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Confesiones de un periodista

Griffa, fabricante de sueños

Maestro indiscutido del fútbol argentino. Conceptos y bases de un formador apasionado y temperamental.


“Antes los chicos iban a probarse a los clubes, era muy difícil conseguir un contacto para una prueba. Mi pensamiento fue: “¿Cómo podemos competir con River, Boca y los grandes?”. Le propuse a la dirigencia que en vez de esperar que traigan jugadores, fuéramos a buscarlos. Y en vez de sacárselos, le ofreciéramos un convenio al club de origen para que también tuvieran algo. Esas fueron las innovaciones que implementé. Y realmente nos dieron resultado”. Sencillo, sin estridencias, el Maestro nos resumía cuáles fueron las claves del éxito de sus inicios en Newell’s como detector de talentos y formador de fenómenos.

Los sólidos cimientos sostuvieron el aluvión de promesas que llegaban desde la cercana Pampa Gringa que rodea a Rosario, porque según Griffa, “los chicos están bien alimentados y tienen el respaldo familiar que se reclama para aceptar los desafíos y las exigencias de una preparación para la competencia de elite”.

Casi en silencio, sorteando escollos por la escasez de infraestructura, Newell’s se fue convirtiendo en el principal semillero mundial.

Sobre ese época reflexionó: “En Newell’s estuve cinco años sin cobrar. Por suerte tenía mi campo, y andaba bien. Un día, el presidente (Armando) Botti me dijo: ‘Jorge, el club no tiene más plata, los directivos no tiene más plata, mis amigos no tienen más plata, yo no tengo más plata, haga lo que quiera’. Me quedé. Durante muchos años nos entrenábamos entre los árboles en el Parque Independencia. Incluso, en algún tiempo no teníamos ni pelota ni lugar para hacer fútbol, y los llevaba a la cancha de Central Córdoba y los hacía pasar por debajo del alambrado para jugar ahí”.

Luego, cuando lo desecharon, el destino de grandeza que Mauricio Macri imaginó para su Boca se afianzó en su figura. Ahora, superando los 80 años, sigue enseñando en Independiente.

Griffa arrancaba a las 8 de la mañana en las canchas y terminaba a las 20 en su oficina del club. Meticuloso, observador, apasionado, controlaba todo y no perdía su mirada en la cantidad de pibes que con ansiedad intentaban demostrar que podían quedarse en el club. “A veces con una sola práctica alcanza para detectar al diferente. En otros casos se necesitan más días para determinar si están preparados para las presiones que vendrán. Hay que tener mucha paciencia y respetar los nervios de los chicos”, comentaba mientras no sacaba sus ojos de los entrenamientos.

Muchas veces nos sorprendía cuando en un par de minutos retiraba de la práctica a un jugador. Era cuestión de preguntarle los motivos y afirmaba: “Ya está, no me hace faltar verlo más. Este tiene pasta”. Y con los años, recordando el nombre, uno comprobaba que no le había errado.

En una oportunidad estábamos observando un Sub16 en Santa Fe y el 5 del combinado local era interesante. Nos hizo un guiño cómplice, fue a los vestuarios y se lo llevó para Boca: era Sebastián Battaglia.

Tiene el virtuosismo y la capacidad para detectar rápidamente al distinguido. Después le agrega su temperamento y personalidad. Porque al margen de ese trabajo de descubrir a los capaces, hay que “aguantarlo” a Griffa el día del partido. Grita más que los entrenadores, impone su criterio y exige. Siempre quiere más.

“Para mí, en un futbolista, cuentan lo técnico, lo físico y lo psíquico. No se pueden obviar esos argumentos. Si tenés los tres, vas a estar más cerca del éxito que del fracaso. Tenés que trabajar sobre los tres. El camino del fútbol, les digo siempre a los chicos, es: uno al posible éxito, que es duro y difícil, o al seguro fracaso, que es muy simple. Es decir: si se dedican a la joda, no se sacrifican ni se cuidan, van por la segunda”.

Estos nombres hablan por sí solos de la importancia de Griffa en su tarea formativa, en la conducción de las divisiones inferiores de Newell’s, Boca e Independiente. Valdano, Gallego, Giusti, Batistuta, Basualdo, Sensini, Gamboa, Pochettino, Berizzo, Martino, Alfaro, Maxi Rodríguez, Juan Simón, Walter Samuel, Duscher, Scaloni, Zamora, Guiñazú, Abel Balbo, Heinze, Nicolás Burdisso, Ever Banega, Fernando Gago, Sebastián Battaglia y Carlos Tevez. Y la última joya es Ezequiel Barco.

Jorge Griffa, un sello, una marca, un estilo. Ganador, laburante, docente, temperamental. Sin dudas ocupa un lugar preponderante en la historia del fútbol argentino. Antes estuvieron los Duchini, Cesarini, pero él cambió todo y logró que nuestro producto, nuestra semilla, fuera de exportación masiva.

A partir de la producción del casildense el mundo se fue acostumbrando a la pureza y la jerarquía del potrero argentino y aquella bandera que plantó Alfredo Distéfano hoy es gigantesca.

Y para el final una referencia de por qué se dedicó a los juveniles. “En ese momento, se enseñaba por instinto antes que por conocimiento, y yo dije: ‘Hay que prepararse para que el instinto quede como una historia vieja’ y empecé a enseñar y aprender, a aprender y enseñar. Aprendía de lo que miraba, de lo que olfateaba, de lo que de alguna manera probaba y me salía mal, o probaba y me salía bien, de lo que había que ampliar, lo que había que eliminar, y en esa cantidad de conceptos que me fue enseñando el fútbol, me hice eco de las necesidades”.

Trayectoria internacional

Jorge Griffa nació en Casilda el 7 de mayo de 1935. Debutó en la primera de Newell’s el 16 de octubre de 1954. En el 59 se puso la camiseta de Atlético de Madrid. Allí permaneció 10 temporadas, llegando a ser el extranjero que más veces vistió la rojiblanca: 203. Fue superado en el 2011 por Luis Amaranto Perea.

Aquel año 59 fue inolvidable ya que el Colchonero obtuvo la primera Copa del Rey de la historia del club. En 1961 obtiene otra Copa del Rey y consigue un subcampeonato de liga. En 1962 se proclamó campeón del primer trofeo internacional conseguido por el conjunto rojiblanco: la Recopa de Europa. En la temporada siguiente vuelve a disputar la final de la Recopa, pero el Atlético de Madrid cae derrotado por 5-1 ante el Tottenham. En la temporada 64/65 obtiene su tercera Copa del Rey, y al año siguiente se proclama campeón de la Liga Española. En 1969 pasó al Espanyol de Barcelona, en segunda división, logrando el ascenso a primera. Se retiró en 1971. Totalizó 227 partidos en España. Con la camiseta de la selección argentina obtuvo la Copa América del 59.

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