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En rodaje

La historia de un reencuentro inesperado a instancias de los perros suicidas del Parque de España

El director de cine Hugo Grosso habla de “Perros del viento”, la película que filma en Rosario desde el lunes con todos los protocolos, protagonizada por Luis Machín al frente de un elenco de actrices y actores porteños, rosarinos e internacionales


“Todo lo que vemos esconde otra cosa. Siempre queremos ver lo que está escondido detrás de lo que vemos”. La frase del artista plástico René Magritte aparece casi como un postulado acerca de la curiosidad y el deseo por entender o encontrarle una explicación a lo desconocido, a ese rostro que, pensando en Magritte, se esconde detrás de una manzana verde. Seducido por esta singularidad, aunque la frase en cuestión apareció en medio de la búsqueda de sentido y sustento a una historia que para los rosarinos es más o menos conocida, las de los perros “suicidas” que se arrojan al vacío desde los altos del Centro Cultural Parque de España, el realizador rosarino radicado en Buenos Aires Hugo Grosso volvió a su ciudad para concretar desde el lunes último el rodaje de un proyecto largamente anhelado, el de Perros del viento, una película en la que confluyen el sueño permanente de hacer cine, los disparadores propios, el trabajo con familia y amigos entrañables y ese aire imprescindible que los artistas necesitan por estos días de pandemia donde todo se volvió aún más complejo de lo habitual.

“Nadie sabe bien por qué, pero desde hace 20 años, en Rosario, los perros saltan las barandas del complejo cultural con forma de terraza y caen al vacío. Algunos contabilizan 30 perros suicidas; otros, más de 100”, se cuestiona en un fragmento del texto de presentación del film el director de Negasegro, La Salvaje, A cada lado y Balas perdidas, materiales  surgidos de tópicos locales donde mostró su singular interés por la “rosarinidad”. Y habilita algunas preguntas acerca de “si se matan por un efecto visual o auditivo o tienen que ver los barcos”, y si es “un mito urbano o una realidad”.

Protagonizada por Luis Machín, Gilda Scarpetta, el uruguayo Roberto Suárez, Carlos Portaluppi, la española Estrella Zapatero y Lorenzo Machín, el elenco de la película se completa con los actores y actrices locales Roberto Moyano, Claudio Danterre, Juan Nemirovsky, Mirta Maurizi, Gustavo Guirado, Adriana Sabbioni, Analía Troiano, Miguel Bosco, Milagros Alarcón, Gustavo Sacconi, Belén López Medina y Miranda Postiglione, entre más.

“Todas las historias que yo cuento, de algún modo me están contando a mí. Y esas historias tienen que ver con la rosarinidad, más allá de que con ese tema tengo una visión bastante crítica porque muchas veces nos tira para abajo, nos puede generar una cuestión de conformismo y lo digo también para mí. No nos juegan a favor estas ideas del mejor actor rosarino, el mejor futbolista de la ciudad; son encasillamientos que no nos hacen nada bien, sobre todo si uno no tiene el humor como para no creerse eso del todo. Poniendo la vara en la rosarinidad, muchas veces nos achatamos. Pero soy rosarino, cuento cosas que están en mi memoria y no siento que ninguna ciudad en la que viva me cambie como sujeto”, dijo el director acerca de este nuevo regreso a su ciudad para rodar una película.

Un dardo en la oscuridad

“Hay una frase de (Ingmar) Bergman que siempre suelo tener como caballito de batalla que dice que «en la creación, tiro un dardo en la oscuridad: eso es la intuición; después mando un ejército para recuperar el dardo: eso es el intelecto». De algún modo, este juego entre la intuición y toda la información que uno pueda recaudar, más toda la experiencia, es lo que me parece que está en juego ante la creación de una obra y en este caso es lo que sintetiza la metodología de aproximación al guión de Perros del viento”, expresó Grosso en relación con los disparadores que lo llevaron a la creación de este nuevo largometraje.

