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Reflexiones

Estanislao Zeballos, un brillante rosarino

Estanislao Zeballos nació el 27 de julio de 1854 en la entonces Villa del Rosario, con este solo nombre de pila registrado en el acta de bautismo como lo señala Miguel Ángel De Marco, quien agrega que es posible que Severo se haya adoptado en la Confirmación.


Falleció un 4 de octubre de 1923 en Liverpool, ciudad puerto de Inglaterra donde había llegado para dar conferencias en la Internacional Law Associaton. Venía de otras conferencias dadas en el Instituto de Ciencias Políticas de Willamstown, uno de los centros de estudios que complementan a Harvard en Massachussets, Estados Unidos. No había viajado en misión oficial como tantas veces lo había hecho, sino desobedeciendo prescripción médica de no viajar por lo precario de su salud. Pero toda su vida fue de acción y labor permanente, ejercicio hecho al servicio del país. Su razón de ser así, quizás fue declarada en carta al general Julio Roca al decirle que, “la ociosidad pesa y atormenta. El alma es un fuego que es necesario alimentarlo”.

Estanislao Zeballos nació el 27 de julio de 1854 en la entonces Villa del Rosario, con este solo nombre de pila registrado en el acta de bautismo como lo señala Miguel Ángel De Marco, quien agrega que es posible que Severo se haya adoptado en la Confirmación. Su padre, Estanislao Zeballos, fue militar activo a las órdenes de Juan Pablo López, hermano de Estanislao López. El devenir político lo llevó a alistarse en el llamado ejército grande de Urquiza, que derrotó a Rosas en Caseros. Su madre, Felisa Jordán, en su ascendencia estaba emparentada con los López Jordán y Francisco Ramírez. El apellido de Felisa es conocido como Juárez en la historiografía por un error cometido en los Anales escritos por Eudoro y Gabriel Carrasco, una de las fuentes principales para la historia de la ciudad, que la investigadora Gabriela Dalla-Corte Caballero –egresada en nuestra ciudad– detectó. En la ciudad, Felisa Jordán perteneció al conjunto de damas que crearon instituciones de bien público como las Damas de Caridad y la Sociedad de Beneficencia.

En la infancia, el niño Estanislao recibió instrucción equivalente a la primaria en la escuela particular de Artes y Oficios de un maestro español. Se trasladó a Buenos Aires a los 12 años gracias a una beca de la Legislatura santafesina para estudiar en el Colegio Nacional de Buenos Aires, que gestionó su madre ya viuda. El traslado se adelantó por razones de seguridad debido a posibles problemas políticos en gran medida por la ascendencia militar y política de su padre y de ella misma. Lo de adelanto del traslado a la capital del país es porque era el destino necesario para una formación con expectativas de superación social y económica.

Todo lo actuado, incluso el nivel secundario de estudios, no podía realizarse en su Rosario natal, que en esos momentos recién apuntaba a ser ciudad, a partir de su puerto.

Cuando se cita a personalidades que se han destacado en diversos campos de actividades, será difícil que puedan superar a los que se acreditan a Zeballos, tales como jurista, diplomático, político, militar, periodista, catedrático, historiador, geógrafo, etnógrafo y novelista. Profesiones y actividades con suficientes evidencias de su ejercicio, fácil de encontrar en innumerables citas en libros de historia y variados temas. Lo imponente de sus gestiones en instituciones científicas civiles; en la política –diputado por varios períodos–; en la diplomacia –ministro de Relaciones Exteriores en tres oportunidades y gestiones plenipotenciarias–; en la docencia, con cátedras aplaudidas, y producción literaria de muy variada índole, es material para un libro de abultado volumen. En este espacio sólo caben algunos comentarios, aun cuando breves, significativos.

De los aspectos a exponer podría decirse que desde el Colegio Nacional, a los 15 años, ya apunta su iniciativa como periodista al fundar la revista El Colegial, actividad que desarrolló ampliamente toda su vida en La Prensa, donde fue director. Una pauta de su vocación de servicio humanitario la demostró durante la fiebre amarilla en Buenos Aires, en los años 1870 y 71: formó parte de la comisión de salubridad, siendo una de las tareas el traslado de cadáveres. Quedó afectado por la enfermedad que por suerte para su vida –y el país– pudo superarla.

A partir de su graduación en derecho en la Universidad de Buenos Aires en 1874, evolucionó con especial dedicación al estudio y luego como doctrinario de derecho público internacional e internacional privado, al que llamará humano, porque abarca a todas las personas del mundo. Fue reconocido en los Estados Unidos y Europa como una de las autoridades del progreso jurídico americano. Esta especialidad lo llevo a ocupar los cargos en el servicio exterior señalados. En su tiempo de estudiante, llevado por la inquietud de conocer, había ingresado en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. No llegó a graduarse, pero de esos estudios surgieron la Sociedad Científica Argentina y el Instituto Geográfico Militar.

Como historiador, geógrafo, etnógrafo y novelista están sus famosos libros referidos a la Patagonia y su población indígena, valgan de ejemplo los tres volúmenes de su Descripción amena de la República Argentina y muchos más de diferente índole. Esta breve nota, con carácter de homenaje a 93 años de su fallecimiento, propone recordar a uno de los hombres más brillantes de la intelectualidad de la generación del 80 nacido en Rosario.

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