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La mutabilidad de la palabra

Por Juan Aguzzi.-Una inteligente selección de poemas y gráficos del poeta, músico y performer brasileño Arnaldo Antunes desnuda un universo lúdico donde la palabra resplandece en la constelación de combinaciones que enriquecen su plenitud original.


antunes-dentroComo suele ocurrir desde hace unos años, el sello editorial Caja Negra vuelve a sorprender en cada uno de sus emprendimientos con forma de libro, gestos que de algún modo se vuelven necesarios y van conformando un catálogo de carácter palpitante entre contenidos y exquisita gráfica. Esta vez se trata de una antología poética bilingüe del poeta, performer y músico brasileño Arnaldo Antunes que lleva como título Palabra desorden, una compilación que él mismo curó a partir de una selección de Ivana Vollaro y Reynaldo Jiménez, quienes también hicieron las traducciones. El armado de Palabra desorden surge de vastos poemarios publicados por Antunes, que alcanzan los doce hasta el momento; lo abre un prólogo de Gonzalo Aguiar y lo cierra el breve ensayo “Sobre el origen de la poesía”, del propio Antunes.

Palabra desorden lleva implícito un efecto de movimiento, de idas y venidas, de andanzas, de intriga respecto a cómo pensar el mundo de lo dado, y de ejercicio semiológico para transparentar la aparente complejidad de los lugares comunes; se diría un tratado sobre los lenguajes circundantes y lo que son capaces de construir en su matriz errabunda y muchas veces intratable. La esencia del libro no sólo resplandece en su cauce poético sino también en sus trazos que dislocan y extraen energía de lo que enuncian: tipografías diversas, desórdenes punzantes en manchas que parecen contar con una mutabilidad permanente, disposiciones de frases en distintas escalas cuyo sentido lo da su movimiento en el espacio de una página, una estructura performática con escena propia, actos de acción súbita.

Es inocultable que este acting se origina en las facetas de músico de Antunes, quien fue integrante de Titas, una de las formaciones más emblemáticas del rock brasuca durante los años 80, y uno de los Tribalistas, banda que compartía con Marisa Monte y Carlinhos Brown; también en su posibilidad de ser todas esas cosas y de representarlas como un signo prometido, el de la palabra que vale para toda clase de movimientos y deseos. Ya Antunes había dicho: “Mi poesía también desde muy joven fue performativa” cuando en 2013 participó de un festival de poesía en Córdoba y le preguntaron sobre el montaje de sus exposiciones artísticas y acerca de su poesía visual.  Y además; “La palabra es la intersección entre los lenguajes con que trabajo: el video, el poema para un libro o una canción. Todo esto acaba teniendo un territorio común que es la palabra”.

Hay en Palabra desorden, al decir de Barthes, un tráfico asociativo “laboriosamente extravagante” donde la esencia de cada término se descubre en lo que designa, hay una intención en estos textos de perturbar los sentidos asegurados de la palabra a través de una energía lingual que imagina otras figuraciones.

“Silencio entre hombres que están conversando./Silencio mientras ellos están hablando./Silencio entre un sonido y otro/sonido./Silencio entre sonido y/otro/sumen./Silencio entre;/no silencio en./Silencio viento;/no silencio viene./Silencio vientre;/no silencio semen—Silencio sin./ Silencio entre silencios/entren”, es una prueba palpable de la actitud afectiva y existencial que el autor emplea mediante un fuego cruzado para anular todo pensamiento de reserva y para fundar un modo de decir impensable o desconocido; lo hace casi como si gastara altaneramente el estereotipo y aboliera la contabilidad de que necesariamente una palabra siga a la otra; por el contrario, se trata de la “palabra desorden”, de lo que se obtiene por inversión y decisión caprichosa concedida por el acorde de la imaginación. Puede verse en Antunes una intención de liberarse de los síntomas; desfasar, separar y superar la ordinariez (a lo que suele apuntar toda restitución) de la designación contemporánea para ir más atrás, hacia el intercambio y la evocación de un materialismo de la palabra donde se consuma simplemente en lo que designa su forma física. Antunes prodiga otro sistema de alteridades para que la palabra defina su objeto en libertad, bosqueja una fuerza vivificante en su deseo de “expresar”, en su recreación estética para aligerar de peso la falsificación de las palabras. Y todo lo practica a partir de una poesía que apunta a la disolución de una realidad sometida, una poesía en la que Antunes se afana por hacer socialmente móvil la palabra instrumentando otra dialéctica sobre su sentido.

Palabra desorden plantea entonces un dispositivo casi de goce de las palabras, corporizadas en sus propios sonidos; palabras a las que se desdobla y redobla –se las “desordena”– para hacerlas vibrar en una transacción ávida de coincidencias: “…Los nombres de los colores no son los colores./Los colores son:/negro azul amarillo verde rojo marrón./Los nombres de los sonidos no son los sonidos./Los sonidos son…”, se lee, y suena este párrafo impregnado de palabras escenificadas en su resonancia para provocar e inducir al asombro irradiando una constelación de infinitas combinaciones que enriquecen su plenitud original.  “Palabra desorden es un título que acaba traduciendo muy bien mi poesía por la subversión de las formas, por el deseo de cambiar el orden de las cosas con el lenguaje”, supo decir hace poco Antunes sobre el libro que presentará en la inminente 40ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, en la que San Pablo, de donde es oriundo el poeta, será la ciudad invitada.

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