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Camino al andar

Mundial: el trayecto de la Selección a la final

Alejandro Sabella contó con un guiño del destino para armar un equipo más cercano a su filosofía defensiva.


Argentina está en la final y eso es lo más importante. Quizás las formas, hasta sea antipático marcarlas pero distan y mucho de la idea madre de este equipo. Muy lejos quedan ya aquellas declaraciones de Mascherano en la previa ante Bosnia: “Espero que seamos nosotros mismos, hacer lo mismo que nos trajo hasta acá”, apuntando a mantener la idea de apostar al poder ofensivo que daban Messi, Di María, Agüero e Higuaín. Aún a sabiendas de algún sufrimiento defensivo y que justamente él sería quien más afectado se vería por la soledad con la que debería batallar en el mediocampo.

Pero alguna molestia física del Pipa que lo hizo no trabajar en los días previos a la competencia sumado a la falta de rodaje con el que arribaba Gago, hizo que Sabella armara un 5-3-2 para el debut mundialista que representó una declaración de principios por parte del DT. Mucho más cercano y cómodo en su idea a ese sistema o este 4-4-2 que al que contemplaba en cancha a los “4 fantásticos” y formaba un 4-3-3.

El muy flojo primer tiempo casi lo “obligó” a meter mano y mandar a la cancha a Gago e Higuaín. Campagnaro y Maxi Rodríguez los sacrificados por entonces, pero sobre todo un esquema que se quedó sin crédito de ahí en más.

El triunfo ante Bosnia y algunas combinaciones entre los cuatro de arriba, mostraron el camino y pese a su idea madre Sabella tuvo que “ceder”. Para el duelo ante Irán el entrenador apostó al poder ofensivo desde el comienzo pero el desarrollo del juego chocó contra la realidad. Otra muy pobre producción colectiva que fue salvada por las atajadas de Romero, la omisión del árbitro a un penal cometido por Zabaleta, y sobre todo la aparición como en el debut de Messi, que rescató en el final al equipo de una igualdad que hubiese sido histórica pero para mal.

Tras eso vino el choque ante Nigeria que marcaría el inicio de la transformación. Aunque uno nunca desee una lesión, paradójicamente le hicieron un guiño al entrenador y lo ayudaron a encontrar “su” equipo. Argentina sufrió la baja de Kun por lesión que lo dejaba sin uno de sus fantásticos.

El buen ingreso de Lavezzi le hizo que se ganara un lugar en el once, pero para ser volante y comenzar a transformar el 4-3-3 en 4-4-2. Así salió a enfrentar los octavos ante Suiza y volvió a mostrar los mismos errores defensivos y ofensivos de la primera ronda. Muy flojo Fernández, Zabaleta se contagiaba de su compañero y la derecha era el lugar vulnerable. Muy impreciso Gago, no se edificaba en ese “conductor encubierto” que el equipo precisaba para “llevarle” la pelota a Messi. Y fue una vez más el capitán quien salió al rescate. Cuando ya no quedaban piernas y los penales aparecían en el horizonte, aprovechó una pelota recuperada por Palacio (quizás la única intervención positiva hasta aquí en el Mundial) para activar la “conexión rosarina” para que Di María ejecutara al arquero suizo.

Los cuartos ponían enfrente a Bélgica, hasta allí el equipo más pesado que se había cruzado en el camino argentino pero sin la experiencia necesaria en este tipo de competencia. Se notó: los Diablos Rojos no estuvieron a la altura y casi nunca pusieron en apuros un triunfo nacional que se comenzó a construir desde el inicio gracias a una gran definición de Higuaín.

Para ese duelo Sabella metió mano dándole ingreso a Demichelis por Fernández, un salto de calidad que la defensa agradeció en su conjunto, y a Biglia por Gago, apostando más a la marca, la recuperación y el cerrojo de espacios. Esa concepción dejó a Di María, Messi e Higuaín como los abanderados de la ofensiva. Pero todo se facilitó con el tempranero gol que sirvió para romper el maleficio de los 24 años sin llegar a semifinal. Un nuevo infortunio como representó la lesión de Di María le volvió a hacer un guiño al técnico, que en vez de apostar por su reemplazante “natural” o quien lo había suplantado en partidos donde no estuvo o en los entrenamientos como Maxi, u otro zurdo como Ricky Álvarez; priorizó a Enzo Pérez, alguien con más contracción a la marca. Le salió muy bien.

Para la semifinal ante Holanda confirmó ese formato final ante Bélgica. Un claro 4-4-2 con dos volantes de marca y dos por los costados que ayuden en la recuperación y cuando puedan se suelten en ofensiva. Así Pérez fue quien más logró hacerlo pero Lavezzi “sufrió” con la doble función y si bien da una mano en la marca se queda sin resto para acompañar a los de arriba.

Entonces, los que más sufren son Messi e Higuain. Ambos quedan “desconectados” del circuito futbolístico. A tal punto que en varios pasajes de la semifinal, el crack rosarino debió bajar a buscar la pelota y desde allí empezar su veloz carrera pelota al pie que muchas veces no pudo resolver de manera personal, por la marca sufrida, o grupal por la falta de acompañamiento. Eso le va quitando piernas y actúa en detrimento de su actuación individual. Allí es donde parece que Messi pasa desapercibido y no está en juego. Pero está sufriendo un desgaste extremo que le pasa factura.

Ese será el gran desafío de Sabella de cara a la gran final del domingo. Lograr que haya un acompañamiento mayor para los dos de arriba y que no tengan que luchar en la soledad como fue en pasajes de los partidos previos, sobre todo desde la salida de Di María.

Como sea, el técnico por algunas decisiones propias y por los infortunios de las lesiones pudo ir acomodando el equipo a “su” equipo. Mutar del 4-3-3 madre al 4-4-2 actual, pasando por el 5-3-2 que más le gusta pero que quedó fuera de tiempo y forma en el momento que se probó.

El camino fue sinuoso en el comienzo cuando se suponía sería más sencillo. Allí Messi apareció en su esplendor de mejor del mundo para rescatar, aún en momentos puntuales y no en continuidad de juego, a la selección ante Bosnia, Irán y Nigeria. Pensar que podría haber sido de este equipo sin el crack en ese entonces casi ni vale la pena, pero sí resulta interesante como un ejercicio a realizar. Lo volvió a hacer ante Suiza, y luego empezó a “padecer” el Mundial. Porque poco a poco se fue quedando sólo y sin socios en ofensiva.

Argentina está en la final y eso es lo que más importancia tiene. Pero da la sensación que ante Alemania no alcanzará sólo con la parte defensiva. Que habrá que soltar alguna lanza más en ofensiva que acompañe a Messi e Higuaín. Ahí radica el principal punto que tendrá que atender Sabella para volver a levantar la Copa tras 28 años.

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