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El sinuoso camino de “El marciano”

Un libro sobre la operación de la Armada argentina durante la Guerra de Malvinas para volar buques ingleses en el Estrecho de Gibraltar revela la identidad de uno de los participantes, un conscripto oriundo de San Lorenzo que lo cuenta luego de treinta años.


Investigación periodística
Operación Gibraltar. La verdadera historia de la Operación Algeciras durante la Guerra de Malvinas
César Ríos
Editorial Dunken / 2015. 512 páginas

Durante la Guerra de Malvinas se montó la Operación Algeciras, también conocida como Operación Gibraltar. Dicha maniobra buscaba perpetrar un atentado contra buques ingleses –con minas subacuáticas colocadas por buzos tácticos– que estuvieran en el Estrecho de Gibraltar, suelo también usurpado por los ingleses a los españoles. Por diversos motivos, el plan falló, ni siquiera se concretó. Según una versión que se volvió “oficial”, el plan fue montado por el entonces jefe de la Armada, el almirante Jorge Isaac Anaya, quien convenció a militantes montoneros de realizar la acción. La historia cierra porque los peronistas, al igual que muchos argentinos, apoyaron la recuperación del territorio insular incluso con las armas. La idea era desvincular a las Fuerzas Armadas de la autoría de la tarea. En dicha operación estaban implicadas cuatro personas: un capitán, dos militantes políticos y un cuarto participante que iba de incógnito. Los rumores entre quienes recuerdan los acontecimientos, posicionan a quien viajó de incógnito como un agente del ex Servicio de Inteligencia del Estado (Side). Sin embargo, “El Marciano” –como fue denominado por la Armada–, no fue un “servicio”, ni un militante montonero, sino un conscripto oriundo de San Lorenzo llamado Abel Adolfo Ojeda, quien vivió una casi épica historia que resume en su cuerpo y en su memoria los dramas, desventuras y designios de una época del país que rompe un poco con la historia “oficial”.
En su libro Operación Gibraltar. La verdadera historia de la Operación Algeciras durante la Guerra de Malvinas, el periodista César Ríos relata con elocuencia y en un tono ficcional, una investigación periodística por la que recorrió –junto a su amigo protagonista– los escenarios españoles y locales de la iniciativa finalmente fracasada. Incluso, Ríos nos lleva a transitar los pormenores de la vida de un colimba sospechado de traidor, torturado, sujetado a las obligaciones militares y enviado a una de las más arriesgadas acciones del conflicto del Atlántico Sur.

Recuperar la memoria

“Él es amigo mío y decide hablar después de muchos años porque tenía una cierta amnesia sobre la operación. Lo único que recordaba es que había sido torturado cuando había estado en el servicio militar. Por eso, en el libro intento explicar todo eso, por qué recordaba golpes y tiros cerca de su cabeza (a modo de tortura)”, empieza a explicar Ríos, el editor del periódico sanlorencino Síntesis, y afirma: “La idea es contar el testimonio de su vida, de todo lo que le pasó antes y durante la operación. Porque él no tenía idea de cómo era la operación. Recién en el viaje “El Capitán” le va diciendo qué es lo que harán en Gibraltar”.
“Cuando él (Abel) empieza a contarme este testimonio, empezamos a investigar juntos. Yo quise ayudarlo a recuperar la memoria y comenzamos tanteando la historia oficial. Él sostenía algo que no figuraba en esa historia que es que cuando estaban en España se escaparon de la policía. Cuando viajamos a España en 2010 nos contactamos con dos policías que habían participado en la detención del grupo de argentinos. Al entrevistarlos, nos dijeron que Abel mentía, que no se había escapado. Hasta que logramos localizar al gerente del hotel en el que habían estado alojados, y es esta persona quien corrobora que sí se habían escapado”, relata Ríos, quien sospecha que “hubo un acuerdo entre la policía española y el Servicio de Inteligencia Naval (SIN) de no dejar trascender nada de esta historia”.
En 1982, el SIN montó la posteriormente conocida como Operación Algeciras en la que participaron el capitán Héctor Rosales, los ex montoneros Máximo Nicoletti y Diego Nelson Latorre, y el soldado Ojeda. La intención era hundir un buque británico en el Estrecho de Gibraltar y por eso viajaron a España. La acción se realizaría a partir del trabajo subacuático, por eso todos los integrantes de la empresa eran buzos especializados, o con muy buenas condiciones de nadador como era el caso del conscripto. Se estima que la operación falló porque la policía española interceptó al grupo sospechando de los gastos que habían ocasionado. Sumado a esto, el gobierno de España, quien por entonces estaba por ingresar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otán), ocultó rápidamente a los integrantes del grupo argentino y los despachó a nuestro país. Sin embargo, Ríos y Ojeda dan otra vuelta de tuerca afirmando que complicaron a la policía ibérica. En ese sentido, el periodista de San Lorenzo afirma: “Creo que fue peligroso ese escape, porque Abel y otro participante logran fugarse y la policía todavía no localizaba el auto con los explosivos. Eso no está en la versión oficial”. Según Ríos, Ojeda, más allá de su dramático trajín, se había convencido de llevar a cabo su acción por un sentido de patriotismo y por eso se fugó de los españoles. Sin embargo, más tarde fue apresado, castigado por agentes españoles y enviado a la Argentina.

