Policiales

Escrucharon siete joyerías

Protegidos por la oscuridad de la madrugada y el ruido de la tormenta, un grupo de ladrones entró a una galería de Maipú al 900, abrió cajas fuertes con un soplete y desvalijó los negocios.

Todas las cajas fuertes violentadas tenían dos orificios que fueron realizados con un soplete. (Foto: Marcelo Martinez Berger)
Todas las cajas fuertes violentadas tenían dos orificios que fueron realizados con un soplete. (Foto: Marcelo Martinez Berger)

Una de las características de calle Maipú es ser el lugar elegido por las joyerías para poner locales comerciales, los cuales fueron visitados en varias oportunidades por los amigos de lo ajeno. Pero hasta ayer, distinto había sido el caso de una discreta galería ubicada a la altura del 963, donde funcionan talleres de joyas y locales de venta. Es que amparados en la oscuridad de la noche del miércoles y la madrugada de ayer,

y la tormenta de lluvia y viento que se abatió sobre la zona, varios delincuentes ingresaron en la galería y, tras violentar puertas y cajas fuertes de siete de los 16 locales comerciales, se llevaron una importante suma

de dinero en efectivo y otra aún mayor en joyas para la venta y para arreglar. El lugar no cuenta con seguridad privada, cámaras, ni sensores de movimiento, pero estaba previsto adquirirlos la semana próxima, dato que fue remarcado por los investigadores al intentar dar precisiones sobre lo ocurrido.

La galería que funciona en Maipú 963 es un tanto atípica ya sea por el horario de atención al público –abre sus puertas a las 8.30 y cierra a las 23.30– como por su arquitectura ya que los dos portones verdes que dan a la calle la convierten casi en un garaje. Pero para los comerciantes, compradores y vendedores de joyas, el lugar es un referente de la ciudad.

Ahí, rodeadas de paredes blancas con claras señales de humedad, existe una importante cantidad de talleres de reparación, de grabado y locales de venta de joyas.

Todavía quedan muchos cabos sueltos en torno a cómo ocurrieron los hechos, pero para los propietarios de los siete locales escruchados –que arriba de la puerta de acceso tienen los números 7, 8, 9, 11, 12, 13 y 14– no fueron menos de cinco las personas que ingresaron en los primeros minutos de ayer. Según la reconstrucción de las víctimas, los primeros locales visitados fueron los del fondo, con el objeto de que los ruidos no se escucharan en la calle, pero luego la tormenta de viento y lluvia les facilitó la faena. En todos los locales, los ladrones abrieron las cajas fuertes mediante dos orificios hechos por un soplete y les vaciaron los exhibidores, llevándose todo a su paso, desde mallas para relojes hasta alianzas de oro y relojes de valor reparados o incluso rotos.

Descubrir lo impensable

Ayer a las 6.15, Félix A. llegó a la galería como cada mañana, para comenzar con su trabajo de reparación de joyas y relojes en su local, coronado por el número 11. Lo primero que le llamó la atención fue que la puerta principal y la reja que le sigue estuvieran abiertas. Sin embargo, no tenían marcas de haber sido violentadas. Sólo parecía que el último en retirarse la noche anterior se hubiera olvidado de cerrarla. “Me llamó la atención que las luces del pasillo y de los locales estuvieran prendidas. Después de la primera impresión empecé a notar todo lo demás”, dijo Félix a El Ciudadano. “El pasillo estaba todo lleno de cajas y las puertas de seguridad, que son de rejas, estaban abiertas y quemadas”, agregó.

Cuando ingresó a su lugar de trabajo, el joyero se llevó el trago más amargo. “Fui al local y vi el desastre que había: la caja de seguridad hecha pedazos y todo revuelto”, explicó. “Me sacaron todo: la mercancía, pulseras, alianzas y las joyas de clientes que me trajeron comerciantes del interior para que se las arregle”, se lamentó.

Además de la mercadería, cuyo valor Félix no había podido determinar, los ladrones se llevaron de allí 500 dólares y dos mil pesos en efectivo, que tenía guardados en la caja de seguridad.

