Ciudad

Proyecto para purificar agua

La ciencia de Rosario que rompe los huevos y que el Conicet rechaza

Un proyecto de una de las investigadoras rechazadas de Conicet le saca el fluoruro al agua con reciclables de cocina como la cáscara de huevo. No sabe si podrá perfeccionarlo porque Nación la mandó a dar clases.


En Rosario los científicos rompen los huevos. Un grupo de investigadores usa las cáscaras para anular el fluoruro que trae el agua de la canilla y que a la larga pica los dientes, da diabetes tipo 2 y arruina la memoria. Eligieron los huevos porque son un residuo de cocina y es más barato que comprar calcio en polvo. Mientras ajustan el sistema ecológico para purificar, analizan más de 100 muestras de agua en un laboratorio donde trabajan médicos clínicos, biotecnólogos y nutricionistas. Las muestras llegan de ciudades y pueblos de Santa Fe, La Pampa, Entre Ríos y Buenos Aires acompañadas de informes de salud de los que la consumen. Los registros que más les preocupan vienen de lugares con agua de pozo. No son pocos. En Argentina 2 de cada 10 casas no tienen agua potable y Santa Fe está entre las provincias con más retraso en conectar a la red del país.

Arranque

El proyecto empezó en la cabeza de Maela Lupo, doctora en Ciencias Médicas y una de los 500 científicos que en 2016 aprobó el ingreso a la carrera de investigador de Conicet pero no entró por el recorte en el presupuesto de Ciencia. Nación les ofreció en cambio, dar clases a las universidades por dos años con dedicación exclusiva desde 2018. Lupo aún no sabe cómo afectará el cambio a la investigación con el agua.

Los tubos de ensayo no son extraños en la familia de Lupo. La madre era profesora de biología, el padre estudió para ser técnico químico y la hermana es médica en La Pampa. Ella se recibió de biotecnóloga porque mezclaba dos intereses que la siguen desde chica: la genética y el medio ambiente. Antes de graduarse dedicó horas para ver cómo se deforman los huesos cuando la persona toma fluoruro. En 2016 empezó a testear muestras de agua de pueblos y ciudades de Santa Fe. Encontró que casi el 30 por ciento de las que tiene agua de pozo están al límite de lo permitido por la ley: 50 microgramos por litro, según el Código Alimentario Argentino. El agua arrastra el fluoruro y el arsénico, entre otros elementos, cuando sale del suelo.

Lupo analizó muestras de otras provincias. Se las trajeron refrigeradas para evitar problemas y contaminación durante el viaje. También le llegaron los informes médicos clínicos de las personas que la usan a diario.

Los investigadores pensaron en diseñar un detector para cada localidad y después en un sistema para balancear el agua con fluoruro a partir de objetos que estén en la casa. El primer ensayo fue con cáscaras de huevo, pero tardaba mucho para purificarla, y por eso avanzaron con un prototipo alternativo.

El trabajo del grupo que integra Lupo cambiará desde enero cuando ella tome un cargo de jefa de trabajos prácticos con dedicación exclusiva en la Universidad Nacional de Rosario (UNR) por el recorte en Ciencia de este año. Fue el acuerdo que firmarán los casi 500 rechazados de la carrera de investigador. “Será cuestión de ver qué cantidad de horas puedo darle a la docencia y cuántas a la investigación”, dijo a El Ciudadano.

No está claro si podrá avanzar en el proyecto con el que aprobó el ingreso a la carrera de investigador de Conicet. Entre otros trabajos, allí iba a incluir informes de pacientes que toman el agua y revisar los niveles de glicemia. “El agua es un tema sensible. Las ciudades con cursos naturales cerca son seguras. El problema está en las que tiene de pozo”, dijo.

Para otros

Desde el 2017 ningún barrio de Rosario depende de agua de pozo. La última planta de ósmosis inversa sacaba de las napas y conectaba con las canillas del barrio Cristalería. Santa Fe tiene un 16 por ciento de la población de casas sin conexión con una red de agua. Están lejos del tendido de Aguas Santafesinas SA (Assa) y la situación se complica si tampoco tienen un curso de agua dulce cerca.

Otro grupo de científicos de la UNR y Conicet, pero del Instituto de Química Rosario (IQUIR), creó un sistema de detección de arsénico que es cinco veces más barato que los usados por laboratorios privados. Similar al de Lupo, la idea es darlo a los municipios y comunas para prevenir problemas de salud. También diseñan cómo limpiar el agua que vuelven a las napas durante la extracción de la planta de ósmosis.

Autora

Maela Lupo es doctora en Ciencias Médicas, tiene 20 artículos científicos publicados sobre enfermedades endémicas, contaminación y saneamiento, estuvo en más de 40 congresos en la última década y trabaja en el laboratorio de biología de la Facultad de Ciencias Médicas. En 2016 aprobó el ingreso a la carrera de investigador de Conicet y como otros 500 científicos no entró por un recorte del presupuesto en Ciencia.