga un examen de finalización de la docencia, que obligue a los institutos a repensar su tarea, que tome en consideración la ética docente y el saber disciplinar”.

Otro punto de vista al momento de analizar el rendimiento académico de los jóvenes es considerar que la situación de apatía, falta de interés y aburrimiento de los alumnos en las instituciones responde a cuestiones vinculadas con trastornos psicológicos y hasta neurológicos. Muchas veces, se disfraza la “crisis” del estudiante en el aula con trastornos mentales.

Todo este análisis es solo una parte del problema, donde, generalmente, queda fuera de foco diversos aspectos de la realidad social de los jóvenes, que están expuestos a riesgos como el consumo de sustancias, la inseguridad, embarazos adolescentes, ausencias de los padres y la presión de un porvenir incierto que los inmoviliza y los deja sin posibilidades de elegir un futuro de manera responsable y consciente.

Por otro lado, muchos de los chicos que hoy se enfrentan a una baja calidad educativa, son los que en su momento perdieron la protección de una infancia digna y que en la actualidad, ven vulnerados derechos básicos que los tienen que proteger en su condición de adolescentes. La obligatoriedad del secundario los pone en la escuela, pero no les garantiza su permanencia y egreso. La repitencia, el abandono y el bajo rendimiento académico, traducido en materias desaprobadas, dan cuenta de una población que aún está en riesgo educativo.

Son jóvenes que a pesar de estar dentro del sistema educativo, tienen todas las características del abandono que dificultan su alfabetización y cuyos síntomas son: el desgano, el ausentismo, la agresión, etc. Las condiciones socioambientales, juegan un papel predominante en las dificultades de aprendizaje. Los riesgos a los que están sometidos se pueden transformar en padecimientos que provocan el deterioro de los procesos de conocimiento. Por eso, el bajo rendimiento y los problemas de aprendizaje son más profundos en las escuelas de zonas periféricas, donde las causas aparecen asociadas a consumos, mala alimentación, violencia familiar y social, vulnerabilidad de derechos y falta de comunicación debido a la ausencia de los vínculos más directos, entre otras cosas.

Cuando hablamos del bajo rendimiento, no podemos hablar de factores aislados ni de suma de factores, sino de una multicausalidad que nos involucra como comunidad. La Psicóloga Marta Hernández sostiene: “Los fenómenos y procesos que se dan en la institución escolar, se entrelazan e influencian dialécticamente con los procesos del conjunto de las instituciones, grupos y vínculos existentes en el orden socio-histórico.

La sostenida y profunda crisis social, económica y política que venimos padeciendo desde hace décadas en nuestro país opera de distinta manera, produciendo resquebrajamientos, fragmentación y vulnerabilización de vínculos y relaciones. La escuela no puede abstraerse de esas condiciones generales de vida”, concluyó.

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