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Panorama Político

La campaña se pone verde

Hay dos razones esenciales para que Gendarmería retorne a Rosario.


Hay dos razones esenciales para que Gendarmería retorne a Rosario. La primera y obvia es que es necesaria, aún cuando hoy el gobierno provincial logró incrementar la presencia policial en la calle. Según la intendenta Fein, hay 40 mil efectivos federales (entre prefectos, gendarmes y policías) en Ciudad de Buenos Aires, cuya superficie es apenas más grande que Rosario, donde revistan algo más de mil.

La segunda razón es netamente política y está relacionada a la seguridad pública como tema central de la campaña electoral, en la que nadie da puntada sin hilo.

Todo comenzó cuando los principales referentes locales del Frente Progresista acordaron reinstalar el pedido de gendarmes, decisión que se tradujo en una convocatoria formal de la intendenta a los legisladores nacionales por Santa Fe para exigir “todos juntos” que regresen a la ciudad.

El kirchnerismo olfateó que la movida lo dejaría a la defensiva y teniendo que dar explicaciones por la escasa presencia de fuerzas nacionales en Rosario. Optó por adelantarse a la jugada: mandó sus candidatos a reunirse con el secretario de Seguridad Sergio Berni para, foto de por medio, asumir la paternidad de la criatura.

“Si vamos (a la reunión en la Municipalidad) le hacemos el juego a Fein contra el gobierno; es una mejor opción ir a ver nosotros mismos cuál era la disponibilidad de la Nación”, aclaró un diputado kirchnerista.

“La foto de los candidatos kirchneristas con Berni no nos molesta. Si ellos quieren capitalizar la llegada de gendarmes no tenemos problema. Estamos satisfechos de haber reinstalado la necesidad de que vengan. Ojalá sea pronto”, indicó un alto funcionario del Palacio de los Leones.

Pliego de condiciones

Berni exige garantías de parte de la provincia para traer gendarmes. Dice estar molesto porque tras el espectacular y sorpresivo desembarco del año pasado “sacaron casi toda la Policía de la calle y nos dejaron solos con la GUM”, a la que reconoce haber trabajado a la par de los uniformados verdes en lo que refiere a controles de calle y como guía en la ciudad. “Eso no puede ocurrir otra vez”, cerró.

Desde Santa Fe se defienden: “Hay dificultades, pero no es que no se hizo nada. Hoy en Rosario hay 1.200 policías más que hace un año, se crearon dos nuevas fuerzas, la Policía Comunitaria y las PAT, y se incorporó tecnología y equipamiento en cantidad”.

Existe otra eterna fuente de fricción: quién y cómo investiga a las bandas criminales. El primer roce fue en torno a la causa Monos, y el último capítulo fue el mes pasado, cuando la Secretaría de Delitos Complejos de la provincia desarticuló una red que comercializaba drogas sintéticas y convencionales, con casi dos decenas de detenidos, la mayoría en la zona centro.

Desde Nación dicen que las intervenciones de fuerzas locales desbaratan investigaciones federales. Acá dicen que la Justicia federal sigue ausente, y que promueven investigaciones donde puedan sacar rédito político en contra del socialismo.

Como sea, lo que está claro es que persisten desconfianzas mutuas y problemas de coordinación. Que de todo lo que se habló y consensuó hace un año, poco se llevó a la práctica. De hecho, casi nadie se acuerda que la procuradora Gils Carbó designó a una fiscal federal de Rosario como enlace con autoridades políticas y judiciales locales.

La manija de la campaña

El Frente Progresista intenta recuperar centralidad, retomar la iniciativa, pero le cuesta.

A esta altura de la campaña candidatos y funcionarios deberían estar hablando de cloacas, salud pública, acueductos, etcétera. En cambio, las fotos de unidad y la discusión con el PRO se entremezclan con contradicciones públicas, enojos y chispazos.

Por momentos la agenda pública se escapa de las manos del oficialismo. Los gobiernos de provincia y ciudad están obligados a ensanchar la campaña, diversificarla, conducirla más allá de los límites de la problemática de la seguridad. De lo contrario les resultará difícil que la mayoría de los santafesinos enfoque en los aspectos positivos de la gestión.

No se trata sólo de la efectividad de la publicidad electoral (sobre la que Binner y Bonfatti propiciaron un golpe de timón que incorporó miradas de nuevos publicistas y más vínculo entre los candidatos y las gestiones de gobierno), sino también de déficits políticos que deja espacios que la oposición aprovecha y capitaliza. Las primarias ya demostraron que hay una sociedad predispuesta a escuchar otras voces.

En ese sentido, el PRO puso el barco en piloto automático y hasta tanto no aparezca algún obstáculo en el camino no lo desactivará.

Igual, el socialismo no dejará que navegue plácidamente por aguas que eran de su dominio. Ejemplo de eso se vio esta semana cuando la secretaria de Hacienda Verónica Irízar le recordó a la candidata a intendenta Ana Laura Martínez que lo que dijo en su visita al Sindicato de Trabajadores Municipales es diametralmente opuesto al ajuste de planta de personal que propuso hace dos años.

Por lo pronto, Martínez “hace la suya” interpretando al pie de la letra el guión de campaña macrista. Le cuidan la espalda los concejales Cardozo, López Molina y Giuliano; cual lebreles tarasconean a todo aquel que le gruña a la candidata. Conforman un dispositivo táctico de apuntalamiento del que adoleció la intendenta Fein en sus cuatro años de gobierno.

A la conquista

El Frente Progresista incurrió en un error de cálculo original. Se sostenía que si Perotti subía en las encuestas, bajaría Del Sel y en consecuencia aumentaban las posibilidades del candidato oficial.

Resultó al revés, porque el que estaba consolidado era el PRO y el que tenía sus votos en juego era el mismísimo Frente.

Ahora que las elecciones primarias expusieron ese escenario imprevisto también por los encuestadores, el Frente sale a la conquista de todo tipo de votantes, entre ellos los kirchneristas.

Ahí está la razón de la respuesta de Bonfatti cuando el periodista Oscar Bertone le preguntó a quién votaría en un hipotético escenario de balotaje presidencial. “Yo viví lo que es la derecha. Yo no voto a la derecha”. Una respuesta llamada a aliviar la conciencia de peronistas y kirchneristas que, de recortarse un cabeza a cabeza entre Lifschitz y Del Sel en el último tramo de campaña, prefieran asegurarse que no sea el Midachi.

Bonfatti se definió por la negativa, pero nunca dijo que fuera a votar a un candidato del oficialismo. Aún así es lógico que ese tipo de declaraciones metan ruido con otros socios del Frente Progresista, en especial con algún sector radical que a esta altura debería recordar que la necesidad tiene cara de hereje.

Cabe recordar que una semana después de la elección en Santa Fe opera el cierre de listas de diputados y senadores nacionales. Hoy prima la idea de hacer una lista única que represente al Frente como construcción política provincial, aunque es un problema resolver a qué candidato presidencial irá adosada la boleta, si es que va con alguno. Ese es el plan en caso de ganar. Es temprano para aventurarse sobre los escenarios futuros si el resultado fuese otro.

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