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Esto que nos ocurrió

Julieta Lanteri, la que votó primero

Mañana se cumplen 142 años del nacimiento de una de las principales protagonistas de la lucha por el sufragio femenino en el país.


Mañana se cumplirán 142 años del nacimiento de una excepcional mujer: Julieta Lanteri, militante de origen italiano y una de las principales protagonistas de la lucha por el sufragio femenino en la Argentina.

En un singular acontecimiento cívico en la historia del país, cuatro décadas antes de que el resto de las argentinas pudiera expresar su voluntad política en las elecciones presidenciales de 1951, el domingo 26 de noviembre de 1911, y a poco de obtener su carta de ciudadanía, Lanteri se convirtió en la primera mujer en votar en la Argentina al sufragar en las elecciones para renovar el Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires.

Lanteri, que también fue la quinta mujer en graduarse como médica en la Argentina, fundó el Partido Feminista Nacional y se presentó como candidata a ocupar una banca en el Congreso en el período 1919-1924 –cuando obtuvo la mayor cantidad de votos después del líder socialista Alfredo Palacios, candidato triunfante– y 1926.

El voto les fue concedido a las mujeres argentinas recién en 1947 a instancias de María Eva Duarte, y éstas pudieron sufragar por primera vez en las elecciones de 1951, en las que Juan Domingo Perón fue reelecto para un segundo mandato como presidente de la Nación.

La destacada luchadora por los derechos cívicos de las mujeres había nacido en la localidad de Cuneo, en la región italiana de Piamonte, el sábado 22 de marzo de 1873, y fue bautizada como Julia Magdalena Ángela Lanteri.

En 1879, cuando la niña tenía seis años de edad, su padre, Antonio Lanteri, decidió viajar junto a su esposa Matea Guidi y sus dos hijas (Julieta y Regina) a la Argentina en busca de una tierra de trabajo y progreso.

En 1886, Julieta ingresó al Colegio Nacional que la habilitaba para ingresar a la Universidad. En 1891, optó por estudiar medicina, una profesión que por entonces estaba vedada a las mujeres. Pero pudo acceder por un permiso especial del decano de la facultad, el doctor Leopoldo Montes de Oca. Tenía 34 años cuando presentó su tesis doctoral y recibió el grado de doctora en Medicina y Cirugía.

Lanteri se convirtió así en la quinta mujer médica graduada en el país y en la primera italiana en alcanzar un título universitario en la Argentina.

Mientras tanto, a principios del siglo XX, en Buenos Aires se inició una eclosión de movimientos en defensa de los derechos de la mujer y Julieta formó parte activa de varios de ellos, siendo cofundadora de la Asociación de Universitarias argentinas junto a Cecilia Grierson –la primera médica graduada en el país–, Sara Justo –la primera odontóloga argentina–, Elvira y Ernestina López –egresadas de la facultad de Filosofía y Letras– y Elvira Rawson de Dellepiane –segunda médica de la Argentina–.

Lanteri constituyó el partido feminista argentino y fundó la Liga Argentina de mujeres librepensadoras. En 1906, integró el Centro Feminista del Congreso Internacional del Libre Pensamiento que, organizado por el ala progresista de la masonería, se realizó en Buenos Aires con la participación de otras destacadas dirigentes feministas como Alicia Moreau, Raquel Camaña, Elvira Rawson de Dellepiane, Petrona Eyle, Sara Justo, Cecilia Grierson y Adelia Di Carlo, quienes reclamaban por los derechos cívicos femeninos en la Argentina.

En 1910, cuando tenía 36 años y ya era una “solterona” para la época, Julieta se casó con Alberto Renshaw, un estadounidense criado en España, 14 años menor que ella. Pero este matrimonio sólo duraría unos cuantos meses.