Y ahondó: “En un principio, partí de una corazonada, desde la intuición, de pensar «qué historia interesante». Al no tener exactamente qué historia contar, salí a buscar esa historia y empecé a investigar, y con esa investigación fueron surgiendo testimonios, notas periodísticas y todo lo inherente a lo que uno hace cuando investiga sobre un tema. Pero particularmente los testimonios tienen mucho valor en el guión porque me dieron mucha letra: una cosa es pensar desde la ficción qué hace o qué puede decir alguien a quien se le cayó un perro al vacío; lo impensado de que un perro vuele y la caída desde las alturas, a tener las palabras que esa persona pueda decir o lo que pueda reflexionar acerca de eso que le ocurrió verdaderamente. Entonces hay mucha letra que tomé de manera literal de lo grabado de esos testimonios, que fueron unos quince en total, entre personas a las que se les cayeron los perros, expertos en sonido, arquitectos que analizaron aquello que pueda resultar extraño del edificio (de su morfología) e incluso veterinarios que analizaron el comportamiento de los animales. Y esto va atado a una metodología propia que implica partir siempre de un hecho real y tratar de transformarlo en una ficción, de algún modo porque yo no creo demasiado en la verdad del documental; incluso creo más en la verdad de la ficción que en la pretendida verdad del documental; ese juego me ofrece siempre una garantía que estoy partiendo de una base sólida y firme que me permite luego desplegar la ficción con cierto margen de seguridad”.

Mirar detrás

En la ficción, la historia de los perros que se arrojan al vacío trae de regreso a Rosario de su autoexilio en España a Ariel, guionista del transmedia Animalidad, quien decide regresar para investigar el extraño fenómeno, pero se reencuentra con Laura, la mujer de su mejor amigo, por quien decidió partir hace años, un hecho casual que obligará a Ariel a “correr la manzana” de la cara e intentar ver qué hay detrás.

“Esa frase de Magritte que citamos y que apareció en el proceso de búsqueda e investigación tiene que ver con este rol medio de voyeurista, de estar espiando hechos y cosas para poder escribir las historias, al mismo tiempo que como frase le dio a la película un sustento teórico, más allá de que la frase no fue el disparador y sí la idea de los perros y esa cuestión puesta a funcionar en relación con lo personal y las historias que uno conoce, que derivó en un vínculo de un matrimonio desgastado con una experiencia anterior que, volviendo a Magritte, todos de algún modo ven, pero les falta ver lo que hay detrás de lo que ven: es la historia de un guionista que está investigando sobre el comportamiento animal, se encuentra de pronto con que en su ciudad natal, de la que partió hace muchos años porque tenía una relación con la mujer de su primer amigo, decide volver, y de algún modo vuelve para investigar lo de los perros pero también vuelve para ver qué hay detrás de toda esta historia cuyas heridas siguen sangrando”, desgranó Grosso.

Rodaje en pandemia

Con el apoyo del Incaa, el Ministerio de Cultura de Santa Fe y el municipio local, a todas luces, encarar un proyecto semejante, con muchos exteriores y en esta contingencia es, por lo menos, una demostración de que el cine en la Argentina o es pasión o no es nada, porque filmar en la Argentina suele ser siempre una proeza, pero hacerlo en pandemia parece ser aún mucho más complejo. “Si es complejo desarrollar una película en el país en un momento de supuesta normalidad con todas las idas y vueltas habituales del cine argentino y después de cuatro años de una pésima gestión, porque sin un Estado presente es difícil que el cine exista y entonces no tendríamos producción simbólica y solamente veríamos cine norteamericano que se queda con el 80 por ciento de la producción internacional; hacer cine en la Argentina en pandemia es una cosa tremenda, no obstante es motivador el hecho de salir a la calle a filmar, a respirar de nuevo, más allá de que estamos ceñidos a los más estrictos protocolos, con mucha seguridad y con una gran disciplina. Y es muy emocionante ver esos cuidados en los compañeros: en ése que metido en el baúl de un auto, haciendo foco con una computadora a una cámara que va colgada de ese auto, sale de allí después de que gritamos «corten» todo transpirado pero con su barbijo y su máscara intactos”, destacó Grosso.

