Edición Impresa

Sociedad

Estudios en las cárceles, una opción que ya muestra resultados

El 65 por ciento de la población penitenciaria federal cursa alguno de los niveles del sistema educativo formal.


Una frase, de un autor anónimo dice: “La educación es un medio para hacer retroceder la pobreza, la marginación, la ignorancia, la opresión y la guerra”. Por su parte, Freire ponía en tensión la aplicación de una educación libertadora con el miedo a la libertad.

Educación y libertad son dos términos mancomunados, indisolubles, a veces tan mimetizados que quien los goza suele no advertirlos. Pero adquieren una importancia extraordinaria para quienes están privados de esto derechos.

En el año 2011, la diputada Adriana Puiggrós, presidente de la comisión de Educación de la cámara de Diputados, junto al diputado Ricardo Gil Lavedra, presentaron un proyecto de “educación en contexto de encierro” que surgió como iniciativa de un grupo de internos de la Unidad 2 de la cárcel de Villa Devoto. El proyecto, modificatorio de la ley 24.660 se transformó en ley meses después y fue promulgada con el número 26.695 conocida como “ley de educación en contexto de encierro”. La norma garantiza que las personas privadas de la libertad deben recibir educación en todos los niveles, además, otorga reducciones progresivas de penas (un mes cada año de cursado).

En la actualidad, el 65 por ciento de la población carcelaria federal se encuentra cursando alguno de los niveles del sistema educativo formal, incluido el universitario de grado y posgrado, con otro dato a favor: en los penales argentinos la reincidencia de los que quedan en libertad oscila en promedio entre un 30 y 40 por ciento, mientras que en los que terminan un ciclo educativo es del 5 por ciento. Con estos datos uno podría entender, que si a su debido tiempo, se hubiese garantizado la educación, los problemas de inseguridad serían significativamente menores.

Hace unos días, en el marco de las “Segundas Jornadas de Educación Artística. Imágenes y Medios” organizadas por la Escuela de Artes Visuales de Rosario, el Diseñador Gráfico Mariano Cerrella presentó una experiencia realizada en la cárcel.

“Coco”, como lo conocen sus amigos, enseña en Devoto, en el pabellón universitario de la UBA (Universidad de Buenos Aires). Se sumó al trabajo carcelario, a partir del pedido de un grupo de internos que querían formar una cooperativa para autogestionar un proyecto de imprenta.

“Los martes enseño el oficio gráfico como parte del voluntariado de “Ingeniería sin frontera” –dice Coco– trabajamos con programas como Photoshop e Illustrator para que los alumnos tengan conceptos de diseño que les facilite hacer volantes para trabajar. Ya tiene pedidos, han adquirido las máquinas necesarias y están produciendo”.

“El otro es un taller extracurricular de la UBA sobre Afichismo que está abierto a toda la población carcelaria. Si logro que algunos de los que están en el pabellón común, que nunca salieron y tal vez están ahí mirando el techo o drogándose, sepan que hay un pabellón universitario y se interesen por ir y conocer otra realidad, con eso ya vale la pena dar todo” asegura Cerrella.

Afiches en los pabellones

El taller de Afichismo comenzó con un volante distribuido en los pabellones, que a la semana tenía ciento veinte personas anotadas. Hoy concurren 60 internos. Tiene una duración de ocho clases, con tres teóricas, para que comprendan qué es un afiche y otras cinco clases prácticas donde se materializan los afiches. A fin de año se instala una muestra dentro y fuera del penal.

“Yo le llamo afichismo social –dice Cerrella– porque intento que reflexionen sobre derechos humanos o cuestiones de relevancia social como la ecología, la violencia de género, etc. Es una oportunidad para conocer cuál es la postura que tienen sobre el tema y que reflexionen sobre eso. De cualquier manera, lo tienen reflexionado porque cuando están ahí la mayoría ya fue vulnerado en sus derechos, o no tuvieron acceso a la educación, a la vivienda, al trabajo”.

“No creo que mi taller pueda provocar cambios profundos, sí entiendo que aporta a la construcción de una herramienta nueva para que puedan estar vinculados con otras cosas como los libros, la educación, la reflexión, el compañerismo. Me han llegado a decir que en esa hora y media que dura el taller se convierten en niños que están experimentando, desarrollando su creatividad. Es un espacio de construcción enorme donde algunos sostienen que en el taller se olvidan que están encerrados”.

El sentido de enseñar

“Cerca del 60 por ciento de los presos de Devoto reinciden en alguna modalidad delictual, cuando pasan por el pabellón universitario ese porcentaje baja al 10 por ciento, la cifra es abrumadora y es una prueba contundente de que la mejor política de seguridad que se puede tomar es la educación. Por eso para mí es tan importante el proyecto. Es un lugar único, no hay muchas cárceles en el mundo donde exista la posibilidad que los presos tengan acceso a la universidad. Esto para mí es un privilegio porque hay un lugar donde tiene sentido enseñar y compartir conocimiento con una población tan vulnerada”

“Es un espacio muy cuidado por los propios internos. Cuando uno entra al pabellón universitario no hay más policías, es una universidad más, como cualquiera del país. En la actualidad cursan sus estudios universitarios cerca de doscientos detenidos que concurren a carreras como: Derecho, Filosofía y Letras, Sociología, Ciencias Económicas, Administración y diversos talleres destinados a los que no han terminado el secundario, los títulos y certificados son oficiales. Con este proyecto muchos conocen la universidad por primera vez en su vida”.

En las cárceles de nuestra ciudad está garantizada la educación obligatoria (primario y secundario).

El rol de la UNR

En tanto la UNR se encuentra trabajando en un diseño curricular que garantice el acceso a la educación superior, los detenidos pueden rendir carreras libres con autorización de un juez y acompañamiento de los equipos de reinserción social. Entre tanto, algunas de sus facultades, como Abogacía, Comunicación Social y Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, han realizado un voluntariado con prácticas estudiantiles, con capacitaciones, programas de radio, etc, en las unidades penitenciarias N°3 y N°5 de hombres y mujeres respectivamente. El nivel superior terciario también ejecutó experiencias con población carcelaria, en su oportunidad, el Iset N° 18 llevó adelante talleres de radio con internos de la Unidad N° 3 y talleres de producción gráfica en la cárcel de Mujeres junto al colectivo “Las Juanas”.

A pesar de estas experiencias, el nivel universitario local está en deuda con la ley nacional que exige que las cárceles deban contar con todos los niveles de educación. En este marco, adquieren gran relevancia las palabras de Puiggrós cuando luego de la sanción de la ley en el congreso señaló: “Esto va a haber que militarlo, va a haber que poner el ojo cárcel por cárcel, para asegurarnos de que se cumpla la ley”.

Comentarios