Tras el primer impacto que se llevó al comprobar que su negocio había quedado devastado, el hombre comenzó a explorar los locales de sus colegas. “El 13 estaba igual que el mío, pero a ése no le pudieron abrir la caja. Yo estimo que se les acabó el tubo de acetileno para terminar de forzar la caja, porque de mi local desapareció un recipiente de oxígeno y estaba ahí”, relató.

“Cuando el otro dueño llegó fuimos a ver cómo había quedado la bóveda y la chapa todavía estaba caliente, así que creo que yo llegué cuando ellos recién se habían ido”, dedujo Félix, y agregó: “Acá tuvo que trabajar mucha gente y mucho tiempo”.

Edgardo M., el dueño de este local, llegó a la misma conclusión: “Para reventar siete locales se necesita varias personas”. Y, a pesar de que le robaron los trabajos que tenía para entregar, joyas para la venta y objetos en reparación, el hombre consideró que podría haber sido peor: “No se prendió fuego todo de casualidad. Cuando me quemaron la puerta estaban todas las cajas atrás: me podrían haber incendiado todo”, remarcó el hombre.

A Edgardo no le pudieron abrir la caja fuerte porque al igual que su colega estimó que los escruchantes se quedaron sin el combustible del soplete. “Quemaron la primer chapa pero no les alcanzó para la otra. Igual la hicieron pelota”, dijo.

“No tengo la menor idea de todo lo que me llevaron porque tengo que empezar a hacer el inventario, me preocupa mucho los arreglos de los clientes, no sé que voy a hacer”, enfatizó Edgardo. Es que esa mercadería

no estaba asegurada, por lo que tendrá que responder por las pérdidas de su propio bolsillo. Lo que sí pudo determinar es que le faltaban mil pesos en efectivo que había dejado en la registradora la noche anterior.

Griselda S. es la dueña del local 7, y fue la que llevó la peor parte en el escruche. Así lo demostró en el transcurso de la mañana de ayer, cuando llorando contó que ella guardaba sus ahorros en la caja de seguridad del negocio. “Rompieron la puerta y se llevaron todo: el trabajo de los clientes, diez mil pesos y mil dólares que había, todo, no sé que voy a hacer”, dijo entre lágrimas.

La conclusión a la que llegó Griselda es que alguien los entregó. “Justo cuando veníamos reuniéndonos para poner seguridad en la galería pasa esto. El lunes íbamos a colocar las alarmas y justo ahora vienen y roban: es raro”, consideró la mujer.

El comienzo de la saga: un homicidio en calle Maipú

Los joyeros comenzaron a ser blanco de robos durante las últimas semanas. La concurrida calle Maipú de Mendoza hasta Rioja, donde se ubican casi todas las joyerías, fueron escenarios de distintos golpes, según denunciaron los propios comerciantes.

Sin embargo, el 5 de noviembre, los vecinos y los comerciantes se mostraron consternados cuando el cuerpo sin vida de Guillermo Martignani fue encontrado en su comercio de Maipú 1093.

La hipótesis de robo se fue esfumando a medida de que los pesquisas recorrían la escena del crimen, que ocurrió entre las 13.30 y las 15. Nadie escuchó el disparo y algunos testigos observaron en el interior del comercio a un hombre, dos mujeres y una niña que indicaron al mozo del bar de la esquina que Martignani había salido.

Pero a medida de que sus colegas se agrupaban en la puerta del comercio denunciando inseguridad, los pesquisas ya habían comprobado que las cajas con diversos objetos de oro, una caja con relojes de gran valor, incluso la billetera de la víctima con el dinero, no habían sido tocados.

Además, Martignani había recibido un certero balazo en la cabeza compatible con una ejecución.

Un día después, los titulares de esos comercios vecinos se concentraron frente a la joyería de Martignani y se reunieron con la Policía, a la que reclamaron más seguridad y aseguraron que se habían producido varios robos en la zona. Sobre el crimen de Martignani, no hay pistas ni detenidos.

Por: Negui Delbianco

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