Espectáculos

Clásicos eternos

La bella persistencia de una idea quijotesca que acredita cuarenta años de vigencia

La Trova Rosarina, con Juan Baglietto, Silvina Garré, Jorge Fandermole, Adrián Abonizio, Rubén Goldín y Fabián Gallardo, se despidió de su ciudad en el Anfi con la evocación de una veintena de clásicos coreados por una multitud que trajeron al presente el fundacional “Tiempos difíciles”


Entre el dolor de una dictadura atroz que encontraba en la Guerra de Malvinas su último y fraudulento intento de resistencia y una anhelada democracia que llegaría tiempo después, sobre los muertos y los desaparecidos del terrorismo de Estado y los pibes que murieron injustamente en el sur, un puñado de canciones, la mayoría de ellas con un tono velado de denuncia, hastío y dolor por el tiempo vivido, se abría paso de la mano de un grupo de artistas a los que alguien, fuera de la ciudad, denominó La Trova Rosarina, como un eco de la emblemática Trova Cubana cuyas canciones se escuchaban en aquellos primeros años 80 en esos pequeños espacios de resistencia que fueron las peñas y los encuentros en casas de amigos.

Pasaron cuarenta años de un disco fundacional de ese colectivo, no casualmente titulado Tiempos difíciles al que le siguió muy de cerca Actuar para vivir, y algunos de aquellos que abrieron el camino a una de las expresiones de la música local de proyección nacional, con Juan Carlos Baglietto a la cabeza acompañado por Silvina Garré, recientemente reconocidos como Patrimonio Artístico y Cultural de Rosario, pasaron este fin de semana con dos shows multitudinarios, viernes y sábado por la noche, en el Anfiteatro Municipal Humberto de Nito.

Con los audios preliminares de aquella jornada por Malvinas en el viejo ATC, el “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla” del afiebrado presidente de facto de entonces y el Paraná como testigo, ese “Río marrón” que tan bien pintó Jorge Fandermole (un compositor extraordinario), de la partida, junto con Baglietto y Garré, del presente de La Trova además de Rubén Goldín, Adrián Abonizio y Fabián Gallardo, se vivieron en ambas jornadas momentos de profunda emoción porque esas canciones hoy forman parte del imaginario de un par de generaciones que transitaron la dictadura y las cantaron una y otra vez casi como un mantra que las trajo hasta el presente.

Si para abrir y cerrar el show de despedida de este sábado, que contó además con la presencia de destacados músicos entre los que estaban los también fundacionales Sergio Sainz y Marco Tulio Pusineri, aunque en versiones distintas, la elegida fue “Mirta, de regreso”, de Abonizio, esa dolorosa metáfora sobre un hombre que vuelve del infierno, como tantos, y se da cuenta que ha perdido su lugar, entre otros clásicos escuchados y coreados por todos, aparecieron “Era en abril”, la única de Fander de aquél primer disco, con un primer tramo donde también se escucharon otras como la abolerada “Aunque mañana no estés”, “Puñal tras puñal”, una versión más certera y “con menos notas” de “La música del Río de la Plata”, “Sobre la cuerda floja” de Fito, “Una vuelta más” de Goldín, o el momento de otros autores y compositores también rosarinos, como Alberto Callaci y Rafael Bielsa, para dar vida a la conmovedora “Qué son esas palabras”, una de las gemas de Actuar para vivir.

Con pequeñas y emotivas anécdotas de aquellos años que acompañaron todo el show, una bella y poderosa versión de la referida “Río marrón” implicó la aparición de Fandermole, su creador y uno de los compositores más destacados del país, que como yapa del show de despedida regaló junto a sus compañeros, ya en el final, su inmanente “Oración del remanso”, en el contexto de un concierto con una cuidada puesta de escena, entre otros músicos, con la percusión del gran Juancho Perone, con Guido Martínez en bajo y contrabajo, la batería Julián Baglietto y el piano y la dirección musical de Adrián Charras.

En una jornada teñida por la congoja que genera recordar que en paralelo a este festejo se conmemoran también los cuarenta años de la Guerra de Malvinas, Baglietto, quien apeló a sostener viva la memoria (“yo prefiero no olvidar, ustedes prefieran lo que quieran”, dijo), dio paso a “Dormite patria”, de Abonizio, ante una platea enmudecida y con un nudo en la garganta.

Ya con La Trova completa en escena vinieron otros momentos de emoción, un atolladero de canciones hermosas que abrió con la siempre vigente “Actuar para vivir”, un poco más acá “Sueño de valeriana” de Goldín, “En blanco y negro Buenos Aires” de Silvina, “El Árbol” de Gallardo, “Cuando” de Fander, “Yo vengo a ofrecer mi corazón” de Fito, “Canto versos” nuevamente de Fander, “Historia de Mate Cosido”, “Tratando de crecer” o la siempre descomunal “El Témpano”, entre algunas más.

Sobre el final, después de que se multiplicara en miles de voces “La vida es una moneda”, compuesta por un joven Fito Páez y con la que cerraba Tiempos difíciles, para los bises, con los integrantes de La Trova sin ocultar la emoción, vino como anillo al dedo “Tema de Rosario”, del siempre recordado Lalo de los Santos y un momento para evocar la ausencia del recientemente fallecido conductor, periodista y productor local Gerardo Rozín que puso de pie a la platea mientras se escuchaba, por si faltaba un clásico de clásicos, “Las cosas tienen movimiento”.

Fueron, en cada jornada, dos horas de canciones que dan carnadura a la bella persistencia de una idea quijotesca que acredita cuarenta años de vigencia. Lejos de cancelar un tiempo que a la distancia deja entrever el dolor y la tristeza de aquellos “tiempos difíciles” de guerra y dictadura, tiempos en los que “el tren pasaba lejos como un cuento de infancia”, tiempos de “una ceniza negra que se va”, tiempos en que “el río se detenga a la hora señalada” y cuando aún se tiene “en mente cambiar algo”, sin aferrarse a la nostalgia que suele ser dañina, La Trova sigue viva, sigue cantando y diciendo, quizás para contarle a las nuevas generaciones que hay otra Rosario posible, menos violenta, más empática, más justa, menos dolorosa, con más oportunidades, donde las lágrimas derramadas vuelvan a ser para siempre de emoción.

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