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Geopolítica

El peligro terrorista reaparece en la región


El atentado contra la embajada de Israel le hizo darse cuenta a la Argentina ya en 1992 que ningún país, por lejano que se sienta de los focos de tensión mundial, está a salvo de la amenaza terrorista. Aquel aviso tuvo un recordatorio todavía más mortal dos años después, en la sede de la Amia, hecho que se volvió a lamentar, sin que aún haya culpables, el último lunes. El anuncio de la detención en Brasil de una célula operativa encendió otra vez las luces de alerta. ¿Está preparada la región para responder a la gran amenaza global de la actualidad?

La pregunta es válida sobre todo en momentos en que esa violencia adopta una modalidad pulverizada, de bajo costo, de “lobos solitarios” o de células autogestionadas, que operan de modo rudimentario pero letal y por mera identificación ideológica con “marcas” como el Estado Islámico o Al Qaeda. El que no tengan vínculos formales con ellas las hace particularmente difíciles de detectar, algo que, por caso, Francia ya entiende muy bien.

“La cuestión clave es si Brasil, Argentina, las naciones del Cono Sur y, en general, las de Sudamérica contamos con la debida cooperación frente a personas que se mueven entre distintos países, donde tienen simpatizantes y gente que los recibe y les da refugio y logística”, se interroga Marcelo Rech, director del Instituto InfoRel de relaciones internacionales y seguridad, con sede en Brasilia.

“En la región hay varios grupos que simpatizan con la yihad, con el Estado Islámico o con organizaciones menores y que pueden realizar atentados. Nuestras fronteras son difíciles y porosas, así que hay que repensar totalmente lo que se está haciendo. Sólo con una intensa cooperación internacional en inteligencia se puede neutralizar este tipo de amenaza”, añade.

El tradicional argumento brasileño acerca de la inexistencia de células en la Triple Frontera, por caso, buscó siempre restarle a Estados Unidos elementos que justifiquen su presencia en la zona. Un objetivo quimérico, por otra parte.

“Lo que se conoce sobre este grupo da por tierra con todo el discurso de los gobiernos recientes, del mismo Estado brasileño, acerca de que no había ninguna amenaza. Algo que repitieron hace pocos días varios funcionarios e incluso generales del Ejército. Es evidente que se intenta evitar un clima de pánico y que haya un perjuicio económico, pero el riesgo no debe minimizarse. Es el momento de trabajar duro para evitar males mayores antes, durante y después de los Juegos Olímpicos” de Río, explica el analista.

Representa toda una curiosidad el hecho de que el funcionario encargado de informar sobre la detención de los diez miembros de esa célula, el ministro de Justicia Alexandre de Moraes, apenas veinticuatro horas antes haya desestimado ese peligro. Más cuando Site, el respetado grupo estadounidense especializado en yihadismo, había advertido días antes que un grupo de brasileños había jurado lealtad al líder del EI, Abu Bakr al Bagdadi.

“La criminalidad nos preocupa más que el terrorismo y por eso estamos reforzando el patrullaje. No podemos dejar que se transmita una imagen de criminalidad en Brasil”, cuando los Juegos concentrarán la atención mundial en el país, había dicho De Moraes. Ahora sabe que el foco de su atención no era el correcto.

“El terrorismo no se combate, se previene, se neutraliza. Y eso se hace con inteligencia, no con tanques de guerra, aviones caza o grupos de élite de las Fuerzas Armadas. Todo eso es inútil frente a un hombre solo que se detona en la calle o en una playa. En ese sentido, cuestiono lo que se hace en materia de inteligencia”, explicó Marcelo Rech.

Un elemento que buscó enfatizar el ministro De Moraes es el carácter “amateur” de los detenidos. “El terrorista nunca es un amateur ni improvisa, ni siquiera lo hace el llamado lobo solitario. Esta gente está varios pasos adelante de las autoridades y de los aparatos de seguridad”, advierte Rech.

La diplomacia brasileña tuvo tradicionalmente una vocación multilateral, con lazos desarrollados en todas las regiones, por caso en África y el mundo musulmán, a donde otras cancillerías sudamericanas ni pretenden llegar. Pero las buenas relaciones no son un escudo protector en medio de un evento deportivo al que concurrirán delegaciones de países que están en la mira del yihadismo por su rol en las guerras de Afganistán, Irak o Siria.

La amenaza que suponía la célula desbaratada fue, todo indica, conjurada. Pero si el terrorismo trata, justamente, de diseminar el miedo, cabe preguntarse si las noticias recientes, que hicieron más concreta esa acechanza, no representan en sí mismas un primer éxito de los violentos.

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