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Sociedad

La revolución en la salud para conectar la mente y el cuerpo

Es importante conocer la esencia de cada uno para conectarse con un poder capaz de transformar el pensamiento.


A lo largo de la historia, la humanidad siempre se ha enfrentado a grandes revoluciones, de carácter cultural, social, político, básicamente en pro del reconocimiento y defensa de sus legítimos derechos y en vías de ejercer una mayor libertad social, mental y emocional.

¿Recuerdan la revolución que provocó el famoso conjunto británico de los Beatles?

Ellos provocaron un cambio no sólo en el campo musical sino además en el peinado, calzado y hasta en la vestimenta. Los jóvenes los tomaron como modelos.

Podríamos decir que dieron un giro revolucionario en la década de los 60. Aunque esta nueva postura provocó resistencia por parte de determinados sectores sociales, como por ejemplo la gente de mayor edad.

Yéndonos un poco más atrás en la historia, ubicándonos también en Europa, a fines del siglo XVIII, recordamos la Revolución Industrial, cambiándose el trabajo artesanal y manual por el mecanizado.

Algunos historiadores consideraron que Inglaterra se había convertido en el “gran taller del mundo”, innovando completamente el régimen de vida y de costumbres.

Fue el momento trascendental para el desarrollo de la técnica, la producción industrial y las comunicaciones.

Todos estos cambios constituyeron un verdadero progreso, pero también suscitaron controversias.

¿Y qué les parece si en lugar de acostumbrarnos a buscar fuera de nosotros la solución para tener una mejor salud la buscamos en nuestro interior y en una alternativa diferente?

Actualmente son muchos los experimentos que están se están llevando a cabo, desde el punto de vista médico-científico, en relacionar mente-cuerpo, y en determinar que el pensamiento tiene incidencia con la manifestación de cualquier cuadro de enfermedad, como problemas cardíacos, cáncer, o bien la depresión, el estrés o cualquier otro desorden.

Es importante conocer nuestra esencia y conectarnos con un poder más allá de uno mismo capaz de transformar la manera de pensar y estar dispuestos a usar una herramienta útil como la oración.

El experimento de la oración y su poder terapéutico y curativo, del doctor James R. Yates, como director del Hospital Parkland en Dallas.

Él comentó que estaba al tanto de que muchos de sus pacientes oraban, pero confiaba muy poco en la eficacia de sus plegarias. Terminaba la década de los 80 y llegaron a sus manos unos estudios. Muchos de ellos se habían realizado en condiciones muy estrictas de laboratorio, y revelaban que la oración influye de manera decisiva en diversas dolencias.

Tal vez el estudio más convincente sea el que publicó en 1988 el cardiólogo Randolph Byrd.

Una computadora extrajo los nombres de 393 pacientes de una unidad coronaria del Hospital General de San Francisco. Seguidamente repartió los nombres en dos listas.

Una de ellas se entregó a grupos de oración, mientras que nadie oró por las personas cuyos nombres figuraban en la otra.

El estudio terminó al cabo de diez meses y los pacientes por los que se oró se beneficiaron en varios aspectos importantes:

Tenían cinco veces menos probabilidades de necesitar antibióticos, en comparación con los enfermos por los que no se oró.

Tenían dos veces menos probabilidades de sufrir de insuficiencia cardíaca congestiva.

Tenían menos probabilidades de sufrir un paro cardíaco.

Si la técnica médica estudiada hubiese sido un nuevo medicamento o procedimiento quirúrgico en vez de la oración, probablemente se habría proclamado como un gran avance de la medicina.

Incluso escépticos como el doctor William Nolen, que escribió un libro cuestionando la validez de la fe para sanar, reconoció: “Si este estudio es fidedigno, los médicos deberíamos escribir en las recetas: ‘Oración tres veces al día’. Si el método surte efecto, utilicémoslo”.

Los resultados de la oración dependen de la confianza que pongamos en ella y en el poder de Dios. Cuando pensamos en “oración”, no hay nada oscuro ni misterioso, es simplemente conectarnos con buenos pensamientos que generen paz y confianza en el bien.

Jesús con su ejemplo nunca se dejó influir por el temor, por la aceptación de que un caso podía ser difícil o imposible de sanar.

Él fue quien generó una verdadera revolución espiritual ayudando a la humanidad a volverse de la manera material de pensar a una espiritual, innovando el régimen de vida y de costumbres. Decía con convicción: “He venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia”. Creo que podemos interpretarlo de esta manera: “No están aquí para sufrir ni para dejarse morir”.

Él ayudó a la humanidad a reclamar su derecho a la salud, al bienestar y a la felicidad plenas.

Esta alternativa no está lejos de cada uno, es posible pensar en un cambio de visión y saber que la salud es el estado natural del hombre y no como algo que se logra por algún tiempo.

Con intentarlo no perdemos nada, al contrario, ganamos en calidad de vida.

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