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Reflexiones

La Paso entre Macri y Sanz tiene a los vice como clave

Vista esta elección fuera del círculo rojo, es más imprevisible e interesante.


Aunque clarísimo en la letra, el acuerdo PRO-UCR para compartir unas Paso suena con una música que, sin aturdir, confunde. Que dos de los candidatos en esa puja, Mauricio Macri y Ernesto Sanz, aparezcan con agendas paralelas cada día –el miércoles con chaqueños, ayer con cordobeses– hace plausible la pregunta sobre si los radicales quieren, en el fondo, ganarle esas Paso a Macri. Es razonable plantearlo porque, hasta que eso lo desmienta algún resultado futuro, los radicales superan en número a los macristas en todo el país. Por más amistad que estos dirigentes exhiban en la superficie, la realidad en la base es que, salvo que se produzca un hecho insólito, en las Paso los radicales votarán mayoritariamente a Sanz, y los macristas –que son muchos menos– a Macri.

Si el interés de uno y otro es voltear a su adversario –lo contrario es impensable en profesionales del despiadado oficio de la política– y quedarse con la candidatura presidencial, lo que hagan en adelante para diferenciarse, y la campaña que emprendan para arrinconarse, decidirá todo:

El primer acto de diferenciación lo hizo Macri apenas se conoció el resultado de la convención de Gualeguaychú, que avaló la estrategia de Sanz de marginar de una alianza al kirchnerismo disidente de Sergio Massa. Dijo que si ganaba esa interna, y la general, gobernaría con su propia gente y no llamaría a los radicales. Para quienes manejan la campaña radical fue un favor que les hizo al hostigarlos, casi hasta la ofensa, con lo cual achicó las posibilidades de que los radicales lo miren con algún cariño.

Ahora los dirigentes de la UCR esperan que Sanz emprenda una diferenciación en el mismo sentido. Aun entre quienes apoyaron su estrategia en la convención perciben que seguir cerca de Macri es una demora imperdonable, porque les da aire a los críticos del acuerdo –que perdieron la votación–, que hoy tienen como llamadores a Gerardo Morales y Julio Cobos.

La elección del candidato a vice es la otra pieza estratégica para los dos. Compromete más a Macri porque va a unas Paso contra una fuerza mucho más grande, que va a mostrar por lo menos a 22 candidatos propios a gobernadores que buscarán, primariamente, el voto para su partido, la UCR, y eso lo reforzará a Sanz. En la mesa chica de los macristas hay disidencias sobre el perfil que debe tener el candidato a vice, y domina entre ellos la percepción de Jaime Durán Barba y Marcos Peña de que debe ser una mujer, del interior, con experiencia para negociar en el Senado –juegan, obviamente, con la presunción de que ganarán– pero que no tiene que tener un perfil político y un alto conocimiento que distraigan a los votantes en la foto de la fórmula.

Otros creen que el candidato a vice de Macri tiene que ser alguno de los funcionarios de su gestión porteña, un elenco en el que se destacan algunos como técnicos pero pocos como dirigentes políticos de nivel nacional. Un tercer sector se juega por una figura nacional como Carlos Reutemann, pero ese emblema hace difícil la elección en Santa Fe.

Puede ayudar a quebrar al peronismo, pero es difícil imaginar que los radicales de esa provincia, que se criaron combatiendo al Lole, ahora lo apoyen porque sale con Macri.

El hermetismo en los cuarteles de Sanz es mayor porque nadie admite, entre sus asesores y entorno, que él haya abierto, como Macri, el juego sobre la elección del vice.

Observan que, además de la diferenciación, debe emprender una reconciliación con los perdedores de Gualeguaychú, que ganan espacio con el paso de los días. Dejarlos sueltos es un riesgo porque se trata de dirigentes del interior que querrían ampliar alianzas hacia el massismo –algunas ya cerradas, como en Jujuy y Tucumán– y harían, en las Paso, una campaña de brazos caídos sin mucho fervor por Sanz.

El espejo deformante de esta situación lo da el brillo que tiene Macri en los sondeos, y la irradiación del sistema de medios hacia el interior, que permite pronósticos que describen la puja con Sanz como si fuera una elección nacional, sobre el total de los votantes (un muestreo de MyF decía que Macri supera a Sanz por 64 a 28, con 8 puntos para Elisa Carrió). Pero las Paso se hacen en un corralito, una jaula que llama al voto de todos pero en donde radicales, macristas y lilistas deberán optar entre tres opciones.

Vista esta elección fuera del círculo rojo, es más imprevisible e interesante.

La manera de llamar al voto para la opción propia pasa, según el manual, por elegir un compañero de fórmula que le chupe votos al adversario. En el caso de Macri, un radical o ex radical que tenga nombre y trayectoria partidaria, pero despegado de Sanz. No sería nunca uno de los perdedores de Gualeguaychú. Tendría que ser un radical tercerista. Un Leandro Despouys o algo compatible con su perfil. Con esa compañía, Macri puede quebrar el voto radical que estará mayoritariamente con Sanz, y lograr la quimera de que los radicales, que cogobiernan Santa Fe, gobernarán Mendoza, tienen un tercio de los votos en Córdoba y Tucumán, algo menos en Entre Ríos, o la mitad de los sufragios en Jujuy o La Rioja, lo apoyen. No hay muchos expedientes para lograr esto, salvo un milagro del marketing, y esas mayorías radicales –en el corralito de las Paso– se convenzan de que Sanz debe perder.

Una decisión parecida puede ayudar a Sanz a sostener esa mayoría previsible de votos: elegir un vice que le saque votos conservadores a Macri. Es más difícil para él lograrlo que a Macri conseguir un radical o radicaloide que lo acompañe. El perfil es más difuso porque Sanz tiene un sello conservador, y le sería difícil lograr a alguien compatible con el macrismo que le saque votos a Macri. Además, eso serviría más que nada en la Capital Federal y Santa Fe, que es donde el PRO tiene cantidad de votos.

Hasta ahora, el identikit en el radicalismo no busca ese perfil; piensan más bien en una mujer que capture votos de la centroizquierda, o lo que se denomina así en la política argentina. Este formado admite la dificultad de sacarle votos a Macri, que además no tiene tantos, y la conveniencia de buscarlos en esa franja que se ha quedado sin referente nacional con las bajas de Hermes Binner y Pino Solanas. Para cazadores de ironías: en la elección de 2011 el eje de opinión Macri-Lole-De Narváez, el centroderecha, no tuvo candidato presidencial.

En 2015 es el de centroizquierda el que se queda sin referente en las presidenciales, con la excepción de Margarita Stolbizer, pero que puede terminar, si gana este ángulo, en los cuarteles de Sanz como su vice. La aman los radicales, mantiene un padrón interesante en Buenos Aires, se ha quedado sola y puede cubrir esa franja cerca de Sanz, que será conservador pero por encima es radical storanista, como ella.

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