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Crítica cine

La deriva de un niño sin madre

“El Gurí” es un drama duro y austero sobre un pequeño que sufre una singular orfandad en un pueblo entrerriano, entre la misteriosa desaparición de su madre, unos vecinos solidarios y una atmósfera opresiva en el marco de un paisaje de fuerza arrebatadora.


guriUn drama duro y austero es el que plantea el realizador argentino Sergio Mazza en El Gurí, su última película luego de El Amarillo (2006), Gallero (2008) y Graba (2011), y que desde el vamos está en consonancia con el tono y las preocupaciones formales de sus otros títulos, fundamentalmente en lo que atañe a las dificultades de personajes solitarios lidiando contra lo hosco que se presenta el mundo para sus propósitos. En El Gurí se trata de la historia de un niño que deambula por las calles de un pequeño pueblo entrerriano (está filmada en la vecina Victoria) mientras espera que su madre vuelva de algún lugar y mientras tanto debe ocuparse de su hermana, una pequeña beba, y de su bisabuela, una anciana ya impedida de los mínimos quehaceres. Los vecinos de ese pueblo conocen bien la situación de Gonzalo y de algún modo velan por él consiguiéndole comida e intentando saber dónde se encuentra y si se encuentra bien. Sobre todo un veterinario y su mujer, al que el niño ayuda en la atención de animales, y un veterano paisano que atiende un almacén.

Estos personajes también son presa de irreversibles malestares y en su relación con el chico campean las ambigüedades, como las de no poder decidir qué deben hacer con él, ya que ellos saben que su madre no volverá jamás, presa de una enfermedad terminal. El punto de vista del film es el de Gonzalo: es él quien conduce el hilo narrativo y fija su mirada en ese bellísimo paisaje costero donde la cámara de Mazza se detiene poniendo en evidencia su fuerza avasalladora, hecha de una luz delicada que baña con un pigmento transformador aquello que ilumina. La deriva del niño acusa un matiz inquietante frente al misterio de la ausencia de la madre, que se irá develando de a poco. Sin embargo, lo que El Gurí pone sobre todo en evidencia es un clima de opresión que campea sobre los otros personajes, sobre su incapacidad de dar un sentido a sus vidas luego de las tragedias experimentadas: la aludida e insoportable muerte de los hijos del veterinario y su hipotética paternidad sobre Gonzalo; la infelicidad del almacenero tras la muerte de su mujer, a la que veneraba; el vía crucis de un hombre que dice amar a la madre del niño sin importarle su vida como puta y que la busca desesperadamente acosando al pequeño. El aire que se respira en el film de Mazza está viciado de un pasado cercano de carácter demoledor, y los obstáculos sembrados en el presente devienen compartimentos estancos; sólo el niño parece moverse entre esa inercia de confusión junto a una joven que desembarca casualmente en el poblado y que será quien a través de su modo de decir y relacionarse con Gonzalo abra una compuerta para que sobre el final algo comience a moverse en otra dirección.

Si bien esta tensión es rítmica visualmente, y cuenta en la presteza del niño para la composición de su personaje con un plus gestual riquísimo, a El Gurí le falta radicalidad para llevar esos cruces dramáticos a consecuencias más inesperadas, para revelar la aguda sensibilidad de esos vacíos en que aparecen sumidos los personajes y valerse de sus contradicciones en un presente signado por el contenido del pasado. El sentido de orfandad que percibe el niño, su desencanto con la realidad exterior conforman, así, el teatro de operaciones más significativo y le dan su expresión estética más plena a El Gurí.

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