“La película tuvo muchas retenciones; teníamos programado filmar en marzo del año pasado, por lo cual debimos pedir una prórroga extraordinaria por la pandemia, con una industria subsidiada en su mayor parte por el Estado, a través del Fondo de Fomento, es decir no le sacamos el dinero a nadie; es un fondo que se integra con lo que se cobra por las películas que se pasan por televisión más el 10 por ciento de lo que se recauda en concepto de entradas. Ese dinero permite que cualquier productor tenga un margen de seguridad para poder arriesgar en un producto en el que invierte muchísimo”, expresó. Y destacó: “Todo esto se vio muy viciado por las políticas neoliberales que están en contra de que el Estado se ocupe de este tipo de cosas, convencidos de que el cine debe ser solamente de los privados, y paralelamente, después de esos años (los del macrismo), con la pandemia, entramos en una cuestión de tremenda burocracia donde nadie resuelve nada, precisamente, porque estamos en pandemia. También estaban los plazos por el potencial subsidio del Incaa, entonces esta es una película teñida también por la urgencia de filmarla y de poder superar esta etapa y al mismo tiempo era una urgencia en el sentido más humano: necesitábamos respirar un poco de cine después de tanto tiempo de postergación”.

Burbuja de familia

Con la producción ejecutiva y también como integrante del elenco de la actriz Milagros Alarcón, compañera de vida del director, y con protagónicos, entre otros, de Luis Machín y Gilda Scarpetta, también pareja en la vida real y ambos padres de Lorenzo Machín quien aparece entre los protagonistas, la película terminó tomando la forma de un proyecto familiar y de regreso a casa.

“Hace unos diez años, un día me encuentro con Luis Machín, yo estaba sumamente deprimido y le cuento que solamente tenía esta historia, le cuento un poco el relato de los perros, y también le digo que había pensado en Gilda (Scarpetta), su mujer, para el protagónico femenino. Y él me dijo que no se quería quedar afuera, que quería ser el protagonista. Eso fue consolidando nuestra amistad y nuestras coincidencias ideológicas y artísticas; ese momento fue el punto de partida para que Perros del viento que, de algún modo, se terminó transformando un proyecto familiar, donde también intervienen nuestros hijos, nuestros afectos, y que además, respecto de la pandemia, terminan siendo parte de la burbuja. Pasaron unos años de aquella charla con Luis y un día me pregunta si tenía o no el guión; me tomé quince días para ponerme a escribir y le dije: «Si para después de ese tiempo no tengo nada, no la hacemos». Me instalé en un ranchito en el medio del campo, en la provincia de Buenos Aires, y en esos quince días tuve unas ochenta páginas donde estaba la idea fundante a la que después se le fueron agregando muchas cosas”, expresó el realizador, admirador del trabajo de Machín más allá de la amistad y los diálogos estéticos e ideológicos que comparten.

“Respecto de mi vínculo con Luis, quiero ser justo, porque si no parece que quedara sólo en la cuestión de la amistad, y la amistad tiene algunas veces esto de que cuando uno se siente cómodo, no arriesga demasiado. Primero, el vínculo tiene que ver con una profunda admiración; para mí Luis es un actor fantástico, y no estoy diciendo nada nuevo, pero una de las cosas que le descubro en cada uno de los trabajos que hago con él es que es un actor con la capacidad de transformar las ideas que uno tiene, una vez corporizadas, en una cosa nueva, a su vez con una progresión dramática interna, porque siempre sale distinto de como entra a la escena, aún en lo más mínimo de un plano. Luis tiene la capacidad de transformar esas ideas en un ímpetu actoral y eso es algo admirable”, dijo Grosso en relación con Machín, uno de los más destacados actores de su generación.

Y finalmente profundizó: “A su vez, Luis es un actor muy exigente en cuanto a lo profesional y a las lecturas del guión y las devoluciones; es alguien que me ha ayudado mucho teniéndolo presente y contando con su palabra, sus aportes respecto del abordaje del personaje y eso es mágico en una actor. Y sobre todo de cara al cine, donde hay que dejarse dirigir, hay que confiar, porque uno nunca sabe en qué parte de la película está y en qué nivel de la progresión dramática se encuentra. Pero Luis siempre sabe dónde está y hace unas lecturas de los guiones que me parecen maravillosas, sumado a que tenemos la suerte de poder decirnos las cosas que no nos gustan sin herirnos”.

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