Ciudad

Caña con ruda

Invitan a pensar sobre la comida y cómo se produce

El espacio Soberanía Alimentaria revela inquietantes evidencias en la materia.


El 1º de agosto remite al sorbo de caña con ruda, modificado ritual de pueblos originarios para conjurar males del invierno austral, y a ofrendas a la Pachamama, que desde las lenguas quechua y aymara puede traducirse como madre tierra, origen –femenino– de la vida porque la sustenta con lo que entrega: los alimentos. Y si de eso se trata, vale preguntar quiénes producen, cómo, y desde dónde, lo que comemos. Quiénes terminan decidiendo lo que nos llevamos a la boca cada día, y si no hay un problema ahí. “Desde un tambo de Casilda, la leche viaja 300 kilómetros hasta la planta de Sancor y vuelve a la góndola, esa leche recorre 600 kilómetros desde el productor a un consumidor que vive casi al lado, no tiene ningún sentido”, es uno de los ejemplos de las sinrazones que justifican los interrogantes. Lo menciona Eduardo Spiaggi, veterinario integrante del Observatorio del Sur, ámbito que desde la Universidad Nacional de Rosario investiga y propone políticas de desarrollo rural sostenible y gestión integral de los recursos naturales junto a movimientos sociales y ONGs.

Soberanía Alimentaria es el concepto que sintetiza las preocupaciones sobre el sistema industrial de producción y comercialización de alimentos hegemónico. “Esto surge a partir del ingreso de los movimientos sociales en la FAO (Organización de Naciones Unidas para la alimentación). La FAO planteaba la Seguridad Alimentaria, la voluntad de garantizar que cada ser humano ingiera las calorías que necesita, pero sin cuestionar de dónde venía la comida. En cambio, la Soberanía Alimentaria alude a que cada comunidad, cada pueblo, cada país, pueda decidir cómo producir y cómo alimentarse. Es un concepto mucho más amplio, que abarca la lucha por las semillas, por el acceso a la tierra, contra el uso intensivo de agrotóxicos, el respeto a la biodiversidad y a la diversidad cultural”, señala Spiaggi. Un recorrido que va de lo bromatológico y nutricional a lo político.

A diferencia de los rituales que se recrean este día, las preguntas sobre los sistemas alimentarios son modernas: surgen desde que, progresivamente, el productor y el consumidor “dejaron de verse las caras” porque en el medio se colaron múltiples –y poderosos– intermediarios. “El tema es el cuestionamiento al modelo agropecuario industrial, que es apoyado en mayor o menor medida por todos los gobiernos, que es el de los transgénicos, las multinacionales, que tiene una pata en el campo y otra en la ciudad con sus grandes locales donde se venden los alimentos así producidos. El productor y el consumidor quedan atrapados en ese escenario”, plantea el investigador de la UNR. Y señala: “La mayor tajada económica se la llevan las grandes superficies de venta”. Y recuerda que no siempre fue así: “Acá se producía hasta vino. Teníamos mercados populares en Rosario y los cerraron a todos, estoy hablando de la década del 60. Hay que recuperarlos, y también a las ferias, que en otros lugares son hasta atractivos turísticos. Eso vuelve a conectar al consumidor con el productor, se consume de más calidad, y a menor precio”.

Spiaggi sale al cruce de los argumentos respecto a que no hay otra forma, en un mundo superpoblado, de producir alimentos para todos que la del modelo industrial concentrado.

“También las universidades transmiten que ese sistema es el único viable económicamente, que a lo sumo hay que mejorarlo para amortiguar sus daños, pero nosotros sostenemos con números que hay alternativas. Nuestro trabajo en la universidad se basa en eso, en generar información científica. Demostramos que se puede producir de otra manera, que es viable económicamente, que es más justo socialmente y que no daña al ambiente”, explica sobre el objetivo del Observatorio del Sur, que integran docentes e investigadores de las facultades de Ciencias Veterinarias, Ciencia Política, Ciencias Económicas y Ciencias Médicas de la UNR.

Claro que no es fácil: “Lo que ocurre es que necesitamos políticas públicas que apoyen la investigación, estos temas reciben a lo sumo el 10 por ciento del financiamiento del Estado. La mayoría del dinero se destina a trabajos académicos para reproducir el mismo sistema”.

Lo que proponen desde la UNR también impone un giro en la creación de conocimiento: “Estamos dando un curso de Soberanía Alimentaria y Agroecología, y esto se da al revés, no es que la Universidad genera y difunde hacia afuera, sino que entran los movimientos sociales. Es el proceso inverso”.

“Feria y fiesta de la Pacha”

Esta conjunción de docentes, investigadores y movimientos sociales se dará cita esta tarde en el local de Distrito Siete, en Ovidio Lagos 790. Allí invitan a la “Feria y fiesta de la Pacha”, que organizan el Observatorio del Sur, el grupo de consumo justo Almacén ambulante, el movimiento Giros, el Taller Ecologista y los emprendedores de alimentos de Poroto Santto.

Desde las 17 se abre una feria de productos agroecológicos y de la economía social. A las 20 se abre “Conversando con el buen vivir”, con la participación del cónsul del Estado Plurinacional de Bolivia y de Lucho Lemos, del programa de Agricultura Urbana de Rosario. Y a partir de las 22 habrá música en vivo con los grupos Norma Pons y Los Paisanos de Suncho Corral (chamamé) y Zapateá Lechuza.

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