Un camino sinuoso

La implicancia en la Operación Gibraltar, la intervención de Ojeda en dicha acción, no fue sencilla. Al igual que muchos jóvenes, el muchacho de San Lorenzo debió hacer el Servicio Militar Obligatorio en la Base Naval de Puerto Belgrano, el “infierno verde”, según recuerda. Además de sobrevivir al maltrato de los jefes, Ojeda recibió un escarmiento extra y más grave aún. Fue torturado porque, luego de una pelea entre líderes militares, lo acusaron de montonero después de ser denunciado por tener escritos que referenciaban al Che Guevara entre sus pertenencias. Sin embargo, tras el oscuro episodio, fue embarcado a bordo del ARA Cabo San Antonio en la Operación Rosario, mediante la cual el gobierno de la dictadura militar invadió las Islas Malvinas el 2 de abril de 1982. Luego fue destinado a Río Grande, Tierra del Fuego, para desarrollar tareas en la “guerra electrónica” con agentes de inteligencia de la Armada.
Allí también, Abel siguió siendo hostigado por oficiales a cargo, y otro tanto le sucedió en lugares adonde fue trasladado sin tener conocimiento porque lo llevaban encapuchado. “Suponemos que todo eso es en la Base Naval de Mar del Plata, en la agrupación de buzos tácticos. Pudo ser también en la Escuela de Suboficiales. No pudimos saber con claridad porque fue llevado hasta allí encapuchado en el baúl de un Falcon. Desde Puerto Belgrano hasta un lugar que suponemos que es Azul y después, en helicóptero, a un lugar en la costa oceánica”, subrayó Ríos, quien aclaró que paralelamente Ojeda fue maltratado pero adiestrado. Incluso, Ojeda recuerda haber tenido un enfrentamiento con Alfredo Astiz, quien se dedicaba a amedrentar a los detenidos haciendo simulacros de fusilamiento. Por último, Ojeda estuvo en la ex Esma antes de formar parte de la Operación Gibraltar. Por este motivo, Ríos aclaró que su amigo brindó testimonio en la megacausa de la Esma, además de hacerlo en la Comisión Nacional de Desaparecidos (Conadep).

“El Marciano”

“Ojeda vivió todas estas peripecias y queríamos saber cuál era el motivo por el que lo llevaron. En esa instancia pensamos que su cadáver iba a quedar allá, que lo iban a catalogar como montonero. Pero también, leyendo mucho y repensando la estrategia, nos pareció que fue como intentar ridiculizar a los ingleses y decirles que con un colimba y un par de montoneros pudieron hacerles un atentado”, afirma Ríos.
“Esa es la mentira del video (el film Operación Algeciras) que dice que hay una relación oscura que une a perseguidores y perseguidos. Tanto Latorre como Nicoletti trabajaban para el servicio de inteligencia de la Armada, lo dice Miguel Bonasso en el libro Recuerdos de la muerte. Estaban con el proyecto de Emilio Massera (de reeducar a montoneros y formar un partido “masserista”) porque pertenecían a esos montoneros que querían hacer un partido político”, sostiene el periodista de San Lorenzo adjudicando toda la autoría del atentado a la Armada argentina.
Tras la fallida operación, Ojeda es devuelto a la Argentina donde nuevamente es torturado hasta que finaliza la guerra y le dan de baja. El ex soldado sanlorencino no soporta la presión y se va a vivir a Brasil, aunque más tarde regresa a su tierra natal algo amnésico pero también con ganas de recordar su historia. “Él tenía muchos sueños recurrentes sobre situaciones que no tenían que ver con cosas que recordaba. Entonces empezó a ir a una psicóloga del dispensario de su barrio”, señaló Ríos y recordó lo que muchos pensaban de él. “Nosotros creíamos que él había estado combatiendo en Malvinas pero nos contó que nunca quiso hablar nada sobre ese tema”, hasta que fue surgiendo la historia de la Operación Algeciras, que lo tuvo como protagonista de una bravata más como la que los militares practicaban para seguir detentando un poder que, a esa altura, estaba en franca decadencia y que acabaría un año después.

 

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