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Historias de boxeo

El “papá” de Tyson: Cus formó a Iron Man

Cus D’Amato consiguió la tutela de Iron Man y lo transformó en el campeón más joven de la historia, aunque no lo pudo ver consagrado.


La noche era fresca en Brooklyn. Una suave brisa recordaba la presencia del otoño. En el gimnasio quedaba poca gente y mucha transpiración esparcida.

“Si quieres quedarte aquí y si quieres escuchar, podrás ser campeón mundial peso pesado, algún día”.

El anciano dijo esto sin levantar el tono de voz. El chico recibió el mensaje con cierta curiosidad. La manera de expresarse, su forma casi histriónica y vehemente de gesticular, le llamaron la atención. Confió en él. Después de todo, ¿qué podía perder? Su pasión se dividía entre boxear y cuidar palomas. Lo que el chico nunca supo fue que las credenciales de Constante “Cus” D’Amato, daban un sostenido argumento a tan audaz augurio.

D’Amato, un ex boxeador italo- americano, ante una lesión en un ojo decidió hacerse entrenador. Una de sus características especiales era dedicarle mucho tiempo a sus dirigidos. Se preocupaba por la vida diaria fuera del gimnasio. La preocupación por cada uno de sus boxeadores era genuina y se esmeraba por darles mensajes para que se prepararan a tener una buena vida para cuando llegara el final de su carrera de pugilista.

Dirigió, entre otros a Floyd Patterson que fue medalla de oro en Los Juegos Olímpicos de Helsinki (1952). Luego en 1956, como profesional, derrotó a Archie Moore y con solo 21 años de edad, se convirtió en campeón mundial peso pesado. En ese momento, el más joven de la historia y el primero con medalla olímpica. Cus D’Amato se puso como meta y desafío, superar el record de Patterson. El elegido para ese sueño fue aquél chico del mensaje en el gimnasio: Michael Gerard Tyson.

Dos hombres de su íntima confianza, tomaron el día a día de los entrenamientos del joven negro, ambos con vasta experiencia: Kevin Rooney y Teddy Atlas.

La relación con Atlas para Tyson no fue la mejor y fue apartado rápidamente. Cus D’Amato ideó una estrategia para sacar a Mike Tyson del reformatorio. Consiguió la tutela llevándolo a vivir a su casa con Camille Edwald, su esposa. La adopción definitiva llegó en 1980. El joven Tyson asistía al Catskill High School durante la mañana y a la tarde iba al gimnasio. Comenzó a combatir como amateur. Durante dos años, D’Amato cuidó, aconsejó y entrenó a Tyson. La figura de un padre ausente, se proyectaba sobre el novel boxeador. Fue modelando un estilo agresivo, frontal, áspero. En 1982, Lorna, su madre, murió de cáncer. Esta circunstancia deprimió y afectó mucho a Tyson, quien fue expulsado del colegio. D’Amato decidió encarar la educación suspendida con maestros privados. Como amateur comenzó a destacarse en el boxeo. Le decían “The Tank” (El Tanque). El pee-a-bo, un estilo defensivo registrado por D’Amato, ya estaba instalado en Tyson. Consistía en llevar los puños pegados a la cara para protegerse. Ganó los juegos olímpicos juveniles de 1981 y 1982. Todos los combates los definió por nocaut. Estableció el más rápido nocaut conocido, que fue de ocho segundos. Fue medalla de plata en 1983 y de oro en 1984, en el torneo “ Guantes de Oro”.

Sus sueños de ser olímpico quedaron en el camino. Dos derrotas con Henry Tillman, quien ganaría el oro en Los Ángeles, se lo impidieron. En el profesionalismo se tomó revancha el 16 de junio de 1990. Lo noqueó en dos minutos 47 segundos de pelea, en el Caesar Palace de Las Vegas.

El tiempo de profesional fue arrollador. En sus primeros combates mostró el estilo que lo caracterizó toda su carrera: gran despliegue ofensivo, ataque frontal, manos tan veloces como potentes; mezclados con un instinto ganador a flor de piel. Fue bautizado “Iron Man” (Hombre de Acero). Un 4 de noviembre de 1985, con 13 peleas rentadas y ganadas, recibe la noticia de la muerte de Cus D’Amato.