Mientras tanto, Julieta quiso especializarse en salud mental e intentó una adscripción como docente en la cátedra de Psiquiatría, pero su pedido fue denegado por su condición de extranjera. Se presentó entonces a reclamar la ciudadanía argentina a la Justicia, un ámbito al que recurriría insistentemente en su gran cruzada por la igualdad. Logró un fallo favorable en primera instancia, pero el procurador fiscal lo desestimó porque se trataba de una mujer casada y requería del permiso del esposo.

La batalla duró ocho meses, pero finalmente obtuvo la carta de ciudadanía el 15 de julio de 1911 –la segunda otorgada en la Argentina– y fue la primera italiana que consiguió.

En un mundo donde la mujer no tenía derecho al voto, en julio de 1911 la Municipalidad de Buenos Aires convocó a los vecinos para que actualizaran sus datos en los padrones, en vistas a las elecciones municipales de legisladores, y llamó a que lo hicieran los ciudadanos mayores, residentes en la ciudad, que tuvieran un comercio o industria o ejercieran una profesión liberal y pagasen impuestos.

La incansable Julieta advirtió que nada se decía sobre el sexo. Entonces se inscribió en la Parroquia San Juan Evangelista del barrio porteño de La Boca, que era la que le correspondía por su domicilio, y el 26 de noviembre de ese año votó en el atrio de esa iglesia.

El doctor Adolfo Saldías, destacado historiador y a la sazón presidente de mesa, la saludó y se congratuló “por ser el firmante del documento del primer sufragio de una mujer en el país y en Sudamérica”.

Lanteri se dirigió a los diarios La Nación y La Prensa, por entonces los más leídos, y contó el hecho. Al día siguiente, apareció en los diarios la novedad y Julieta comenzó a ocupar las portadas de los periódicos y revistas nacionales en una época en la que las mujeres no salían del ámbito doméstico.

Poco después, el Concejo Deliberante porteño sancionó una ordenanza donde especificaba que estaba prohibido el voto de las mujeres porque el empadronamiento se basaba en el registro de empadronamiento del servicio militar.

Ante eso, Lanteri se presentó ante registros militares de Capital Federal, solicitando ser enrolada y hasta acudió al ministro de Guerra y Marina de Hipólito Yrigoyen para conseguir su libreta de enrolamiento e incorporarse al padrón. Pero fracasó y decidió dejar esa batalla para más adelante.

Con todo, encontró que la Constitución nacional vedaba la posibilidad de votar a las mujeres pero no la de ser elegidas. Entonces creó el Partido Nacional Feminista, en abril de 1919, y se presentó como candidata a diputada nacional, convirtiéndose así en la primera mujer candidata en la Argentina.

Hizo campaña en las calles, hablando en las esquinas y en los intervalos de las funciones de cine. Empapeló la Capital con sus afiches: “En el Parlamento, una banca me espera, llevadme a ella”, fue su eslogan. Consiguió 1.730 votos, todos masculinos. Pero al no ser legalizada para ingresar al Parlamento, organizó junto con Alicia Moreau un empadronamiento provisorio femenino y encabezó en la porteña Plaza Flores el primer simulacro de votación callejera.

Aquel mitin congregó a más de dos mil personas, y llamó la atención de las feministas en el mundo. A principios del año siguiente, el médico, escritor y senador Juan Bautista Justo la incluyó en su lista del Partido Socialista junto a Moreau –quien se casaría con el líder socialista en 1922–.

Pero la incansable Julieta siguió adelante y fundó el Partido Feminista Nacional por el que se postuló a legisladora en varias oportunidades.

En 1924, año en que triunfó el doctor Alfredo Palacios, lo siguió en cantidad de votos. Previó golpes totalitarios en Sudamérica y bregó incansablemente por derechos y mejoras laborales femeninas e infantiles.

Cultivó la amistad con Alfonsina Storni, Alfredo Palacios, José Ingenieros, entre otras personalidades. Fue una mujer muy valiente, original e inclaudicable.

El sospechoso accidente de un auto marcha atrás, que la golpeó mortalmente la tarde del 23 de febrero de 1932, terminó con su lucha, pero no con su memoria.

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