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Historias de boxeo

La pelea, afuera: nunca sonó la campana en Las Vegas

¿Qué pasó el 14 de febrero de 1979 en el Caesars Palace? El recuerdo de Víctor Emilio Galíndez, el “Tigre de Morón”.


Febrero de 1979. El calendario detenido en el número 14. El mítico Caesars Palace Hotel de Las Vegas en plena ebullición. Cuatro mil trescientos veintidós espectadores en el Pavillion esperan ansiosos el desenlace de una pelea por el título mundial de los medio pesados de la Asociación (AMB).

Mike Rossman “El Bombardero Judío”, norteamericano y campeón, ingresa a paso lento al ring. En un rincón espera a su retador. Es argentino: Víctor Emilio Galíndez, o simplemente “El Tigre de Morón”. Es una revancha. Se habían enfrentado el 5 de septiembre de 1978. Rossman había ganado por decisión técnica a los 55 segundos del décimo tercer round. Era la defensa número trece del título que había ganado en el Luna Park el 7 de diciembre de 1974 al norteamericano Len Hutchins.

Rossman, con la bata sobre sus hombros, espera caminando sobre el cuadrilátero. El pasillo que lleva al camarín del desafiante luce desierto. “Yo vine a buscar la corona. No es cuestión de plata. Si no es por el título no me interesa”. Una voz subida en el tono se desliza desde el interior del vestuario argentino.

Todo parecía, horas antes, en orden para la realización del esperado combate. Pero no lo estaba. Aquella noche quedó en la historia del boxeo, como la pelea que terminó sin comenzar.

Pero toda historia tiene sus protagonistas y los principales fueron Bob Arum, presidente de la promotora internacional Top Rank; la Asociación Mundial (AMB), representada por el entonces presidente Fernando Mandry Galíndez; la Comisión Atlética de Nevada y Juan Carlos “Tito” Lectoure.

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“Yo viajé a Las Vegas para defender los intereses de Galíndez. No conozco arreglos amistosos, conozco uno solo: el de la ley”, afirmaba Lectoure a quien se le acercara.

Lo real es que Víctor Galíndez salió del camarín y no fue hacia el ring, sino que se dirigió a su habitación en el hotel.

La pelea se suspendió. Una ola de reclamos, preguntas, acusaciones e incertidumbre inundó la escena. El conflicto estalló al momento de designarse los jueces y oficiales del ring. El reglamento de la AMB por un lado. En el otro: la Comisión Atlética de Nevada.

La AMB decía: “Es una pelea obligatoria y todas las autoridades las designa la Asociación”. El Estado de Nevada hacía valer su reglamento que establecía que toda pelea celebrada en su territorio tenía que ser bajo el control de sus jurados y árbitro. Alguien tenía que ceder. No sucedió, como era habitual, que las comisiones locales se ponían a disposición de la entidad rectora. Nadie cedió nada. La tensión llegó al punto más alto y luego de reuniones, idas y vueltas, donde los boxeadores miraban sorprendidos, se llegó a un acuerdo:

Autoridades neutrales.

La misma bolsa.

15 rounds y pelea revancha obligatoria en el término de 60 días.

Hasta ahí, bien. Pero llegó una aclaración. Más que aclaración, una condición: “En caso que Víctor Galíndez ganara no obtendría el título del mundo, ya que no sería reconocido por la Asociación – AMB”.

Bob Arum le llevó la propuesta a Lectoure. Tito a Galíndez. El “no” del argentino fue rotundo y respaldado por su equipo. Un allegado a la empresa organizadora llevó una oferta con poder de seducción: “Le aumentamos 25.000 dólares su bolsa (Galíndez cobraba 75.000). Si dice que sí (incluso alguno deslizó que a Tito Lectoure le ofrecieron una ‘atención’ por su gestión de convencer al Tigre Galíndez) dígale a su gente que es al revés la cosa. Peleo gratis, pero por la corona mundial de la Asociación”. Víctor Galíndez no subió al cuadrilátero…

“Hoy no hay pelea porque en realidad Galíndez no estaba bien entrenado. Sabía que no me podía ganar. Fue una jugada magistral de Lectoure”, dijo Mike Rossman al retirarse del estadio a los periodistas que esperaban.

“Jamás podría haber aceptado el ofrecimiento. Vine a pelear por el título mundial. Si no es así, me voy”, fueron las últimas palabras del argentino retador, cerrando la discusión.

Pasaron dos meses. El 14 de abril de 1979,  en New Orleans, volvieron a encontrarse. Esta vez pelearon. Ganó Galíndez, dándole una verdadera paliza por nocaut técnico en diez rounds. La historia de la ciudad de Las Vegas ya era un recuerdo. Víctor Emilio Galíndez recuperó el título mundial y la mirada del tigre…

El negocio que se perdió

Se enviaron 2.100 invitaciones a los jugadores registrados de todos los Estados Unidos: el gasto fue de 158.00 dólares.

En publicidad se invirtieron 250.000 dólares.

El Hotel Caesar Palace le pagó a la Top Rank 400.000 dólares para ser sede de la pelea.

El hotel rebajó un 80% el valor de las habitaciones para tours organizados desde Argentina, Nueva York y Nueva Jersey.

La Cadena ABC pagó por la televisación a los Estados Unidos 300.000 dólares.

Cadenas del resto del mundo interesadas pagaron 100.000 dólares.

La bolsa de Rossman fue 125.000 dólares y la de Galíndez 75.000.

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