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Esto que nos ocurrió

El padre de Sherlock Holmes

Ayer se cumplieron 165 años del nacimiento, en Edimburgo, Escocia, del prolífico escritor británico sir Arthur Conan Doyle.


“Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una de las buenas costumbres que nos quedan. La muerte y la siesta son otras. También es nuestra suerte convalecer en un jardín o mirar la luna”. La cita, de Jorge Luis Borges, rinde tributo al inmortal personaje creado por el médico, novelista, poeta y dramaturgo británico Arthur Conan Doyle, de cuyo nacimiento se cumplieron ayer 156 años.

Segundo hijo de Charles Doyle y Mary Foley, Arthur Ignatius Conan Doyle nació el domingo 22 de mayo de 1859 en Edimburgo, Escocia. Fue educado por jesuitas hasta su ingreso en la Universidad de Edimburgo, en 1876, para estudiar medicina.

Conan Doyle sufrió una crisis religiosa al comenzar sus estudios universitarios, lo que provocaría en el futuro escritor conflictos familiares.

Con todo, en 1881 se recibió de médico naval y fue cirujano en el ballenero groenlandés Hope. Al año siguiente se mudó a Portsmouth, donde instaló una clínica.

Pero, como tenía muy poco trabajo, comenzó a escribir como diversión en las largas y tediosas horas durante las que esperaba a sus escasos pacientes.

En ese marco, en 1887 escribió Estudio en escarlata, donde aparecía por primera vez Sherlock Holmes, un “detective asesor” de Londres de finales del siglo XIX, que se destaca por su inteligencia y hábil uso de la observación y el razonamiento deductivo para resolver casos difíciles.

En 1891 se mudó a Londres para trabajar como oftalmólogo, aunque en su biografía luego contó que ningún paciente entró a su clínica, lo que lo sumergió aún más en su labor como escritor.

Así, Conan Doyle tuvo tanto éxito al principio de su carrera literaria que en cinco años abandonó la práctica de la medicina y se dedicó por entero a escribir.

Basó el método deductivo de su personaje, que se transformó en el detective de ficción más famoso del mundo, en el proceder de uno de sus profesores de la Universidad de Edimburgo, donde estudió medicina, Joseph Bell.

Cuentan que también se inspiró en las historias contadas por un antiguo compañero de la facultad, llamado Sherrinford, quien llegó a formar parte de Scotland Yard.

Sherlock Holmes es protagonista de una serie de cuatro novelas: Estudio en escarlata (1887), El signo de los cuatro (1890), El sabueso de los Baskerville (1902) y El valle del terror (1915), y 68 relatos de ficción, publicados en su mayoría por el periódico literario The Strand Magazine.

Además, se publicaron como libros varias recopilaciones de los relatos cortos que se habían hecho populares en diarios y revistas.

Es que The Strand Magazine publicaba las aventuras de Sherlock Holmes a precios muy accesibles, y muchos “lectores comunales” de diversas fábricas leían las obras de Conan Doyle en voz alta como una suerte de “radio” victoriana, práctica que ya se había hecho habitual con la obra de Charles Dickens.

No tan elemental, Watson

Sherlock Holmes es el arquetipo de investigador cerebral por excelencia e influyó en gran medida en la ficción detectivesca posterior a su aparición.

Aunque Auguste Dupin, creado por Edgar Allan Poe, es un personaje predecesor muy similar, la genialidad excéntrica de éste no alcanzó la enorme popularidad que logró Holmes.

Igualmente brillantes son las creaciones de los personajes que acompañan a Holmes: su amigo bondadoso y torpe, el doctor Watson, que es el narrador de los cuentos, y el archicriminal profesor Moriarty.

Sherlock Holmes –que en un principio Doyle tenía previsto llamar Sherrinford Holmes– es un detective privado, alto, delgado, frío, irónico, ingenioso e intelectualmente inquieto.

“No salió de una madre ni supo de mayores./ Idéntico es el caso de Adán y de Quijano./ Está hecho de azar./ Inmediato o cercano/ lo rigen los vaivenes de variables lectores”, escribió Jorge Luis Borges a propósito de su admirado personaje inglés. Y a tal punto fue así que, aunque en 1893 Conan Doyle decidió dar muerte a Sherlock Holmes junto a su peor enemigo, el profesor Moriarty, debido a la presión de los lectores, tuvo que resucitarlo unos años después, en 1902, con el libro El sabueso de los Baskerville.

Una curiosidad es que la archirrepetida frase “Elemental, mi querido Watson”, frecuentemente atribuida a Sherlock Holmes, no aparece en ninguna de las obras de Arthur Conan Doyle, aunque sí en libros, películas e historietas posteriores de otros autores sobre su legendario personaje.

Aparte de las novelas con el excéntrico Sherlock Holmes como protagonista, Conan Doyle fue un autor prolífico cuya obra incluye relatos de ciencia ficción, novela histórica, teatro y poesía como La guerra en Sudáfrica 1900), Michael Clarke (1888), Historia de Waterloo (1894) y El mundo perdido (1912).

Caballero, arquero y rugbier

Volviendo al padre del célebre detective de ficción, mientras vivió en Portsmouth Conan Doyle también jugó al rugby profesionalmente, en Portsmouth Association Football Club, entre 1900 y 1907.

Y fue también el primer arquero en la historia del equipo de fútbol de la ciudad, conocido con el diminutivo de Pompey.

Conan Doyle fue iniciado en la masonería en la logia Phoenix 257, Southsea Hampshire el 26 de enero de 1887.

Antes, en 1885, se había casado con Louise Hawkins, quien murió de tuberculosis el 4 de julio de 1906. Con ella tuvo dos hijos, Mary Louise y Alleyne Kingsley. Un año después se casó con Jean Leckie, con quien tuvo tres hijos: Jean Lena Annette, Denis Percy Stewart y Adrian Malcolm.

En 1900 escribió su libro más largo, La guerra de los Bóers. Y ese mismo año se presentó como candidato para la Unión Liberal, aunque –a pesar de que era muy respetado–, no fue elegido.

Entre sus muchos éxitos literarios también se destaca la serie de novelas de ciencia ficción protagonizadas por el profesor George Edward Challenger que comenzó con El mundo perdido.

Sir Arthur Conan Doyle, quien había tomado su primer apellido de su tío abuelo Michael Conan en reconocimiento a la formación cultural que le había inculcado, murió de un ataque al corazón el lunes 7 de julio de 1930, a los 71 años, en Crowborough, Inglaterra. Sus restos descansan en el cementerio de la iglesia de Minstead en New Forest, Hampshire. En su lápida se lee el siguiente epitafio: “Temple de Acero, Rectitud de Espada. Arthur Conan Doyle, Caballero patriota, médico y hombre de letras”.

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