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La educación, la llave de la reinserción


La Secretaría de Extensión de la Facultad de Ciencia Política de la UNR presentó el Programa “Educación en cárceles” con un doble objetivo: posibilitar el acceso de hombres y mujeres privados de su libertad a distintas trayectorias educativas, culturales y laborales y, a su vez, interpelar el sentido y rol de la Universidad Pública.

La primera acción consistió en un relevamiento de experiencias educativas formales y no formales de los presos, no sólo durante el encierro sino también previamente, para integrar el recorrido de cada uno. Esto permitirá crear una base de datos de los internos de las cárceles del sur de la provincia de Santa Fe interesados en acceder a estudios superiores universitarios o terciarios.

“En los talleres culturales que damos en la prisión reconocimos una demanda y un deseo de los detenidos de seguir estudiando”, comenta Mauricio Manchado, impulsor de  “La Bemba del Sur”, un colectivo de talleristas formado por  investigadores, docentes y estudiantes de la Universidad, que comenzaron a articular sus experiencias en el servicio penitenciario y  a materializar los primeros proyectos de extensión hace tres años.

En ese camino surgió la necesidad de hacer un acompañamiento y contención para garantizar la inserción de los internos en el ámbito educativo, en lo posible por parte de profesionales y estudiantes que provengan de la carrera elegida por cada uno de ellos. Este dispositivo interdisciplinario tiene en cuenta dos dimensiones, una administrativa para la gestión de trámites y otra pedagógica referida a comprensión lectora, uso de material de estudio, redacción de textos, acceso a Internet, etc.

“Es clave abordar los acompañamientos socioeducativos como un desafío  para  las personas que salen, pensar esa proyección subjetiva dentro de la institución universitaria para que no sea frustrante y vaya generando posibilidades”, reflexiona la comunicadora María Chiponi.

Otra de las acciones del programa que se está llevando a cabo desde el año pasado  en las Unidades Penitenciarias 3 y 6 de Rosario es el Curso de Competencias Específicas “Comunicación, derechos y prácticas culturales” con el otorgamiento de un certificado de la UNR, enmarcado en la ordenanza N° 652.

La Unidad Penitenciaria 3, ubicada en el macrocentro de la ciudad, tiene un perfil de detenidos que están cerca de su libertad transitoria, lo que posibilita articular la salida del penal para cursar materias en las distintas Facultades. Este “permiso bajo palabra de honor” debe ser otorgado por un juez.

Distinta es la situación en la cárcel de máxima seguridad ubicada en Piñero, a 28 km de Rosario, ya que por la extensión de las condenas, las personas allí alojadas no están en condiciones inmediatas de cursar extramuros y sólo pueden hacerlo en la modalidad de libres.

Teniendo en cuenta estas situaciones, el proyecto plantea la creación de un Centro Universitario en contexto de encierro. Este espacio, destinado al estudio de carreras, se irá definiendo en función de los datos que arroje el relevamiento.

Una disputa de sentidos

De acuerdo a una investigación de la Facultad de Derecho de la UBA publicada el año pasado, el 85% de las personas que tienen una trayectoria en los programas universitarios dentro de las prisiones, no reincide cuando logra su libertad.

En este sentido, Manchado expresa que “el programa no se propone medir los resultados en clave de los éxitos académicos sino reconocer las trayectorias y las configuraciones subjetivas que se van dando cuando una persona está en el encierro”. Y agrega: “Es poder generar otro tipo de vinculaciones, de circulaciones, de espacios, en los cuales estos pibes puedan ir construyendo algo  que a veces es un pequeño gesto de autonomía”.

“Estamos pensando en procesos para generar prácticas colectivas, de encuentro, que se desmarquen de la lógica cotidiana de la cárcel y puedan generar autonomía, como sujetos de derecho”, aclara Chiponi.

Por este motivo, otra de las acciones del Programa consiste en formalizar y potenciar los espacios de educación no-formal, a través de talleres culturales, tales como “comunicación y periodismo”, “mosaiquismo”, “filosofía”, “cine-debate”, “teatro”, “radio y arte”, que se desarrollan actualmente en las Unidades Penitenciarias N° 3, 6 y 11. Y, por otro lado, continuar generando jornadas que propicien el acceso ampliado a bienes culturales.

“Determinados espectáculos culturales que circulan en la ciudad no llegan a la cárcel, sino lo que va sobrando”, comenta la investigadora y expresa que fue un desafío diseñar los talleres en el marco de los derechos culturales, es decir ofrecer posibilidades de construcción de lo simbólico para pensar a los sujetos dentro de las trayectorias vitales, posibles, creativas, que en el circuito cotidiano de la cárcel no existe. “Empezar a desafiar estas cuestiones es disputarle el sentido a la cárcel”, sostiene.

En relación a esta disputa, Manchado hace referencia no sólo a aquellos sentidos que se van construyendo en el adentro sino también acerca de lo que les espera afuera. En cuanto a las trayectorias laborales, en la propia cárcel el discurso es que quedan pocas opciones: no tener trabajo, precarización o volver al circuito ilegal.

De allí surge la propuesta de empleabilidad e inserción al mundo del trabajo que apunta a ampliar la oferta existente de capacitación en oficios tales como fotografía, operador de sonido, diseño gráfico, mosaiquismo artesanal, alfabetización digital, etc, a partir de convenios con organizaciones sociales y sindicatos.

Por otro lado, se propone potenciar el empleo independiente y autogestivo. generar instancias de encuentro y formación con el Área de Cooperativismo en Contextos de Encierro y Liberados, dependiente de la Federación de Cooperativas de Trabajo de la República Argentina (FECOOTRA).

Un antecedente de esta instancia es el Proyecto Ferias “Trascender los muros. Producciones culturales y prácticas laborales en Unidades Penitenciarias del sur de Santa Fe” que se viene desarrollando desde 2015, cuyo objetivo es comerciar las producciones artesanales de las unidades penitenciarias 3, 5 y 11, tales como cestería en papel, cuero, madera, mosaiquismo, macramé, entre otras.

Entonces, “¿por qué alguien que estuvo en la cárcel no puede ser un emprendedor cultural, empezar a vincularse y conocer otra dinámica de trabajo alternativa como el cooperativismo?”, se pregunta el investigador.

“Desde la Universidad Pública es imprescindible trabajar en la ampliación, restitución y ejercicio de los derechos humanos. Partir desde una perspectiva integral, interrogar la producción y distribución del conocimiento, fortaleciendo así la visión de una sociedad más justa e inclusiva en el marco del desarrollo humano”, afirma la Secretaria de Extensión y Vinculación de Ciencia Política, Paula Contino.  En este sentido considera ineludible generar condiciones de posibilidad para ampliar las trayectorias educativas, culturales y laborales de las personas privadas de su libertad en las cárceles del sur de la Provincia de Santa Fe.

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