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Sociedad

En 1815, el primer grito de independencia lejos de Tucumán

Diputados de la Banda Oriental, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Corrientes y Misiones se adelantaron al 9 de julio.


Algo que siempre genera sorpresa entre quienes visitan la histórica Casa de Tucumán donde los congresales procedieron a declarar la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el 9 de julio de 1816, es que entre los cuadros de aquellos diputados destaca, por un lado, la notoria ausencia de representantes de algunas provincias como por ejemplo Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Misiones y, por el otro, aparecen representantes de provincias que hoy son parte de estados extranjeros, como Potosí, Sucre y Cochabamba, entre otras.

Pero conviene aclarar que la ausencia de diputados de algunas provincias del ex Virreinato no obedeció a que no alentaran anhelos de independencia. Todo lo contrario: ¡ya la habían declarado un año antes! Más o menos con esas mismas palabras el caudillo oriental, José Gervasio de Artigas, le contestaría al Director Supremo, Juan M. de Pueyrredón cuando éste le comunicó la “primicia” de lo acontecido en Tucumán.
Es un capítulo casi olvidado de nuestra historia; pero es posible conjeturar que dicho olvido no sea casual. Es dable destacar que los diputados procedentes de la Banda Oriental, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Corrientes y Misiones, reunidos en Concepción del Uruguay, el 29 de junio de 1815 procedieron a declarar la independencia de esas provincias de España y de toda otra dominación extranjera. Es cierto que el denominado Congreso de Oriente no dejó actas que permitan tener certeza documental de sus deliberaciones, y que fue desprolijamente convocado y con igual descuido por las formas institucionales se sucedieron las reuniones de sus miembros. A ello puede agregarse que el verdadero poder detrás del Congreso de Oriente era José Gervasio de Artigas, a quien las provincias mencionadas habían nombrado con el título de Protector de los Pueblos Libres. Pero no es menos cierto que esa primera declaración de independencia de las provincias litorales argentinas, entre las cuales debe incluirse, obviamente, la Banda Oriental y las Misiones guaraníticas, haya sido condenada al olvido, precisamente porque con ella se apostó a una determinada clase de sociedad, a un concreto modelo de país y Estado, descartando otros.

El lugar elegido por Artigas para reunir a los diputados provinciales era el conocido como Arroyo de la China, en inmediaciones de la actual Concepción del Uruguay, Entre Ríos, equidistante de todos los puntos litorales de nuestra vasta geografía. Corrientes envió como diputados por su ciudad capital a Juan Francisco Cabral y Ángel Bedoya. La provincia de Santa Fe eligió a los vecinos Pedro Aldao y Pascual Díez de Andino, pero, como dato curioso, debido a la escasez de recursos, dispuso mandar uno solo, siendo sorteado el segundo de los nombrados. Otro dato particularmente llamativo lo aporta el historiador Vicente Sierra respecto de los diputados que habrían de representar a las Misiones Orientales, expresando: “Era comandante de armas de las Misiones Andrés Guacararí, más conocido como Andresito, quien al recibir la convocatoria la comunicó a los pueblos indígenas a su cargo: Santa María la Mayor, San Javier, Santos Mártires, San José, San Carlos y Apóstoles, antiguas reducciones jesuíticas”. De allí salieron los diputados indígenas con ánimo independentista anticipándose en varios meses a las conferencias que el mismo Manuel Belgrano daría a los congresales en Tucumán instruyéndolos sobre las formas de gobierno. Lamentablemente los diputados misioneros llegaron con demora a Concepción del Uruguay, cuando ya se había levantado la sesión del Congreso.

Incluso la mediterránea Córdoba, profundamente atraída por el ideario artiguista y resentida con las autoridades del puerto de Buenos Aires, envió como su representante a José Antonio Cabrera.

La Liga de los pueblos libres

Ahora bien, ¿por qué motivos Artigas convocó un congreso de diputados en lugar distinto al famoso Congreso de Tucumán y adelantándose un año?

Hay una razón principal, y otras secundarias. El principal motivo radica en que el ideario artiguista se había plasmado un par de años antes, en 1813, en las famosas Instrucciones a los diputados que representando la Banda Oriental debían participar del Asamblea del Año XIII. Entre esas instrucciones se incluía la inmediata declaración de independencia de España, de la familia de los Borbones y de cualquier otra potencia.

Pero, además, se propugnaba el sistema de gobierno republicano y confederal, con capital del Estado fuera de Buenos Aires. Para coronar dicho programa, se fomentaría un sistema económico signado por el proteccionismo de nuestras artesanías e industrias, cerrándole las puertas (que fueron abiertas de par en par pocos días después de la Revolución de Mayo) al comercio británico.

La Asamblea rechazó la incorporación de los diputados artiguistas, precisamente por el ideario político y social que representaban. Las banderas del federalismo se condensaron entonces en torno de la figura de Artigas y bajo su égida formaron la Liga de los Pueblos Libres, desafiando el poder porteño aunque, en rigor, por elevación desafiaban a poderes que se valían de algunos inescrupulosos del puerto para llevar adelante otro modelo de país. Esa inveterada partida entre porteños extranjerizantes y criollos patriotas se jugaba desde hacía siglos, desde la época del legendario Hernandarias de Saavedra.

Una causa secundaria también explica el Congreso de Oriente. En el colmo de la miopía política, el Directorio había mandado emisarios a entrevistarse con el caudillo oriental para proponerle un acuerdo en base… ¡a la independencia de su provincia del resto de las Provincias Unidas! Como era de prever Artigas lo consideró una afrenta a él y a los pueblos libres, acelerando la convocatoria al demorado congreso.

Según Alejandro Pandra, en Origen y destino de la Patria, citando al ya nombrado Sierra dice: “Si Rosas es el símbolo mayor de la soberanía nacional, José Gervasio Artigas es el símbolo de la soberanía popular («que los más infelices sean los más agraciados» ordenaba en su reglamento de tierras, una admirable reforma agraria). El padre fundador del partido popular constituye el arquetipo de la democracia social, de la verdad histórica sepultada, de la conciencia hispanoamericana. De lo que pude ser y no fue”.

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