Ciudad

Historia de enfrente

En El Espinillo, en medio del agua, también se pelea por la tierra

Isleños nacidos y criados a la vera del Paraná denuncian lo que no padecieron sus padres y abuelos: la codicia por los campos.


La isla El Espinillo está frente a Rosario, y está más cerca del Monumento que, por caso, el cruce de las avenidas Pellegrini y Provincias Unidas. Pero, a diferencia de esa esquina, huele distinto a la ciudad, casi como si fuera un mate con hierbas. Y también suena diferente. Las plantas, los pájaros y los insectos son una orquesta sinfónica apenas interrumpida por ruidos de bombas de agua y el saludo de personas. Ni hablar del paisaje, que sólo se asemeja a Rosario en que las torres de Puerto Norte también se ven sobresalir y desencajar del escenario. Es que en El Espinillo la población fluctúa como el agua del Paraná: dependiendo de la altura del río viven diez, quince familias o más. Pero siempre van y vienen los mismos. Todos se conocen. Son familiares, amigos, de cuarta, quinta y hasta séptima generación de isleños y pescadores. Todos, también, pelean hace años contra un productor ganadero que aduce que esas tierras –que por decreto son santafesinas– le pertenecen. Es un conflicto que se profundiza con el paso de los años, en silencio y sin apuro. Los habitantes de la isla piden que intervenga la provincia y puedan, de una vez, vivir en paz en el lugar donde ellos nacieron, como sus padres y sus abuelos.

La escuela Marcos Sastre es la única propiedad de la isla que está cercada, aunque la puerta no se cierra nunca y los habitantes, los perros y los animales, van y vienen sin ningún tipo de restricción. Tiene 22 alumnos, aunque la matrícula cambia dependiendo del trabajo de sus padres, de si hay pesca, o de si surge alguna changa del otro lado del Paraná. Es viernes y los pocos alumnos abusan de las visitas para pedir más y más recreos. Julio Vacaflor, ideólogo de la Bandera más larga del mundo, cruzó para conocer la escuela. La excusa de algunas fotos fue ideal para que los docentes preparen unos sábalos y sardinas a la parrilla, y para que los alumnos pasen más tiempo jugando a la pelota y las alumnas se queden pintándose las uñas de color rosa princesa.

La escuela está dentro de los límites de la provincia de Entre Ríos, pero depende de Santa Fe. Está emplazada en diez hectáreas que el gobierno compró en el año 1947 para la escuela, con indicaciones de que la cooperadora pueda otorgar permiso de vivienda a las personas que quieran radicarse en ese predio y que tengan hijos en edad escolar.

Hace unos quince años, una persona a la que todos llaman por su apellido, Acosta, apareció por el lugar asegurando que había comprado esas tierras. Y el conflicto empezó.

Los pescadores saben poco de Acosta, pero lo necesario: tiene vacas, vive en Rosario, es prepotente y nunca presentó un papel que demostrara que alguna vez pagó por ese lugar, que es del Estado. Los pescadores explican que está ensañado porque muchos de los terrenos de El Espinillo valen más que un lote en Rosario, y porque son tierras altas, ideales para la ganadería. Es que es, además, un lugar ideal para embarcar y desembarcar ganado.

“Hace unos meses prendió fuego una casilla, pero no es la primera vez. Nosotros construimos las casas con base de pilotes, ellos vienen con una motosierra, cortan las patas del rancho y lo tiran abajo”, denunció Gabriel, uno de los pescadores de El Espinillo y presidente de la cooperadora de la escuela. Las acusaciones implican también golpizas y complicidad de la Policía de Victoria. “Nos denuncian porque dicen que estamos armando rancheríos, no casas. Entonces, cada vez que alguien está clavando una chapa cae la Policía, que parece que está a su servicio”.

En El Espinillo, la gente va y viene. Dependen del pescado y la altura del agua. Son, sin embargo, siempre los mismos: familiares, amigos, conocidos de otras islas. No hay conflictos entre ellos, salvo casuales, y tienen la seguridad de que nada va a faltarles.

Ellos dan por hecho de que no van a permitir que nadie llegue a joderlos.

El pedido de Gabriel, que se condice con el de sus vecinos y familiares, es simple: que sus hijos puedan vivir en la isla. Como lo hicieron sus padres, sus tíos, sus abuelos.
“Acá hay una gran historia, de varias generaciones. Me parece irracional que vengan a atropellarnos de esa manera, no le veo sentido. Amamos este lugar, es nuestra vida”.

Más cerca de una costa que e la otra

En El Espinillo la identidad provincial podría ser un problema, salvo por el hecho de que sus habitantes eligieron ser santafesinos. Compran sus cosas en Rosario, votan en Rosario, venden sus pescados para Rosario y se relacionan con rosarinos. El Estado que más presente tienen es el santafesino y la municipalidad local a través de las distintas reparticiones que se involucran con la pesca y la economía solidaria. Aunque viven en un predio de esta provincia para el mapa y los gobiernos están ubicados en Entre Ríos, aunque no siempre fue así.

Rubén Ferreyra, director de la escuela Marcos Sastre, recordó que hasta los primeros años de la última dictadura, el límite interprovincial pasaba por el Paraná viejo y estas islas eran de Santa Fe. “Por un extraño decreto otorgado por el proceso de reorganización nacional y firmado por Albano Harguindeguy (ministro del Interior de esos años), esto pasa a ser territorio de Entre Ríos. No se consultó a la gente de qué provincia quieren ser o se sienten. La escuela, sin embargo, continuó siendo santafesina, no perdió el derecho de propiedad. Estas islas pertenecen a todos los santafesinos. Mi sueño sería hacer una gran cruzada para recuperar todas las islas que perdimos”.

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