El golpe fue tremendo. Golpeó en lo más profundo a Mike Tyson. El viejo Cus era la figura de un padre que no había tenido. Esa misma noche se comprometió con él mismo en seguir el camino marcado por su entrenador y llegar a la meta máxima: campeón mundial. Dos semanas más tarde, ahora con la dirección de Kevin Rooney y Jim Jacobs, estaba sobre el ring. Sus rivales fueron aumentando el nivel de exigencias. Cambiaban los contricantes, pero no los resultados. A todos los noqueaba. La fuerza de Tyson crecía. A la velocidad de manos y potencia, le agregó una impecable preparación física y mejoras defensivas. Fiel a su estilo demoledor e implacable, hilvanó 27 peleas. Todas ganadas, con 25 nocauts. Su figura paseaba por todos los rincones del universo deportivo.

Los medios lo seguían como a una estrella de cine. Mike Tyson era sinónimo de nocaut, adrenalina y recaudaciones. Estos antecedentes lo habilitaron a pelear con Trevor Berbick, quien había ganado la corona mundial del Consejo (CMB), nueve meses antes, al vencer a Pinklon Thomas. La cita se fijó para el 22 de noviembre de 1986. El escenario: Hilton Hotel de Las Vegas. La prensa tomó esta pelea como el suceso de la temporada. Las comparaciones con glorias como Jack Dempsey, Joe Louis, Rocky Marciano o Muhammad Ali no faltaron. La empresa productora fue Dinamic Duo (Don King y Butch Lewis). Las apuestas favorecían al retador 3 a 1. Las 8.000 localidades se agotaron en horas.

El campeón, Trevor Berbick, nacido en Jamaica, representaba a Canadá. En su rincón estaba el gran Ángelo Dundee. “Yo soy bueno. Él, es el mal y Dios está conmigo”, declaró Berbick días antes del choque. Mike Tyson pagó 5.000 dólares de plus para poder usar su pantalón negro, ya que el campeón al tener prioridad, había elegido ese color. La bolsa de Berbick fue de 1,500.000 dólares y la de Tyson 1.100.000. El estadio colmado abrigó grandes figuras del cine, como Eddie Murphy, Kirk Douglas o Sylvester Stallone. Deportistas  famosos también dijeron presente: Michael Spinks, Larry Holmes, Archie Moore, Thomy Hearns.

Hasta el gran Ray Sugar Leonard comentó la pelea para HBO junto a los famosos periodistas Barry Thompson y Larry Merchant.

Muhammad Ali, momentos antes del combate se acercó a Tyson y le susurró al oído: “Véngame”.

Luego de la presentación de Chuk Hull, sonó la campana. Mills Lane, un experimentado árbitro invitó a pelear. Mike Tyson no sorprendió a nadie. Hizo lo esperado. Salió con furia y decisión. En sus planes no estaba pensar en estrategias. Su mente indicaba una ofensiva destructora. Berbick, erróneamente, aceptó el desafío frontal y el cambio de golpes en corta distancia. Fueron minutos de fragor y adrenalina pura. La fuerza joven prevalecía. Una combinación aturdió a Berbick que terminó parado por el milagro de la campana. El segundo capítulo exhibió a Tyson decidido a terminar lo iniciado. Manos combinadas con precisión, luego de un recto de derecha, mandaron al campeón a la lona. Se levantó. Lo recibió otra derecha en el plexo, seguida de un gancho de izquierda en la sien. La explosión del impacto al disiparse, encontró nuevamente a Berbick en el piso. El instinto lo levantó, en una actitud mezcla de coraje y suicidio. Sus piernas vacilaron y cayó pesadamente. Mills Lane dijo “No va más”. Mike Tyson era el nuevo campeón mundial peso pesado.

Con 20 años y 4 meses, quebró el record de Floyd Patterson. Era el campeón más joven de la historia. Con sus puños aún enguantados, Mike Tyson se apoyó sobre las cuerdas, agachó la cabeza como en un rezo y luego, mirando al cielo se acordó de Cus D’Amato y su promesa. Había cumplido. Ambos lo habían hecho. Se sonrió y recordó las palabras que surgen del epitafio del viejo entrenador: “Un niño viene a mi con una chispa de interés. Yo alimento la chispa y se transforma en llama. Alimento la llama y se convierte en fuego. Yo alimento el fuego y se convierte en una hoguera rugiente…”.

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