El Hincha

Corazón atrapado

Historias por dentro: ecos de la tragedia en Medellín

Todo el mundo entendió que en la vida hay cosas más importantes que un simple partido de fútbol.


Hace varios días que mi corazón no logra descansar. Está atrapado por la angustia. Las imágenes de la tragedia pasan rápidamente por mi cabeza y se depositan en él, no puedo lograr que salgan de ahí. No soy el único, miles de personas se juntan en un estadio para expresar lo que sienten sus corazones. De pequeño mi madre solía decirme que siguiera a mi corazón en cada una de mis decisiones, que él nunca se equivocaba. En realidad los corazones de las personas nunca se equivocan. La vieja tenía razón.

Un chiquito en una tribuna, una madre, una esposa, un hermano, un amigo, un jugador de la última categoría del torneo más desconocido del planeta, un técnico, un árbitro, un fanático, alguien a quién el fútbol no le interesa. Todos con el corazón atrapado.

Un periodista que se quiebra en vivo, una madre que saca fuerzas del peor dolor que puede sentir un ser humano, un hijo que no logra todavía entender lo que ha sucedido vestido con la camiseta que hace días lucía su padre bajo un arco de fútbol, un hincha que desea que aquella pelota hubiera traspasado la línea de cal sólo para volver a verlos con vida. Todos con el corazón atrapado.

Amores que ya no volverán, botines qué no pisarán más el verde césped, corazones que no sentirán más la adrenalina de caminar por el túnel rumbo a la cancha, túnel a la eternidad de los corazones futboleros.

Fragmentos de vidas que desaparecen por una mente perversa a la que poco le interesa la vida de los demás. Odios, rencores, reparto de culpas que no logran calmar tanto dolor. Gestos ponderados por un ambiente que poco entiende de gratitudes y lealtades.

Dirigentes oportunistas a los que nada les conmueve, sin valentía para afrontar el momento, desaparecen sin siquiera rendirles homenaje a las víctimas de tal desatino.

Redes sociales que profundizan el dolor y no hacen más que incrementar la demagogia humana.

Sueños que se hacen pedazos en el aire por la avaricia y el dinero.

De repente lo inesperado ocurre, como si lograran escucharse, los corazones se juntan, no importan las latitudes ni las distancias, es un momento único, están atrapados en un mismo sentimiento. Globos y camisetas verdes en todas las canchas, respeto desde el jugador más ignoto a las estrellas en el estadio del Barcelona. Respeto: sentimiento poco utilizado, casi nulo en los estadios de nuestro continente, algo que parecía sencillo si no se tratara de una cancha de fútbol. ¿Serían capaces los hinchas de faltar el respeto ante semejante episodio? Claro que sí, del fútbol se puede esperar todo, en una cancha se suelen producir las mayores degradaciones de una persona. Nos hemos criado con el nefasto mensaje de que vale todo para ganar, no importan las consecuencias, no importa cuánto y hasta dónde puedas herir, no importa si un técnico perdió a su hijo o un jugador acaba de perder a su padre, hay que decírselo para sacarlo del partido y obtener ventaja.

Lo único que importa es levantar la Copa, ser campeón, del segundo no se acuerda nadie, ser segundo es un fracaso y la vida no está hecha para los fracasados, solo pueden vivirla los que son ganadores.

En la vida de un ser humano hay cosas más importantes que un simple y sencillo partido de fútbol, un partido de fútbol no le cambia la vida a nadie. Los corazones que se juntaron en Colombia, Brasil y en todo el mundo así lo entendieron. El costo de ese entendimiento ha sido muy alto: 71 vidas que se fueron. Tengo el corazón atrapado por los jugadores del Chapecoense y él nunca se equivoca.

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