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Crónica de su presentación

Ese hechizo llamado Serrat

El músico catalán que está celebrando medio siglo sobre el escenario brindó en Rosario dos conciertos que sirvieron como excusa para presentar su espectáculo “Antología desordenada” en donde repasa muchos de sus clásicos.


Qué tiene una canción para que no tenga tiempo, es una pregunta cuya respuesta, Joan Manuel Serrat, seguramente, ya conoce. Tiempo, nostalgia y memoria, tres sensaciones que se encontraron en una noche especial, repleta de emotividad y donde el catalán llegó para presentar su “Antología desordenada”, un espectáculo que sirvió de excusa para hacer un repaso por su historia musical.

Imágenes de muchos tiempos; postales grabadas a fuego que remitieron sin cesar a las experiencias de cada uno de los que se dieron cita en Metropolitano para escuchar al poeta que marcó a millones con su forma de retratar la existencia y el devenir, y que el martes (y anoche repitió) lo tuvo en Rosario haciendo un recorrido personal por una trayectoria que, en febrero, alcanzó el medio siglo.

A modo de escenografía, un cartel se levantaba sobre el fondo del escenario. Abstracto, hecho de tubos lumínicos en prolijo desorden, su entramado parecía querer invitar al público a jugar con la imaginación para tratar de develar respuestas. Entre vueltas y colores se reconocía la firma de su anfitrión que, con esto casi parecía querer afirmar que, ciertamente, el orden de los factores no altera el producto.

Fue desde ese planteo que Serrat diagramó su presentación antológica en donde no faltaron clásicos como “Mediterráneo”, “De vez en cuando la vida”, “Algo personal”, “Aquellas pequeñas cosas” y “Esos locos bajitos”, entre otras.

“Bienvenidos todos a su casa y a su fiesta. Gracias por invertir una noche de sus vidas en compartirla con nosotros”, dijo al subir al escenario y, tras interpretar “El carrusel del Furo” (<Para piel de manzana<, 1975), se refirió a la emblemática fecha en que se presentaba: “Hoy se cumplen 39 años de una dictadura que arrasó con el país. Quiero dedicar el concierto a los muertos, a los desaparecidos, a las madres, a los huérfanos y a todos los que cada día luchan contra la desmemoria”, expresó ante la ovación del público.

Tras superar algunos desperfectos técnicos en los primeros temas –el sonido también se escuchaba muy bajo–, con el paso de las canciones Joan Manuel también fue calentando su voz y en pleno, llegaba el momento de “Niño silvestre”, sexta canción que sembró de emoción la noche.

Como si estuviera en un pequeño teatro, cantándolo al oído a cada uno de los miles, fue mágico el momento que se sucedió al interpretar “El vendedor de yuyos” acompañado sólo por el virtuoso y sensible piano de Ricardo Miralles quien además es director musical del grupo que acompaña a Serrat y componen Josep Mos (teclados y programaciones), Vicente Clíment (batería y percusión), David Palau (guitarra) y Rai Ferrer (bajo eléctrico y contrabajo).

Entre anécdotas colmadas de humor e historias sobre sus canciones aprovechó para descansar la voz y el físico por lo que significa, a los 71 años, brindarse de cuerpo entero en una ambiciosa gira internacional que lo tiene recorriendo el país desde hace semanas.

“No estoy de acuerdo con que 50 años no son nada, si lo son”, dijo. Y se ilusionó: “Pero los pude cumplir y lo hice gracias a la complicidad de los que me ayudaron. Gracias a todos los que no están, gracias por haberme permitido hacer un oficio que me gusta, divierte, que la gente me aplaude y que encima me pagan”.

Como sucede en cada una de sus presentaciones, Serrat no estuvo solo e invitó a “un viejo amigo que por los años 70 se vino a España donde se instaló y nos conocimos” dijo antes de presentar a Roque Narvaja con quien interpretó “Lucia”. Pero eso no fue todo, minutos más tarde llegó otra invitada de lujo: Silvina Garré con quien El Nano brindó una sentida interpretación a dos voces de “Caprichoso al Azar”: La mirada directo a los ojos, cruzando manos y uniéndose en un aliento compartido que, conmovedor, concluyó con un abrazo eterno.

Llegaba el momento de los bises y el público desbordó a la seguridad ocupando la parte baja del escenario. “Ha sido un placer, una noche mágica. Esta reciprocidad me hace sentir muy feliz”, dijo antes de entregar una decena de canciones que repartió en tres bloques cerrando con “Esos locos bajitos” , “Bienaventurados” y “Poema de amor”, entre otros himnos sin tiempo.

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